—Toda la historia. Los antecedentes incluidos.
—Supongo que tendré que contártelo todo, desde el principio, para que tenga algún sentido. No es una historia muy larga, te lo prometo.
«Nací al otro lado del charco, en Berk, una pequeña isla perteneciente Noruega, hace 25 años. Berk es un bonito lugar para vivir, muy vinculado con la naturaleza. Es un área protegida por su ecosistema único, ¿sabías?
«También es un lugar muy anclado en las tradiciones. En las vikingas, concretamente. Se entrena a todo el mundo como bravos guerreros. Hasta hay pruebas de montañismo, sin instrumentos, solo con las manos, por supuesto; carreras por el bosque con los ojos vendados; o lanzamientos de hacha.
— ¿Lanzamiento de hacha? ¿Lo dices en serio? ¿A día de hoy? —le interrumpí, superada por la curiosidad.
— ¿Te ha llamado la atención? —cuestionó, entretenido por mi reacción. —Sí, lanzamiento de hacha. Al estilo vikingo, además. Pueden variar obviamente, pero las básicas rondan los 90 cm., y se caracterizan por su asta larga. Al estar hechas de hierro, pueden tener un peso... considerable —paró su descripción para analizarme. —Creo que se te daría bien.
— ¿No vas a decirme qué es una tarea muy peligrosa para una mujer? —pegunté con sorna, recordando el estúpido discurso que me habían soltado innumerables personas. Antes de que les mostrara cuan mortífero podía llegar a ser mi tacón, por supuesto.
— ¿Estás bromeando? —cuestionó, mirándome como si estuviera loca. —He visto cómo has derribado tú sola a esos tres hombres en una fracción de segundo. Te iría muy bien allí.
«Bien, ¿por dónde iba? ¡Ah, sí! Las tradiciones. Resulta que las seguimos tan al pie de la letra que todos los jóvenes, desde que cumplen los catorce años, deben aprobar el entrenamiento básico. Como resultado, se nos considera una isla militar. Algunos de los mejores estrategas y altos cargos de las fuerzas armadas noruegas proceden de la isla. Todo el mundo ahí es enorme, como un gigante, y puede destrozar troncos con sus propias manos.
—Un ejército envidiable —comenté, admirando de soslayo al joven que tenía a mí lado.
Algo en mi intuición, la misma que valoraba las opciones que tenía contra un oponente, me indicaba que él era más fuerte de lo que aparentaba con su pacífica presencia. Sin embargo, no se parecía en nada al prototipo que él mismo me estaba describiendo.
Por la expresión risueña y divertida de su cara, fue capaz de leerme los pensamientos.
—Sí, lo sé. No me parezco mucho a ellos. Me parezco demasiado a mi madre. Tan alegre, tan radiante, tan melodramática. —reconoció, rodando los ojos.
Sus comentarios me hicieron reír. Había perdido la cuenta de las carcajadas que habían abandonado mis labios esa noche, lo cual era extraño, porque estaba acostumbrada a mantenerme con una sonrisa pícara impenetrable.
—Aunque es muy buena con las armas, nunca ha seguido el patrón vikingo. Ha creado su propio estilo, se podría decir.
«En fin, gracias a mis obvias diferencias con el resto de estudiantes, ir a la academia fue muy difícil. Mi padre intentaba constantemente que siguiera su ejemplo, quizás para que no tuviera problemas en adquirir su título en un futuro, pero me sentía incapaz. Al igual que mi madre, simplemente no podía luchar como ellos.
— ¿A qué te refieres con título?
—Mi padre es el líder de Berk. Es el enlace directo entre el ejército y nuestra villa. Funcionamos como una unidad aparte. Casi podría decirse que somos un ejército privado. Él único que puede aceptar misiones y dirigirnos, es él.
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Mortal Night
Ciencia FicciónManhattan, Estados Unidos. Años 40. Desde que empezó su vida como detective, Astrid Hofferson jamás imaginó que se vería implicada en algo semejante. Todo comenzó el fatídico día en que salvo la vida a Hiccup Horrendous Haddock III, uno de los ma...