Capítulo 26

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Dedicado a pecado y golosa ¡las superequetequiero!


Llegó a su departamento en la madrugada, subió la escalera hasta el tercer piso, abrió la puerta y en la oscuridad camino hasta el sillón y se derrumbó. Cansada por lo ocurrido la noche anterior y por las más de cuatro horas de viaje de regreso a Carolina del Norte el cuerpo entero le dolía, en su cabeza un martilleo punzante no la dejaba en paz.

Solo quería tomar una pastilla y acostarse a dormir para escapar por un momento de la realidad.

Se levantó haciendo un esfuerzo y fue a su pequeña habitación, al encender la luz vio a alguien durmiendo, la otra persona se sentó de golpe y las dos gritaron al mismo tiempo.

—¡AHH!

—¡AHH!

—¡Casi me da un paro cardiaco del susto! ¿¡Qué estás haciendo aquí Clau!?— se lanzó a la cama a los brazos de su amiga.

—¿Qué, cómo, qué?— le dijo lanzándole una mirada soñolienta —llegué hace dos días— le respondió más lúcida —¿¡Qué haces tú aquí!?— notó que el cuerpo de su amiga temblaba —¿Jade? ¿Qué tienes?

Negó con la cabeza —¡Ay Clau!— la voz era entre cortada por la garganta dolorida y se aferró más a Claudia sintiendo una opresión en el pecho.

—Tranquila, tranquila. ¿Qué pasó amiga?

Le contó lo que sucedió: Megan, Rayder, su padre y la decisión de regresar a Carolina del Norte.

—Voy a ir a arrancarle los huevos de tajo a ese cabrón y hacerme un monedero con ellos— dijo  Claudia enojada mientras la abrazaba consolándola.

El comentario la hizo reír —Me alegra que estés aquí, necesitaba de mi mejor amiga.

—Somos casi hermanas y si te lastiman a ti lo hacen a mí también ¡y esa hija de su re putísima madre! ¡que ganas de ir a romperle todos los dientes a la estúpida esa!

—Porque Rayder no me dejó, si no le hubiera dado otro puñetazo. Con uno solo que le di cayó al piso como una puta regla, casi casi de película— recordarlo la hizo reír, por un segundo.

—Al menos no que quedaste con las ganas de romperle la cara. ¿Pero como es que Rayder la defendió después de toda la mierda que escupió la maldita desgraciada? Algo no me cuadra amiga, se me hace rarísimo.

—Todo se salió de control, yo perdí el control y quien lo pagó fue su pobre camioneta— rió con ironía —después de lo que le hice si algunas personas del pueblo dudaban que estaba media loca ahora ya tienen la seguridad— se tapó el rostro con ambas manos.

—Nadie te culparía por hacer lo que hiciste, si hubiera sido yo le prendo fuego a todo el pueblo. Estabas alterada por todo lo que te dijo esa hija del ano, no fue tu culpa.

—Es que me dolió mucho, que la defendiera después de todo lo que me dijo y encima que él haya sido el que le dio la idea a mi papá del internado, él arruinó mi vida.

—¡Oye! Ahí sí que no estoy de acuerdo contigo, tu y yo nos conocimos en el internado y si no te hubieran mandado jamás seríamos amigas. ¿¡O no te alegras de haberme conocido!?

—No seas mensa, ¡por supuesto que si! te quiero mucho, somos como hermanas.

—Y tampoco es que lo pasaras mal, nos divertimos mucho. ¿O qué no?

—Tienes razón. Gracias a que me encerró en el internado fue que nos conocimos. ¡Pero lo que más me duele es la mentira! me engañó Clau, ¿cómo dejar pasar algo así? Desde que nos volvimos a encontrar debió hablar con la verdad y no lo hizo.

La hija del GeneralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora