Aparte de un rápido parpadeo, samuel Randell la siguió mirando impasible.
-Estoy en una situación en la que necesito un marido se apresuró a explicar-. Si... si te casas conmigo, estoy dispuesta a venderte parte de mi rancho.
Nada. Ninguna reacción. Con un «no» bastaría. Pero aquel silencio era tan humillante...
-Al menos podrías tener la cortesía de decir algo.
-Comprenderás que me has pillado un poco desprevenido -se defendió, haciendo girar el sombrero entre las manos-. No me esperaba algo así.
-No vayas a imaginarte que voy por ahí pidiéndole a los hombres que acabo de conocer que se casen conmigo.
-¿Querrías contarme por qué has decidido pedírmelo a mí?
Andrea respiró hondo.
-Desde la muerte de mi marido hace siete meses, sus padres no han dejado de amenazarme con que iban a llevarse a mi hija. Tienen mucho dinero y mucho poder, y me marché de Denver porque tenía miedo de que fuesen a cumplir su amenaza. Por eso este rancho significa tanto para mí. Necesito un hogar para las dos. En este momento no tienen ni idea de dónde estoy, pero no tardarán mucho en averiguarlo.
Fue a la cafetera, llenó dos tazas y volvió la mesa. Atónito, samuel no podía dejar de mirar a su menuda vecina. Llevaba una falda que le permitía adivinar sus piernas, y una camiseta ajustada que se ceñía a sus pechos y a su cintura. El pulso se le aceleró y tuvo que morderse el labio con fuerza. Demonios... no había podido quitarse a aquella mujer de la cabeza durante tres días. No conseguía pensar en otra cosa. Tanto, que su viaje a Midland no había incluido la acostumbrada visita a Nita. Tenía que marcharse cuanto antes de allí. -Sé que tiene que resultarte bastante sorprendente que...
-Yo utilizaría una palabra algo más fuerte que sorprendente -contestó. Parecía tan frágil.
-samuel , no tengo otra salida.
Debería decirle que tenía muchas más salidas que casarse con un Randell.
-Además- continuó ella-, lo que te estoy proponiendo es un acuerdo comercial. Yo no quiero un marido, sino un hombre con el que impedir que me arrebaten a mi hija.
Ahí estaba el problema: Katie Rose. Había ayudado a nacer a aquella niña, y no podía permitir que nada ni nadie la hiciese daño.
-Te ofrezco la propiedad de dos fincas por cada año que sigamos casados. Podemos redactar un contrato legal.
Estaba claro que a ella todo aquello le resultaba tan difícil como a él. Quería hacerse con el rancho, sí, pero no de aquel modo.
-Mira, yo no soy la mejor persona para hacer algo así. No sería un buen padre. Andrea lo miró a los ojos.
-Eso no es cierto. Te he visto con mi hija -se acercó-. La única razón por la que te lo he pedido precisamente a ti es porque sé que quieres a Katie.
Pues él no quería quererla. Había intentado no hacerlo, pero la verdad era que la niña se le había colado en el corazón. Al menos con ella sabía bien qué terreno pisaba, pero ¿y con la madre?
-¿Qué clase de marido esperas que sea exactamente?
Andrea enrojeció inmediatamente.
-No, no. No espero que compartamos la misma cama. Es decir que no... no puedo esperar que tú... solo he querido a un hombre en mi vida, y ha muerto. Este matrimonio será únicamente por seguridad.
-Un acuerdo comercial -confirmó él.
Ella asintió.
-Pero hay una condición: tendrás que venirte a vivir a esta casa. Tenemos que parecer un matrimonio convencional, aunque solo sea para convencer a los Spencer y a un juez. Tu vida privada puede continuar como tú quieras -de pronto contuvo el aliento-. Dios mío, no había pensado que pudiera haber alguien. Si lo hay... si hay una mujer...
Él levantó las manos.
-No. Hace mucho tiempo que no hay nadie -confesó-. Pero sí hay algo que debo decirte -hizo una pausa sin dejar de mirarla a los ojos. Ojalá su expresión no cambiara cuando oyera lo que iba a decirle-. Mi apellido no tiene buena reputación por aquí. Mi padre no fue exactamente un ciudadano modelo y...
-Sé que a tu padre lo encarcelaron por robar ganado.
No pudo por menos que parpadear varias veces. ¿Es que alguien le había puesto ya en antecedentes?
-Así que me has investigado.
-Le he preguntado sobre ti al abogado de mi tía Lil, John Gilbert, y solo tuvo buenas palabras. Lo hice por Katie.
El asintió.
-¿Te dijo John también que tampoco yo he sido un adolescente modelo?
Ella asintió, conteniendo una sonrisa.
-Creo que me dijo que tus hermanos y tú erais de la piel del diablo hasta que Hank Barret se hizo cargo de vosotros y os obligó a volver al buen camino.
-Sí. Es un buen resumen.
Estaba entusiasmado. Así que conocía su pasado y aun así, le había elegido precisamente a él para que se casara con ella. Aunque no podía olvidar que no le quería a él, sino un marido. ¿Podría aceptarlo?
-Voy a necesitar un par de días para pensarlo -dijo-. Y tú también deberías recapacitar.
Ella suspiró y asintió.
-¿Cuándo querrías que nos casásemos?
-Lo antes posible. Si los padres de mi marido se presentan aquí, necesitaré demostrarles que tengo un buen hogar en el que criar a mi hija.
Samuel se levantó.
-Solo tengo una cosa que pedirte, andrea -dijo, incapaz de ignorar el dulce aroma que emanaba de ella-. Si decidimos seguir adelante, quiero que nadie conozca nuestro acuerdo. Para todos los demás, seremos marido y mujer.
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la alegria de amar
RomansaCuando samuel Randell ayudó a dar a luz a andrea Spencer, no podía ni sospechar que aquella chica tan testaruda estaba a punto de interponerse en su sueño. Madre e hija se acababan de convertir en las propietarias del rancho vecino, el mismo que s...