CAPÍTULO 3

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No me moví de allí, me quedé quieto sin intención de ir a comer. Hasta que escuché mi estómago rugir. Me levanté del césped y recorrí de nuevo el jardín, desde la otra punta. Cuando llegué estaban la mayoría sentados, todos terminando de devorar la comida de la bandeja.

Fui hasta la mesa donde echaban la comida y cogí una bandeja. De postre casi siempre hay lo mismo, yogur y fruta para escoger lo que queramos. Cuando terminé de pasar por la mesa me fui a sentar al primer lugar que vi libre. Los bancos eran de nueve personas pero en esa mesa solo quedaban cuatro todavía comiendo.

Levanté la vista de la bandeja y revisé la estancia de un extremo a otro, en busca de alguno de mis amigos. Allí solo quedaban rostros conocidos y algún que otro panoli con ganas de bronca.

De pronto, mis ojos atravesaron aquella mirada que parecía buscarme a cada minuto. Ella apartó la vista rápidamente y continuó hablando con la doctora y el resto de trabajadores y profesores que comían en su misma mesa.
Me quedé pensativo, sin comprender qué quería de mí aquella chica que no aparentaba ser mucho mayor que yo. Parece que me estaba buscando para algo.

Cuando terminé de comer no quedaba casi gente en la sala, tampoco había muchos profesores. Dos, sin contar la chica extraña que no dejaba de acosarme.

Me levanté y dejé la bandeja apilada junto con el resto en un carro y realicé la misma acción con los cubiertos.

PVO Annabelle

Cuando no quedaba nadie en el comedor salimos y dejamos a los encargados de la cocina hacer su trabajo. La doctora, quien me acompañaría durante la primera semana para orientarme, se quedó hablando con otro enfermero en el pasillo. En ese momento no quería entrometerme en su conversación así que decidí dar una vuelta por los pasillos por mi cuenta. Desgraciadamente me equivoqué tomando esa decisión. Empecé a escuchar voces masculinas al otro lado del pasillo y me iba a acercar para ver lo que pasaba pero al girar en la esquina me quedé estática al ver a un chico de piel oscura empujando contra la pared del pasillo al rubio prepotente de la sudadera roja. Mi respiración se cortó y mis pies rápidamente retrocedieron, escondiéndome en la pared que hacía esquina para que no me viesen.

Podría acercarme para interrumpir la escena pero no era capaz. Simplemente no podía acercarme arriesgándome a que el moreno me clavara la navaja a mí o al chico rubio que estaba amenazando. Las voces se transformaron en susurros, aún así audibles desde la posición en la que me encontraba. Lo que más me sorprendió fue la tranquilidad con la que el rubio trataba con el otro, y más sabiendo que en cualquier momento el moreno le clavaría el objeto punzante en su abdomen.

-¿Quieres que eso ocurra Niko? En menos de unas horas acabaría contigo sin que nadie sospechara. -Asomé levemente la cabeza para poder ver lo que ocurría sin que me pillaran. -Ya puedes darte prisa y pagar todo lo que me debes. No es fácil conseguir cosas de fuera maldito blanco.

-Yo no le debo nada a nadie, ya le pagué a Marco lo que faltaba. -Su voz era tan fría que se me pusieron los pelos del brazo de punta. Aunque no sé con exactitud si fue por eso o por haber escuchado salir de su boca el nombre de mi hermano. Marco llevaba encerrado unos meses porque le pillaron robando. No es precisamente un buen chico, pero no tenía nada que ver con ellos, asesinos que viven sabiendo que han terminado con la vida de una persona. Lo que más me sorprendió es que él tuviera algo que ver en todo esto.

Mi corazón se paró un segundo, cuando mi móvil comenzó a sonar llamando mi atención y la de esos dos chicos que ocupaban ese pasillo. Las voces se dejaron de escuchar y aunque ya sabía que lo habían oído corté la llamada sin saber quién había sentenciado mi muerte. Los pasos cada vez se acercaban más y por alguna extraña razón mis piés no se movían de aquel lugar, me quedé estática, manteniendo la respiración a la espera de un milagro.

Entre 4 paredesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora