2.

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Segundo capitulo.


Narra Géminis Masculino:



Me desperté exaltado. Caí en un profundo sueño apenas puse un pie dentro del auto.

Me tomé mi tiempo para inspeccionar mis alrededores. Todo seguia igual. ¿Cuanto tiempo me dormí? Realmente no lo sé.

-Géminis, ya casi llegamos-. Soltó aquella extraña señora.

-Bien, sabes... ¿Cuanto tiempo me dormí?

-No mucho cariño, unos cinco minutos tal vez.

Probablemente piensen que estoy demente, y no los culpo, tambien pensaría eso mirandolo desde afuera. Un adolescente herido, una señora desconocida, un viaje en auto a su casa. Si, absurdo.

El poco tiempo que quedaba hasta su casa pasó. Ahora estabamos frente a su casa, vaya hogar, resultó ser semejante mansión. La desconfianza que en algún momento tuve, se esfumó, dejando confianza y entusiasmo por entrar a aquella mansión.

-Cariño, ¿Quieres adelantarte? Puedes ir entrando, yo voy a guardar el coche en el garage.

-Eh... ¡claro!-. Exclamé. Y bajé rapidamente del lujoso coche.

Caminé cautelosamente por la especie de jardín que me separaba de la entrada. Dirigí una ultima mirada hacía la señora.

Y lo unico que conseguí ver, fue a la maldita anciana encender el auto y largarse como si una horda de zombies la persiguiera. ¡Maldita sea! ¡Que mierda! ¿Esto era una puta broma o que demonios?

-¡Que maldita mierda!-. Grité. Y acto seguido le lanze una patada a una planta que estaba por allí.

-¡Hey idiota!-. Escuché una voz bastante grave y entonces giré sobre mis talones para ver a un tío.

-¿No te enseñaron a no romper las cosas agenas?

-Lo siento, sabes, no tengo un buen día.

-Bien ese no es mi problema hermano, solo... no rompas nada, adios.

Y acto seguido me cerró la puerta en la cara, dejandome con la palabra en la boca, sin poder pedirle ascilo o algo así. Escuché murmullos detras de la puerta y el cerrojo se movió, dando lugar a una puerta abierta y una extravagante morena salió con una sonrisa plantada en el medio de su rostro.

-Lamento su comportamiento, es un completo idiota.

-Si, eso ya lo he notado cariño.

-Aries, llamame Aries-. Vaya nombre, tan extraño.

-Sabes... "linda", no me interesa como te llames, solo quiero entrar a la casa, y si no te molesta, eso voy a hacer-. Lo sé, lo admito, fuí grosero, pero situaciones así colman mi paciencia.

Entonces la expresión de la llamada "Aries", cambió notablemente, de modo que de una sonrisa paso a una faceta de pocos amigos, muy peculiar. Despeiné mis cabellos, y comencé a caminar hacia la puerta principal. Pasé por su lado, ignorandola.

12Donde viven las historias. Descúbrelo ahora