Me quedé absorto en mis pensamientos, relajado, tumbado en la cama boca arriba esperando a que la molesta vigilante de todos los días me avisara para que fuera a las cabinas a llamar por teléfono.
Después de dos años que llevo aquí encerrado no se han enterado de que no tengo familia. Mi padre nos abandonó a mi madre y a mí sin razón aparente. Ella me contó lo que pasó pero no he terminado de creerla. Aunque no tengo otra opción, ella murió y no hay nadie más que viva para contarlo. Nací en Norilsk, Rusia; mi madre Olga, estuvo allí viviendo cinco años debido al trabajo que tenía y en cuanto nací nos fuimos de allí. Esta ciudad es una de las más contaminantes del mundo y el clima es bastante extremo, en invierno alcanzaban los termómetros los treinta grados bajo cero, por lo que mi madre no se arriesgó y nos mudamos a Helsinki. Allí no duramos más de tres años, la siguiente parada fue Cracovia, en Polonia. Pero Olga quiso que estudiara en Rusia, así que nos mudamos de nuevo, a Oryol concretamente. Sí he sido una persona sin hogar fijo hasta ahora.
Mi padre Diego, era militar español y conoció a mi madre cuando estaba de misión en mi ciudad natal. No le recuerdo muy bien, solo he visto cuatro fotografías suyas pero en mi vida le he conocido.
Cuando terminé el colegio fui al instituto pero no me fue muy bien, Olga entró en depresión por unos problemas médicos y como no había nadie en casa en esos momentos y la tentación de las malas compañías llamaba a mi puerta, no tuve otra opción que salir todos los días con mis amigos. Tampoco tenía mucho dinero ni sabía dónde lo escondía mi madre, así que empezamos a robar en pequeños comercios. Todo era pura diversión y adrenalina hasta que nos pillaron y nos metieron en un centro de menores durante un año y medio. Eso a mi madre no le gustó nada y con el paso del tiempo mi personalidad cambió y empeoró a la par que su salud. Dejé el instituto y empecé a ganar dinero trabajando, para pagar el tratamiento, pero no era suficiente así que cuando me ofrecieron un puesto de traficante no lo rechacé. A partir de aquí todo se fue complicando y este estilo de vida creció conmigo. Me obligaron a hacer cosas de las que no estoy orgulloso y no quiero contar ahora mismo. Solo mencionaré el recuerdo de todos y cada uno de los rostros sin vida que permanecían en el suelo. Sueños perdidos, almas en pena, adolescentes que consumían droga y debían saldar cuentas con la banda a la que pertenecía. El resto fue por un descuido.
Como conclusión a todo esto, vivo en una mentira. No puedo confiar en nadie, me tengo que creer lo que me cuentan y tengo que soportar imbéciles las veinticuatro horas del día, no puedo irme del reformatorio, que aunque lo nombren así, no deja de ser una cárcel para menores y nosotros no dejamos de ser delincuentes, asesinos, ladrones o violadores. Estos últimos los menos respetados; todos hemos hecho algo que no debemos para estar aquí, pero esos tipos son tratados como lo que son: la escoria del centro.
Levanté la cabeza del duro colchón y mi mirada se dirigió a la persona que acaba de abrir la estridente puerta del dormitorio.
Mi compañero de habitación Daniel, un chico de diecisiete años, moreno de pelo oscuro, con los laterales más cortos que la parte superior de la cabeza y el pelo de la frente ligeramente peinado hacia abajo. Un piercing rodea el orificio izquierdo de su nariz y unos tatuajes descoloridos adornan su espalda y su brazo izquierdo. Le vi cerrar la puerta y dirigirse a su cama sin abrir la boca, sin mirarme siquiera.
¿Qué pasa? Pregunté levantando mi tronco levemente apoyándome sobre los antebrazos. –¿Ya no te ríes tanto eh? –Insistí vacilante. Hasta hace unos minutos estábamos hablando sobre su condena, cuando cumpliera los dieciocho años le iban a echar del centro. Y claro que lo van a hacer, pero aquí en España te mandan a la cárcel hasta que cumplas los años que mandó el juez.
No lo he dicho, ¿no? Olga decidió que ya era hora de que cambiara mi actitud y venimos aquí a vivir. Allí en Rusia la vida que llevaba era nefasta, pero me separó de lo que más quiero en este mundo: mis amigos, mi única familia. Y eso a mi madre no se lo perdoné, mi comportamiento no cambió, ni podrá cambiar nunca, por mucho que me esfuerce.
Lo que no me perdonaré jamás a mí mismo es que mi madre haya muerto y haya enfermado por mi culpa. No pude despedirme de ella, no he visto más lugares de España que mi barrio, llevo aquí encerrado mucho tiempo y en parte me merezco no haberme podido despedir de lo más preciado que tenía en esta vida.
–No me hables ahora Niko. –Le seguí con la mirada sin moverme, viendo cómo retiraba con brusquedad las sábanas para tumbarse en la cama de al lado y cubrirse con ellas hasta la cabeza.
Me levanté y me fui de allí antes de que se durmiera. La puerta de la habitación hace bastante ruido y a Daniel se pone como una fiera si le despierto, literalmente, además ahora mismo no me apetece discutir con nadie. Y eso es raro, porque me encanta sacar de quicio a las personas.
Cuando llegué al largo y ancho pasillo, caminé hacia el lado derecho con la intención de salir al jardín pero la puerta de cristal estaba cerrada con llave. La intenté abrir varias veces pero fue inútil.
Un vigilante de pelo oscuro que andaba por allí cerca me llamó la atención cuando le pegué un golpe fuerte a la puerta con el puño cerrado. Se acercó a mí y al verme, el rostro le cambió por completo, como si de un fantasma se tratara o como si me tuviera miedo; pero no le culpo, yo si fuera él también lo tendría.
–No podemos dejaros salir ahora, vuelve a tu habitación. –Dijo mirándome fijamente, intentando desafiarme con la mirada. He de decir que le tienen bien enseñado. Puedo notar perfectamente cuándo un trabajador es nuevo, y no porque no le haya visto antes.
Siempre intentan hacerse respetar y no se dan cuenta de que olemos el miedo como si fuéramos depredadores. Es normal, no estamos locos, al haber vivido en condiciones extremas tenemos capacidades que una persona que ha tenido una vida tranquila no sabe percibir.
También sé que les advierten y les informan para poder tratar con los más difíciles o los más fríos. Y claro que yo soy uno de ellos. Todavía no entiendo esa jerarquía pero yo entro en ella.
Mi mirada no se desvió de la suya, ni siquiera para observar la mosca que se posó sobre su hombro derecho. El hombre de pelo negro, atusó la mosca y giró su cabeza un segundo. Cuando creía que se iba a rendir definitivamente, volvió a girarse hacia mí con la mirada más desafiante que la vez anterior. Yo seguía sin moverme, el tío era pesado y no se iba.
-¿Te crees que te tengo miedo? –Dijo sin apartarse de mí. Mi respiración continuaba tranquila y severa, pero a esta distancia de metro y medio podía escuchar a la perfección los latidos de su corazón cada vez más acelerados. Se estaba poniendo nervioso, y esto cada vez me gustaba más.
No le respondí y el hombre iba a volver a abrir la boca pero la voz del director le interrumpió. Era un hombre medio calvo, con el pelo gris, sin llegar a blanco.
-¿Algún problema por aquí? –Se acercó más a nosotros captando nuestra atención. –Ninguna, me estaba explicando porqué están cerradas las puertas del patio exterior.
–Dije con una expresión neutra. El director siguió hablando con él y yo di media vuelta con la intención de no repetir ese momento incómodo pero este me volvió a llamar.
–Nikolai, espero que os hayáis conocido bien porque Antonio estará aquí trabajando con nosotros bastante tiempo.
Mi expresión no cambió, les miré a ambos esperando algo más de su parte y efectivamente como yo pensaba, el director me buscaba para algo.
–Por cierto ayer ingresó un chico nuevo, es bastante joven y está muy asustado, suerte. –Lo di por entendido, la mayoría de las veces me llaman para animar a los nuevos. No es algo muy normal pero me castigaron por desobedecer y tengo que cumplir con ello. En realidad nunca se hacer esto, y tampoco les sirvo mucho de ayuda. No me gusta ver a los críos llorando, me abruman.
–Ahora va a empezar el taller de psicología de la doctora Mínguez, el resto estará allí, cuando termines os acercáis. –Cuando concluyó colocó su mano sobre mi hombro pero me aparté como acto reflejo. No soporto que me toquen, necesito espacio vital. Ellos dos se miraron mutuamente y yo me fui definitivamente de allí, a buscar al chico nuevo.

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Entre 4 paredes
ParanormalHistoria basada, parcialmente, en hechos reales. LAS IMÁGENES PERTENECEN A PERSONAS DESVINCULADAS CON LOS HECHOS. Los personajes son inventados. # TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS #