Alemania, 1985.
Clara era una chica de catorce años. Su pelo, finos hilos de oro; sus ojos; azules, grandes, vivos, llenos de alegría; su tez, blanca como la leche; y sus labios y mejillas sonrosados mostraban un carácter enérgico y perspicaz.
Vivía con sus padres y su mascota -un pez llamado Romy- en una hermosa casa a las afueras de Aquisgrán. En una típica casa alemana, blanca y grande, de dos plantas.
Estaban rodeados de la naturaleza. Amplios campos verdes, árboles, animales...***
Clara acababa de llegar del Gymnasium -el instituto que al terminar todos los cursos se consigue el Abitur para entrar en la universidad-. Se dirigió al salón donde se encontraba la pecera de Romy. Abrió el bote de comida de pez y esparció una poca sobre la superficie del agua. Romy enseguida se lanzó a por la comida.
-Tenías hambre, ¿eh? -dijo Clara.
Se quedó varios minutos contemplando al pez. Era un Goldfish. Romy movía la cola elegantemente al nadar. Sus colores eran los más llamativos; su luminosidad hacía que apenas se percibiesen las algas y las piedras que adornaban la pecera. Luego subió a su cuarto para dejar la mochila, cogió un libro de su estantería y volvió a bajar al salón. Iba a salir a leer a la terraza pero se detuvo. Se acordó de que a esa hora decían las noticias. Encendió la televisión y puso el telediario.
-Noticias de última hora -empezó diciendo la mujer-, hace cinco minutos nos ha llegado la noticia de que...
Se apagaron la televisión y la luz del salón. Se había ido la luz.
-¡Oh, venga ya! -exclamó Clara.
Clara se apresuró en ir al cuartito donde estaban los interruptores de todas las luces de la casa. Presionó el que correspondía y volvió corriendo al salón.
-Así que tengan cuidado y procuren no salir demasiado este fin de semana -terminó diciendo la mujer.
Clara resopló, apagó la televisión y con el libro salió a la terraza. Tomó asiento en una butaca y comenzó su lectura. A los pocos minutos su padre entraba por la puerta y la saludó con una sonrisa.
-Hola. ¿Qué tal el día?
-Hola. Bien, igual que siempre.
Su padre se fue a su despacho a seguir trabajando.
El aire empezó a soplar. Clara se metió al salón porque tenía frío. Su madre llegó de trabajar.-Hola, hija.
-Hola.
-El abuelo me ha llamado antes. Me ha dicho que puedes ir este fin de semana a su casa.
-¿Sí? ¡Bien! -dijo Clara alegremente.
-Tu padre y yo iríamos pero trabajamos.
-Aah.
-El viernes, es decir, mañana, cuando vengas del Gymnasium coge el tren a Núremberg. El abuelo te recogerá en la estación.
-Vale.
Al día siguiente, al llegar del Gymnasium, Clara echó de comer a Romy. Miró la hora. Las cuatro menos cuarto.
-El próximo tren sale... ¡a las cuatro! Si me doy prisa llego a tiempo.
Cogió las llaves de la casa y su cartera. Salió. Se aseguró de cerrar bien la puerta y se fue corriendo hacia la estación.
Llegó exhausta. Entró en la estación y pidió un billete. Esperó a que llegara el tren. Había llegado con dos minutos de antelación. Prontó se divisó el tren. Paró ante ella y subió. Se sentó en el primer asiento que vio libre. Junto a la ventana.
Le apetecía mucho ver a su abuelo. Había estado un mes sin verle.
Su nombre era Matthias. Alegre, culto y apacible. Esos serían los tres adjetivos que emplearía Clara para describirle. Su físico resultaba parecido al de Papá Noel. Cabello y barba abundantes, blancos. Alto, fornido y corpulento. Algunos niños pequeños iban a abrazarle al pensar que era Papá Noel. Otros tenían miedo por su gran corpulencia. Sus ojos eran de un marrón muy intenso. Las aceleradas marcas de la vejez se pronunciaban por toda la cara.Clara miraba por la ventana. El cielo azul resaltaba despejado sobre los verdes campos. El ganado pastaba tranquilamente y los conejos correteaban.
El tren se detuvo en su destino. Clara bajó del vagón. Paseó la mirada por toda la estación hasta toparse con la de su abuelo. Esbozaron una sonrisa al mismo tiempo. Clara echó a correr hacia él. Matthias extendió los brazos para abrazar a su nieta. Fue un abrazo dulce y alegre.
-¿Qué tal estás? -preguntó Matthias con su voz grave.
-Bien. ¿Y tú, abuelo?
-¡Muy bien! Venga, vamos a casa. Hay una sorpresa esperándote.
Salieron de la estación y se montaron en el coche. Condujo por toda la ciudad hasta llegar a las afueras de Núremberg. Se bajaron del coche para entrar en la casa del abuelo.
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Las nubes naranjas.
Historia CortaClara, una chica de catorce años, va a pasar el fin de semana en la casa de su abuelo. Las noticias advierten que algo horroroso se acerca y no queda tiempo. Una historia corta para que la gente reflexione sobre perder el tiempo. Porque cuando uno...