Capítulo 3

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Miró hacia el cielo pero las nubes eran del color de siempre; unas blancas y otras, al estar cargadas de agua, grisáceas. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. ¿Qué contendrían esas nubes para que fuesen tan peligrosas?
Continuó andando, regresó a la casa de su abuelo.

-¡Qué poco has tardado! -exclamó asombrado-. Ven a la cocina, vamos a preparar el bizcocho.

Fueron a la cocina e hicieron el bizcocho. Quedó muy bonito.

-Abuelo, he visto en la televisión que las nubes naranjas se acercan -anunció preocupada.

-Ah.

-Pero, ¿por qué son tan peligrosas?

-No lo sé. Contendrán algún virus.

Virus. Esa palabra le puso los pelos de punta. ¿Eso significaba, que si esas nubes se expandieran por todo el mundo, morirían? Se sacó esa idea de la cabeza inmediatamente. No quería ni pensarlo.
Fue al salón y encendió la pequeña radio. Buscó una emisora que diese noticias. La presentadora estaba haciendo una entrevista a un hombre sobre la nubes naranjas.

-Este extraño suceso nos tiene a todos muy alarmados, pero, ¿por qué, si solo son unas nubes naranjas, como las del atardecer? -comenzó diciendo la entrevistadora.

-Pues verá, esas nubes contienen... un virus. Un virus que si te toca mueres; si lo respiras también mueres. El virus se ha escondido entre las partículas de agua que llevan las nubes. Cuando las nubes bajan a la superficie de la tierra todos las respiran y tocan. Y no, no son como las del atardecer. Esas nubes bajan a la superficie de la tierra y se transforma en una avalancha de "agua naranja". No te da tiempo a huir. Entonces mueres en el instante. No hemos encontrado solución alguna pero estamos trabajando día y noche por encontrarla.

-¡Vaya...! Nos han dicho que las nubes se originaron en Rusia y ya ha fallecido media población, pronto se expandirá por el resto de continentes. ¿De cuánto tiempo disponemos?

-Esas nubes son rápidas y puede que a Alemania lleguen en... un día o dos. Por cierto, sé que muchos pensaréis que a los polos no llegaran porque el frío mata al virus. Pues sacaos esa idea de la mente. Esas nubes llegarán también allí y matará a quién esté, son inmunes al frío. Van a arrasar con todo lo que encuentren por el camino. Animales, plantas, hongos... Y también entraran a los edificios: por cualquier rendija, hueco, agujero... No hay nada que las detenga.

-¡Oh, por dios! Me ha asombrado mucho, herr Heydrich. Le entrevistaríamos en otra ocasión pero... creo que no va a ser posible. ¡Ja, ja!

La entrevista acabó y continuó con otras noticias. Apagó la radio. La angustia se apoderó de Clara. Las piernas le flaquearon y cayó al suelo. La cabeza le daba vueltas. La respiración era pesada. Matthias se apresuró en ir al salón al escuchar el ruido de la caída.

-¿Qué te ha pasado? -levantó a Clara y la tumbó en el sofá.

-La entrevista...

-¿Qué entrevista?

-La de la radio...

-Venga, ¿qué pasa con esa entrevista?

Le contó lo que había escuchado en la radio entre sollozos.

-Bueno, no le des más vueltas a ese tema. Todo va a salir bien.

-¡No! -gritó Clara-, las nubes llegan entre mañana y pasado mañana.

Matthias cambió la expresión de la cara. El nerviosismo se le distinguía sobre los demás sentimientos. De la cocina trajo dos vasos llenos de agua; uno para él, y el otro para su nieta. Tal vez se relajaran bebiendo.
El teléfono sonó. Matthias lo descolgó.

-¿Sí?

-Soy Oskar. Mañana tienes que estar en la oficina. Tenemos que preparar y entregar un envío muy importante. Tienes que estar a las ocho de la mañana, y te irás a la hora de siempre, a las cinco.

-Vale -dijo colgando-. Mañana tengo que estar en la oficina -dijo dirigiéndose a Clara.

-¿Mañana? ¡Pero si es domingo! Y, además, ¿no te habías jubilado ya?

-Todavía no me he jubilado. Tengo que hacer caso a mi jefe: si tengo que ir mañana a la oficina, tengo que ir.

-Jo... ¿Y si te pillan las nubes?

-No puedo hacer nada.

Matthias se fue a la cocina a terminar de hacer la comida. A los veinte minutos anunció que ya estaba lista. Clara puso la mesa y ayudó a su abuelo a traer los platos y ponerlos en la mesa. Había preparado arroz con salchichas. Se lo comieron sin ganas. Las nubes naranjas les había quitado el hambre.

-¿Mañana cuándo te vas? -preguntó Clara.

-Pues tengo que estar a las ocho, así que saldré de aquí a las siete y media.

-¿Y cuándo vuelves?

-Salgo a las cinco. Estaré aquí a las cinco y media.

Terminaron de comer y recogieron la mesa. De postre se iban a comer el bizcocho, pero al no tener hambre decidieron dejarlo para merendar.

La tarde fue muy aburrida. Matthias estuvo la tarde entera durmiendo. Y Clara dibujando, leyendo y de vez en cuando bajaba a la cocina y cogía un trozo de bizcocho.

Para cenar tomaron lo que había sobrado del mediodía. Luego se fueron a la cama. Y otra noche que Clara no podía dormir. Ahora eran las nubes naranjas las que se adueñaban de su mente. Solo pensaba en que mañana o pasado mañana moriría.
Cuando se durmió, el sueño de la noche anterior volvió. Y se despertó. Y se durmió. Y así hasta que se hizo de día.

Las nubes naranjas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora