Capítulo 7

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Rachid estaba sentado en el piso, al lado de la camilla donde me encontraba acostado. Se dio cuenta que había despertado cuando intenté quitarme la vía en mi brazo.

—Cálmate viejo —dijo; se levantó de un salto para sujetarme las manos.

—¿Qué demonios pasó? —le pregunté; mi voz sonaba débil y me dolía la garganta. Una horrible presión me oprimía la cabeza.

Luego de apaciguar mi intención de levantarme de la cama, me explicó que llevaba dos días inconsciente en el hospital.

—... En la madrugada te paraste convulsionando, empapado en sudor y sangrando a chorros por la nariz. Harold fue el primero en darse cuenta de tu ataque. Te atendimos hasta lograr calmarte un pelo y nos vinimos de inmediato al hospital.

Intentó continuar hablándome sobre lo difícil que fue para que me atendiera un doctor, pero lo interrumpí para preguntarle por Emely.

Su expresión confirmó amargamente las sospechas que rondaban mi mente.

—Con todo el alboroto lo único que hicimos fue atenderte y traerte rápido al hospital. Busqué a Emely en el dormitorio, pero no estaba. No sabíamos qué mierda te estaba pasando, así que decidí traerte de una vez.

Hubo un momento de silencio. Para mí era evidente lo que venía a continuación.

—Harold se quedó a esperar que Emely apareciera, pero parece que se marchó. Por lo visto fue a primeras horas de la madrugada. Las chicas dicen que la vieron acostarse esa noche cuando lo del cuarto de costura, pero al despertarse por el alboroto de tu ataque ya Emely no estaba en su cama.

—Sácame de aquí Rachid —Le pedí y me miró desconcertado.

—Viejo, aún nadie sabe qué es lo que tienes. Te tomaron unas muestras de sangre y estaban esperando a qué despertaras para hacerte una resonancia magnética.

—Me lo imagino, pero te aseguro que no es nada que puedan encontrar en unos exámenes. Sólo ayúdame a salir de aquí. Por favor.

Rachid insistió nuevamente en esperar a que me hicieran el chequeo. Le mentí diciendo que era algo por lo que ya había pasado antes, y que nunca encontraban nada. Sé que no me creyó, pero igual decidió ayudarme a salir.

Se enfrentó a los enfermeros que intentaron retenerme en la habitación. Tan sólo mirarlos a los ojos con expresión seria y el cuerpo erguido, Rachid les dejó más que claro que nos marchábamos.

En el camino de regresó a Iwasú, le agradecí a por haberme sacado. De resto, permanecí en silencio durante la mayor parte del trayecto. Hice lo posible por mantener mi mente serena. Cada tanto, el cansancio me ganaba y terminaba por quedarme dormido.

Al llegar a Iwasú, no pude reprimir por mucho más lo que sentía; una sensación de pérdida profundamente arraigada en mi pecho. Me acosté en el dormitorio y dejé que las lágrimas brotaran. Necesitaba drenar, aunque sea un poco, la tristeza que me recorría por dentro.

Cuando cayó la noche, recordé el lienzo que Emely me había envuelto en papel, y del que me había pedido que no abriera hasta el día siguiente.

Lo busqué entre mis cosas y al desenvolverlo, las palabras de Rachid fueron lo primero que atravesó mi mente.

<<... Al final todo es su decisión>>

Sobre el lienzo, estaba pintado una escena peculiar: Una chica parada en medio de una encrucijada. El camino de la izquierda se hallaba completamente desolado, el opuesto de éste, por el contrario, estaba repleto de personas. Mientras que en el de la parte superior se observaba un entorno lúgubre; cubierto de sombras acechantes, jaulas, cadenas y demás. Por último, en el camino de la parte inferior, un charco de sangre parecía drenarse en medio de un agujero en la tierra.

La Resolución del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora