Una jaula cubierta de escarlata

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       Ágata bajó del cuarto que le habían asignado con más cuidado que si un lince la acechara,  la idea de no llevar la ropa heredada del orfanato le daba escalofríos puesto que nunca había tenido algo propio, las prendas se sentían tan frías, tan distantes que la finura de la tela le gritaba ladrona. Indigna.
      La mansión parecía un laberinto,  pero estaba acostumbrada a ello  por la vida que había dejado atrás en el orfanatorio, observó cada detalle que no había podido percibir la noche anterior por el cansancio.
      Se ubicaba en una estancia grande, que se combinaba con el recibidor frente a la puerta principal, todo esto se podía mirar desde la entrada de sus aposentos y la extrañeza la invadió al ver como era todo una quimera formada entre recibidor, pasillos y escaleras.                    Caminó por el pasillo con lentitud sobre unas alfombras omniscientes que esparcían sus dominios por todo el edificio. Un olor envolvente le llenó la nariz juguetonamente, percibía el aire dulce, como a miel y frutas. El olor la llamaba hacia un pasillo escondido tras una escalera lateral. Se sorprendió buscando, porque ese pasillo no se observaba desde la puerta, pero pronto perdió su atención al ver un enorme ventanal que de extendía desde el suelo hasta el cielo raso. Ofrecía una vista muy pacífica de una fuente seca de intrincados diseños marmoleados rodeada de flores tostadas, enmarañadas unas con otras e inevitablemente sintió el deseo de correr hacia ellas y aplastarlas con los pies sólo para sentir la satisfacción de oírlas crujir. Se preguntó internamente por qué le causaba tristeza ver aquel jardín.
      Siguió el camino que su  olfato le indicaba hacia lo que parecía la cocina, entró con suavidad por una puerta y se encontró con algo bastante normal.
     - Hola, pequeña. No eres de sueño pesado, ¿ah?- le comentó Imber, la mujer que se encontraba allí no se parecía en nada a lo que el señor Kalos le había comentado. No tenía los ojos verdes,  ni el cabello oscuro,  su piel no era pálida y no tenía un tono de voz profundo; como él había dicho.  Era todo lo contrario...Su piel recordaba a las tostadas de pan blanco,  su cabello era un  a cascada de plata, sus ojos eran azules con motas violetas y su voz era clara, clara como el sonar de una campana,  como las gotas en el momento de caer al agua.
      -Usted no es Imber, ¿cierto? - le preguntó Ágata medio atragantada por el nerviosismo.
      -Sí, lo soy- respondió ella, sacudiendo sus manos sobre el delantal con patrones de frutas que traía puesto, la confusión bailó por su rostro,  entre sus pecas.
      -Lo-lo siento, es que el señor Kalos me dio una descripción diferente - le comentó guardando cautela
      -¡AH!-exclamó mientras se le iluminaba la cara -Kalos siempre lo olvida,  pero te lo explicaré luego, ¿te parece?- le dio tiempo para asentir suavemente a Ágata y siguió hablando-...por el momento déjame servirte de comer,  después de todo debes haber pasado una noche de locos....- volvió a pasar sus manos ansiosamente por el delantal.
      En dos segundos había un plato de frutas sobre la mesa, y el olor que la atraía desde el pasillo eran mermeladas de diversas bayas recién hechas. Otro plato con tostadas se dibujaba en la mesa y el huevo revuelto, el queso, además de otros embutidos se hacían presentes. Todos estos ingredientes iban rodeando un espacio diminuto en una mesa larga que se ubicaba en el mismo recinto que la cocina.
      -¿Puedo empezar?- preguntó tímidamente al verse tan llena de detalles.
      -Claro que sí- le sonrió desde la pileta para lavar los trastes,  al terminar simplemente se secó las manos y se sentó al lado de Ágata. 
       -Te explicaré ahora, a lo que Kalos se refería...-  se aclaró la garganta y torció un poco el cuello.
       - Mi esposo y yo tenemos cierta cualidad,  las personas nos pueden ver como ellos nos desean ver-  hizo una pausa mirando directamente a los ojos de la pequeña. 
      Ágata simplemente se atragantó con media tostada.
      -Pero si yo la esperaba ver como él me dijo que usted era...- dudó mientras intentaba formarse una idea, no creía una palabra de lo que había dicho pero su comida tenía el sabor de la mismísima ambrosía y tenía que darle al menos una oportunidad antes de declararla loca.
     - Tu percepción de mí, no depende de lo que creas de mí sino de lo que...creas de lo que yo represento- tal comentario hizo que Ágata perdiera la un poco la calma, dándole por loca.
 

El Lado Claro de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora