Capítulo 1: Reunión.

23 2 0
                                    

—Los suministros de energía blanca se están agotando. ¿Qué coño vamos a hacer, Ren? No finjas que todo va bien, no disimules que acabaremos bien parados. 

—Comandante, en serio, tranquilícese. Ellos nunca se enterarán de que nuestros recursos están llegando a su fin. Mientras sigamos vendiéndoles tecnología anticuada, no se atreverán a atacar de nuevo.

—Ya se lo están planteando—dio un golpe sobre la mesa—. Son conscientes de que tenemos tecnología superior a que les ofrecemos, y cada vez nos exigen más y mejor. No tenemos nada para darles que supere lo que ya les hemos dado más que la energía blanca. Y sabes de sobra lo que supondría que Hadem la descubriera.

—Puedo imaginarme la escena: obligarían a cientos de miles de personas a someterse a una extracción de energía. No sólo eso, sino que el planeta se tornaría entero del color de la maldad. Nosotros desapareceríamos. La desventaja que tenemos en número sólo se consuela con nuestra ventaja tecnológica. 

—Hijos de puta de Hadem... 

—Se nos ocurrirá algo, Comandante. Estoy seguro. Si hemos aguantado ya tres años, podremos aguantar más.

—¿Cúantos más, Ren? ¿Cuántos más...?

Debido al problema que inquietaba al castillo de Abedarea, la comandante Lilith, máxima autoridad del reino de Abedarea y de la antigua Élite de Batalla, siendo su número uno,  convocó una reunión de emergencia en la sala de reuniones de la fortaleza. Estaban obligados a acudir todos los habitantes del reino, a excepción de la A.C.M, que debía seguir trabajando sin pausa. ¿Cómo caben todos los habitantes de un reino en una sola habitación? Fácil: los únicos habitantes del reino excluyendo a los científicos de la asociación, que apenas contaban unas decenas, eran los miembros de la Élite de Batalla: nueve soldados que lo dieron todo por salvar su reino.

El día de la reunión, Lilith explicó al resto de soldados el problema que ya todos se temían. Tomó inicio un debate entre las dos opiniones sobre qué hacer al respecto...

—Lo único que podemos hacer, como la comandante bien ha argumentado—explicaba Ren, número dos de la Élite—, es presionar a los científicos maestros  para que construyan nueva tecnología sin relación a la energía blanca que comerciar. No hay más opciones a barajar.

—Me esperaba más de usted, comandante—rió Audrey, otro de los soldados de Élite presentes y su número cuatro. Era conocida por su inigualable valentía y le tenía cierto odio a su comandante debido a sus diferentes ideologías a la hora de combatir.— ¿Todo lo que se le ha ocurrido es explotar aún más a los pobres científicos? Te recuerdo que si sobrevivimos es gracias a ellos, ¿y pretendes presionarlos más?

—Bien, aquí llega la defensora de los putos científicos. ¿Se te ocurre entonces otra idea mejor?—le rebatió Lilith.

—De hecho sí—intervino Vander, número siete de la Élite. Conocido por ser el cerebro de la Élite, ayudaba a la comandante con estrategias de batalla. Sabéis lo que viene ahora: frío y calculador—. Desconfiáis demasiado de vuestras habilidades. ¿Por qué no tan solo les vendemos energía blanca?

Ren dio un fuerte golpe sobre la mesa para cortar a Vander.

—¿Me estás diciendo que tu idea es destruirnos nosotros mismos?

—Los científicos están hartos de nosotros. Se sienten explotados. El único motivo por el que siguen adelante es porque no tienen otra opción si quieren sobrevivir. Hacerlos trabajar aún más podría ser la gota que colme el vaso. Podrían traicionarnos y empezar a trabajar para el reino de Hadem si allí les prometen unas mejores condiciones.

—¿De verdad crees que Hadem no los explotaría?—replicó de nuevo Ren.

—¿De verdad crees que Hadem no es capaz de pagarles grandes cantidades de dinero a cambio de nuestra tecnología y por consiguiente nuestra derrota?—argumentó Vander, a lo que nadie pudo plantar cara pues tenía razón.

Todos se quedaron mirando durante unos momentos hasta que tomó la palabra Lenny: número cinco de la Élite. Conocido por su espontaneidad e inquietud ante cualquier situación, no fue capaz de mantenerse en silencio.

—Lo siento, Audrey, Vander, pero estoy de acuerdo con la comandante. Si bien es cierto que nuestra supervivencia se debe al trabajo de los científicos, la suya también se debe a la defensa que nosotros les proporcionamos. Su capacidad de combate no puede ni siquiera compararse con la de cualquiera de nosotros. Nosotros somos la flor y nata de en batalla de todo el mundo, y ellos no podrían defenderse sin nosotros. 

—Ellos no nos traicionarían... no se unirán a Hadem por dinero—intervino Sira, número seis de la Élite. La más joven de la Élite y la más inocente, pero no por ello menos fuerte, sus habilidades con las espadas dobles de energía blanca son insuperables—. 

—Por supuesto que lo harían. No es sólo dinero, es su supervivencia. —Lilith suspiró y dirigió su mirada hacia el número ocho— ¿Y tú, tienes algo que objetar?

El número ocho le correspondía a Dasped, hermano de Ren y el soldado más veterano de la Élite. Incluso siendo reconocido por todos como el más fuerte de la Élite después de la comandante, él nunca ha estado satisfecho con sus resultados y dedica la mayor parte de su tiempo a entrenar y volverse más y más fuerte él mismo, lo que le ha hecho desarrollar una personalidad muy solitaria. 

—Todo lo que tengo que decir es que el número tres y el número nueve no se han presentado.

—Y nunca lo hacen. No sé que coño les pasa—añadió Audrey—. Pero la comandante siempre permite su ausencia. ¿Cuánto te pagan, Lilith?

—No me pagan absolutamente nada, y será mejor que te calles.

La comandante nunca explicaba sus motivos de las ausencias del número tres y el número nueve en las reuniones. Dichos números correspondían a Arch y Aura, respectivamente. Nunca acudían a las reuniones generales y ni ellos ni la comandante dieron jamás explicaciones del por qué.

—Estoy harta de que ellos puedan tomarse el día libre mientras yo tengo que estar aquí. ¡A la mierda! Yo me voy—Audrey se levantó y abandonó la habitación con un portazo de tal potencia que hizo temblar la lámpara de araña que iluminaba la moderna sala—.

A Lilith no pareció importarle y su rostro mostraba más indiferencia que enfado. Acto seguido al abandono de Audrey, la comandante tomó la decisión por su cuenta de pactar un trabajo más duro por parte de los científicos a cambio de una mayor cantidad de suministros. 

                                                                                              ~~~

—Hermano, ¿tú estás de acuerdo en la venta de energía blanca a Hadem, verdad?

...

—Tú nunca has sido así. No podemos rendirnos ahora. 

                                                                                              ~~~

En algún lugar del castillo, podía escucharse una melodía proveniente del combinado entre un piano y un arpa.

—Sería perder el tiempo—hizo una breve pausa e hizo sonar un profundo "do".—A la comandante le da igual lo que los demás queramos.

—Tienes una idea equivocada de la comandante. Simplemente tiene otros problemas de los que preocuparse.

—¿Y qué hay más importante que Abedarea ahora mismo?

—El mundo entero. Conozco a Lilith. Ella tiene planes que no contará hasta el momento de su ejecución...






La Esperanza de Abedarea Donde viven las historias. Descúbrelo ahora