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Cuando tenía cinco años, mi mamá se reunió con su mejor amiga de la Universidad, a la cual no había visto en años hasta que decidimos mudarnos de Kyoto a la capital.

Había pasado un año desde que ella y papá se habían divorciados y no recordaba mucho si a esa edad me había afectado o no; recuerdo muy pocas cosas de cuando era pequeña.

Sólo recuerdo que antes de mudarme a Tokyo, papá me había regalado un muñeco de un conejo de felpa al cual llevaba a todos lados y era mi único amigo.

Hasta que conocí a mi primer amigo. Un niño de mi edad pero más alto que yo, cabello rubio y sus ojos de color ambar. Una enorme sonrisa en los labios, era un niño muy amigable.

Kise Ryouta.

Un niño amigable pero un total tonto que tenía muchas "novias" para sus cinco años de edad.

Muchos creían que yo también era su novia, pero lo contrario. Mi mejor amigo era como un hermano mayor para mi, además nuestras madres tuvieron la idea de que Ryouta me tratara como su hermana pequeña y siempre debía cuidarme de tal forma.

- Usagi-chii.- Me había llamado el pequeño Ryouta con una sonrisa antes de abrazarme.- Mamá me ha dado dinero para helados y quiero compartirlo con mi hermanita.

- Esta bien, Ryouta-nii.- Respondí.

Nuestras madres esa tarde, cuando teníamos siete años, habían decidido regalarse una tarde de compras y una larga reunión en el salón de belleza. Las hermanas de Kise había quedado en su casa, yo también quería eso pero mi mejor amigo hizo un berrinche para que yo también fuera con ellos.

Mientras las dos mujeres mayores se encerraba en el salón de belleza por quien sabe cuantas horas, Kise había tomado mi mano izquierda con su diestra, mientras mi mano libre sostenía al conejo de felpa contra mi pequeño cuerpo como si fuera una especie de "hijo" para mi, y de Ryouta quien había insistido en amarrar a su cuello un listón amarillo como su cabello con detalles en naranja como el mío.

Nos dirigimos al parque más cercano del salón donde se encontraban mi mamá y su amiga, un parque repleto de niños de nuestra edad, algunos perros sueltos que corrían por todos lados, personas sentados en los bancos charlando de las vidas y a lo lejos logré visualizar a un grupo de niños de mi edad o un poco más grande jugando un partido de baloncesto.

Eso había llamado mi atención mientras esperaba que Kise regresara con nuestros helados.

- Ten.- Mi mejor amigo me entregó un cono con helado de fresa y chocolate, provocando una enorme sonrisa en mi rostro antes de comenzar a comer del helado.

Nunca era de tener buenas ideas, Ryouta siempre había sido el de los juegos extraños, las aventuras por el vecindario, las pijamadas donde veíamos películas de terror (las cuales nunca veíamos más de la mitad ya que a esa edad todo nos asustaba) y todo lo divertido e interesante, hasta cuando me contaba lo que habia ocurrido en nuestro programa favorito era divertido cuando el rubio a mi lado lo narraba.

Éramos tan diferentes y por eso éramos mejores amigos.

Pero mientras Kise me hablaba de una discusión que había tenido con una de sus hermanas el día anterior, mi atención estaba por completo en los niños que jugaban al baloncesto en el parque.

Me parecía interesante aunque no sabía el porqué.

- Ryouta-nii, deberías jugar al baloncesto.- Recomendé a mi mejor amigo una vez que dejé de prestar atención al partido cercano a nosotros.

Kise no había entendido a que venía mi comentario, lo pude entender en su confundida mirada y con el cono de helados que por poco se cae sobre mi muñeco.

- ¿Tú dices? - Me preguntó mi mejor amigo frente a mi un tanto indeciso.

- Te verías bien, serías muy popular y muchas chicas estarían detrás de tí.- Le expliqué antes de comer un poco más de mi helado.

- No necesito jugar al baloncesto para conseguir una novia.- Me respondió con orgullo el niño de siete años.

Suspiré, Kise cuando quería podía ser un caso perdido.- Sólo digo.- Respondí.

Mis pensamientos habían vuelto a perderse, pero esta vez no sabía en que mientras seguíamos caminando por el parque de juegos hasta el momento en el que mi mejor amigo decidió ayudar a una niña en los columpios. Yo decía que fue a buscar una nueva "novia" y aprovechó de la niña que no tenía quien le ayude a columpiarse.

Creo que estaba tan metida en mi propio mundo que ni siquiera había escuchado el grito de unas personas cercanas a mi.

Y fue cuando reaccione en el momento que un enorme balón golpeó mi cabeza y me derrumbó contra el suelo del parque.

Dolía y mucho, mis ojos no tardaron más de tres segundos en humedecerse tras sentir que mis manos y mi mentón dolían; me había dado un fuerte golpe y lo único que vi fue a unos metros míos mi conejo de peluche sucio.

Iba a llorar en cualquier momento y desde pequeña había odiado llorar en público.

- ¡Lo siento! ¡Lo siento! - Logré escuchar una voz totalmente desconocida junto a una respiración agitada.

Y aunque quería llorar por lo mucho que me dolía las manos y la cara, logre levantar la mirada encontrandome con uno de los jugadores de baloncesto, logrando ignorar por completo el golpe del balón.

Su cabello negro y corto, sus ojos oscuros que mostraba una mirada llena de preocupación y pena, su cuerpo delgado y más alto que el mío, sus labios curvados en una mueca triste.

Me sentía demasiado rara y más cuando ese desconocido me ayudó a levantarme del piso y con un pañuelo limpio mi rostro sucio y las pequeñas manchas de sangre por lo raspadas que estaban mis manos.

Muchos adultos se habían acercado preocupados a nosotros, pero los ignoraba por completo al mirar al jugador de cabellos negros.

- ¿Te encuentras bien? - Me preguntó el muchacho una vez que había terminado de limpiar mis manos.

No podía responder, de mi boca no quería salir una respuesta así que sólo asentí con la cabeza.

- En verdad, lo siento. El balón se escapó de mis manos y te golpeó.- Intentó explicar el pelinegro aún apenado.

Desvíe la mirada, sentía mis mejillas arder y solamente pude mirar a mi muñeco de felpa en el suelo.- Usa-kun esta sucio.- Logré pronunciar al notar que mi peluche aún seguía en su lugar.

- ¿Es tuyo? - Me preguntó el niño desconocido, sólo asentí con la cabeza antes de que el jugador corriera en busca de mi peluche y lo entregó con cuidado. Lo tomé y me atreví a mirarlo a la cara.

Fue la primera vez que vi a un niño tan bonito como él y no sabía que decir.

Nos quedamos en silencio, él seguía apenado y yo parecía una tonta al no saber que decir. No recordaba antes haberme sentido de tal forma.

Y cuando pensaba agradecerle por ayudarme a levantarme y limpiar mis manos, a pesar de que él había sido el culpable, logré ver a Kise corriendo con desesperación hacía mí.

No recuerdo muy bien que ocurrió luego de ese momento, sólo que el entrenador del equipo de baloncesto regañó al pelinegro por su torpeza mientras mi mejor amigo me llevaba a donde estaban nuestras madres.

Pero luego de eso, nunca más lo volví a ver.

Nunca más volví a ver al niño del baloncesto.

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Espero que les guste y me dejen comentarios de que les parece.

Tampoco se olviden votar♡.

¡Nos estamos viendo en el siguiente capítulo!

Re-publicado: Enero '21.

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