Aura abandonó la sala, muy enojada con aquellos que profanaban el nombre de Arch. "Es sencillamente imposible que me esté utilizando", pensaba. Cuando llegó a su habitación, Arch aún estaba dormido y decidió no despertarlo, cerró la puerta y se durmió ella también.
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—Sira... ¿no irás en serio, verdad?—preguntó Audrey preocupada.
—Estoy bastante convencida, pero aún no estoy segura del todo—contestó.—Cambiando de tema, creo que le deberías pedir disculpas a la comandante.
—¿Es que eres idiota? No voy a pedirle disculpas a una comandante tan patética como ella. Si no confía en sus compañeros, no pienso dirigirla si quiera la palabra.
—Precisamente porque sois compañeras deberíais llevaros bien—Sira sonrió, pero Audrey no contestó, quizá para no discutir o quizá porque pensaba que Sira tenía razón. Se levantó y le hizo un gesto para que la siguiera. Aunque no eran muy íntimas, se llevaban bastante bien y se sentían muy cómodas cuando estaban juntas.
—Vamos a comprobar si lo que dices es cierto—Audrey se fue corriendo de la habitación.
—¡Espérame!
El castillo de Abedarea estaba muy bien organizado. En la tercera planta se encontraban las habitaciones de la Élite, debajo suya, en la segunda y primera planta, se encontraba todo lo que encontrarías en una ciudad normal: salas de cine, recreativos, varias piscinas... pero ya nadie las utilizaba. Antes de que estallara la guerra, la Élite invertía gran parte de su dinero en poder mantener todas estas instalaciones, pero se volvió imposible una vez empezó. Las únicas salas que decidieron no abandonar fueron la sala de videojuegos por el fanatismo a ellos de la mayoría y el sótano. ¿Qué había en el sótano? La respuesta es: el enorme laboratorio A.C.M.
Los pocos científicos que no acabaron vendiéndose al reino de Hadem temiendo por su vida se refugiaron en el hogar de la Élite. Trabajaban construyendo todo tipo de productos: electrodomésticos, herramientas, armas, incluso otras cosas más sencillas como muebles. Todos esos artículos eran ofrecidos al reino de Hadem a cambio de suministros, debido a que en el pueblo de Abedarea era imposible cultivar cualquier tipo de alimento para eliminar tal dependencia del reino enemigo. Hadem podría haber tenido en su mano al mundo entero hace mucho tiempo cortando el comercio cualquier tipo de suministro a Abedarea, pero hay una razón por la que aún no lo han hecho: miedo. Miedo a la Élite. Ellos sabían perfectamente que contaban con tecnología superior a la que les mostraban, pero a medida que pasaba el tiempo temían que esa tecnología fuese mucho más avanzada y poderosa de lo que realmente era, así que nunca se arriesgaban a entrar en problemas con ellos.
Pero la realidad era muy distinta, nunca llegó a crearse algo superior a la finita energía blanca de la que Abedarea empezaba a carecer. Si bien su poder estaba muy lejos de ser superado por los científicos de Hadem, no era suficiente para acabar con un reino infinitamente más grande que Abedarea. Si alguien proporcionase esta información a las autoridades de Hadem... sería el fin.
Audrey y Sira recorrieron un sinfín de pasillos y bajaron numerosas escaleras hasta llegar al segundo sótano, el más bajo de todos. Aquel lugar era todo un espectáculo: era como viajar en el tiempo, pues si bien el castillo estaba decorado de una manera muy moderna, el laboratorio parecía un lugar de por lo menos mil años más adelante. Nada más entrar, fueron recibidas por uno de los científicos que se encontraba trabajando cerca de la entrada.
—Bienvenidas: Audrey, Sira—¿Qué las trae por aquí?
—He venido para hablar con Deri—contestó Audrey severamente.
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La Esperanza de Abedarea
Science-FictionNada es capaz, por mucho tiempo que pase, de hacer olvidar el amargo sabor de una derrota humillante. Hace mucho tiempo, la guerra sumió al mundo en la más caótica confusión que su historia pueda contar; y si bien en una guerra siempre ha de haber u...