Cuando me levanté, a las 7:30 de la mañana, salí levemente de mi habitación con la pijama puesta, esperaba poder alcanzar a mis padres y así desayunar a su lado. Hacía tanto que no conseguía obtener un poco de su atención y eso me entristecía de sobremanera.
-Otra vez sola como siempre- Pensé mientras arrastraba pesadamente mis pies hasta la nevera, a pesar de mi falta de apetito mi estómago rogaba por comida y pues, una tostada de jamón no le haría mal a mi cuerpo así que eso comí.
Apenas había conseguido sentarme cuando llamaron a la puerta.
-Señorita Daniela soy Julio he venido a buscarle- Gritaron desde afuera, era el chofer que mis padres contrataron para llevarme a todas partes, confiaba en el, era un hombre responsable, bueno y aparentemente era el único interesado en mi bienestar, casi me atrevería a decir que el es mi único amigo.
Acudí a la puerta y le abrí -Puedes pasar. Hice tostadas de jamon. Toma las que gustes- Le dije mientras me dirigía de nuevo a mi cuarto para cambiarme.
-¿Señorita se encuentra bien?- Me preguntó con ese constante tono preocupado que ejercía hacia mi.
Para entonces yo casi doblaba por el pasillo y solo miré un poco atrás, entristecida -He tenido peores días- respondí sin ánimos y continué arrastrándome hasta el pomo de la puerta.
Julio, para ser aun un jovencillo no hacía ruido, era tan reservado y se tomaba enserio su trabajo. Me agradaba charlar con el o bueno, al menos escucharle.
...
De camino al colegio miraba por la ventana del auto. Quien sabe que tanto me decía Julio, sus palabras se tornaban inaudibles en mis oídos. Yo aun seguía acomplejada por el sueño de ese día.
El auto se detuvo eso si que pude percibirlo, miré hacia el frente y estaba Julio mirándome con esos ojos preocupados con los que un padre ve a su hija -¿Que pasó?- Pregunté con mi vocecita adormilada.
-¿Señorita se encuentra bien?- Cuestionó mientras de inclinaba levemente hacia mi como prestándome toda su atención.
-Ah... Si- Dije levemente distraída.
Julio sabía que mentía pero decidió dejar de preguntar -Entiendo- dijo al fin y después de reincorporarse en su asiento procedió a bajarse.
-¿A donde vas?- Le pregunté algo confundida.
El se acercó hasta la puerta trasera del auto del lado donde aun permanecía sentada, la abrió y con su mano extendida de forma caballerosa me invitó a bajar.Miré por la ventana y yo misma me respondí, habíamos llegado ya a mi instituto. El reloj de la torre escolar marcaba las 8:30, aun faltaba media hora mas para entrar. Odiaba eso de Julio, siempre tan puntual. Casi lo sentía como traición, buscaba deshacerse de mi cuanto antes. No podía confiar en nadie.
-¿Le gustaría tomar un helado con su servidor?- Me preguntó con un afecto indescriptible, su sonrisa perfecta y su aspecto alegre distrajeron de mi todo pensamiento negativo. Finalmente asentí con la cabeza y lo seguí hasta una heladería cercana.
Después de todo por algo era mi único amigo, siempre buscaba consolarme y sacaba lo mejor de mi, era imposible no quererlo.
No estaba tan sola como lo pensaba.