Capítulo 4

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Mañana empiezan las clases, ¿quién me iba a decir que estaría nerviosa por ir a un sitio parecido al colegio? Era extraño, ¿a quién quiero engañar? La rara soy yo. Últimamente estoy absorta en mis pensamientos y no pienso con claridad. Me da la sensación de que Paula va a encontrar a su chico ideal nada más entrar y yo me voy a quedar allí de sujeta velas. Y no quiero que eso pase, primero porque nos quitará tiempo de divertirnos juntas, segundo, le quitará tiempo de estudiar, que se supone que es lo más importante, y tercero, ¡la que quiere un novio soy yo, no ella! Ya sé que es un sentimiento bastante egocéntrico y egoísta, pero ponte en mi lugar ¿y si me quedo sola? ¿Y si se olvida de mí? ¿Y si...?
—¡Paula! —grité como si me fuera la vida en ello, estaba nerviosa y sudorosa. Acto seguido, me incorporé rápidamente como si de una película de terror se tratara.
Me di cuenta de que era de noche, aún no había amanecido. Miré el reloj, eran las 3:30h de la mañana... ¡Mierda, me tenía que volver a despertar a las 7h! Me volví a tumbar en la cama y me dormí rápidamente.
Ese mismo día por la mañana.
—¡Selena, despierta de una vez! ¿De verdad quieres que lleguemos tarde el primer día de universidad?
¡Menudo despertar! Paula tenía una jarra llena de agua, seguramente congelada, que estaba a punto de derramarme en la cara. Por lo visto, había estado un cuarto de hora llamándome. Tenía las persianas levantadas hasta arriba, las ventanas abiertas al máximo y yo seguía dormida. Hasta había puesto mi música favorita a todo volumen. Debí de poner mal el despertador...
—¡Oye! ¡Esa jarra donde no la pueda ver! —respondí al segundo de observarla.
—Está bien, pero levántate de inmediato y vístete rápidamente.
—Vale... ¿Y qué me pongo? —pregunto insegura.
—Lo mismo de ayer, que ibas muy mona.
—Me manché la camiseta, ¿no recuerdas?
—Es verdad... Pues ese mismo pantalón, la camiseta y las botas de agua que ha llovido.
—Vaya empezar...
—Ya te digo.
—Ni que estuviéramos gafadas.
—¡Oye! Por mí no lo digas que yo tengo muy buen karma.
—Ja, ja, ja, ¡eso es lo que tú te crees!
—Que capulla eres...
—Y orgullosa.
—Idiota.
—Pero me quieres y lo sabes.
—Sí, sí, seguro.
—Que mal se te da mentir.
—¿A mí? Para nada.
—Anda vamos a desayunar.
—Sí, que de tanto llamarte me ha entrado un hambre...
—¡Qué exagerada eres!
—En verdad, estoy nerviosa. Esto de no estar en la misma clase...
—Ya...a mí me pasa igual.
Después de esta inesperada, como divertida discusión, nos preparamos un gran desayuno, para ir con fuerzas a nuestro primer día del que ninguna sabría que cambiaría nuestras vidas.

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