Cubículo

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Tras bastante tiempo sin ver a mi pareja, aquel día iba a verla. Y qué decir que ambos estábamos muertos no solo por besarnos, sino por demostrarnos pasión donde tuviese que ser. Y ya tenía la amenaza de, tal vez, poder salir 'seco' de donde quisiese que fuésemos a ir. Pero lo que no sabía era que iba a ser como fue.

El tren deceleró hasta pararse. Bajé y allí estaba esperándome. Fui con ella sonriente y se lanzó a mis brazos, besándome con pasión y cariño. Nos abrazamos, y lo primero que pude decirle fue- No sabes cuánto os he echado de menos a ti, a esos labios que me encanta besar... -Y, añadiendo privacidad al asunto, empecé a bajar la voz- Y a ese cuerpo tan excitante y que tanto me excita...

Esas palabras parecieron activar el líbido ajeno, viéndose ojiplática a la que compartía noches enteras conmigo. Los entrecerró y mientras reía entre dientes, susurró- Anda, calla y vámonos...

Subimos por las escaleras, viendo pasar a nuestro alrededor incluso mujeres de poco vestir y mucho desnudar. El ambiente, había que decirlo, estaba algo calentito. Mas cuando ella me pidió ser acompañada al baño, prometo no haber pensado en nada extraño. Sus palabras fueron- Acompáñame al baño, que tengo un ligero problema...

Llegué en su compañía a aquel habitáculo con cuatro puertas que daban a baños, desocupados todos. Me hizo entrar y dije- Hey... Cualquiera diría qu- No pude hablar más. Sus labios se fusionaron con los míos, habiéndose chocado como un meteorito contra la tierra vasta que eran mis labios. Me empujó en uno de aquellos cubículos y, tras hacer una muda mueca al ver algo sucia la taza, negó y advirtió- No te creerás que voy a dejar que te sientes ahí... Si no nos hace falta... -De un salto se montó encima de mi, agarrándose con sus piernas a mi.

El instinto fue su salvador, ya que le agarré de sus nalgas por el mismo, que ni que decir me volvían loco, y ella se limitó a apartar aquella falda que llevaba un poco y nada más concluir, repitió la acción con sus bragas. Luego, como si fuese una espadachina, desenfundó mi sable sin tan siquiera estar preparado y se hizo apuñalar, abriéndose la carne paso entre la carne. Sus manos me lanzaron la vista a sus pechos, que descubrió, permitiendo así que dos perlas, o dos joyas, de carne estuviesen a mi alcance visual. Mientras notaba como ella empezaba a moverse, yo todavía estaba hipnotizado en aquellos sensuales pezones.

Me distraje en sus ojos y me permití el lujo de hablar, ya que nadie me conocía allí donde había viajado- De aquí saldrás... Pero no sin antes haber derrumbado un edificio a gemidos.

Sus golpes de cadera, que antes solo eran caricias, se habían convertido en la ida y la vuelta de unas caderas que botaban y, con ellas, unas nalgas y unos pechos exuberantes. Si hubiese sido creyente, habría gritado "Dios bendito". Y de hecho, como no lo era, solo lo dije en voz alta. Ella sonrió feliz de que, con su, según sus pensamientos carentes de autoestima, cuerpo feo, fuese capaz de ponerme tan a mil. Sin embargo, me faltaba tiempo tras verle esos senos o su trasero y necesitar encargarme de mi amigo obsceno y duro.

Centré mi mirar en las masas de carne que tenía ante mis ojos. Tarde menos en empezar a lamer y succionar sus pechos, aureolas contra labio y dientes o lengua contra montaña dura de zona erógena femenina, que un gallo en cantar. Ella parecía no querer que parase, ni tampoco quería parar, lo sabía. Y es que con esos movimientos nos volvía locos. Ella gemía en alto aun, a mi juicio, siendo una de las mayores locuras del universo. Nos encantaba y, en el instante que me sentía ir, ella no necesitó oírme decir nada pues nos sincronizábamos.

Liberé tanto como necesitaba y, tras recolocarnos, nos fuimos a seguir en casa.

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