Yo, que coroné tus pecados y te nombré reina de mi propio infierno. Yo, que encabecé tus deseos más profundos, siendo estos, la puerta al inframundo más oscura por donde sólo han logrado entrar las bestias. Yo, que en tus peores momentos te llené de poesía. Yo, que inmortalicé tus pesadillas, convirtiéndolas en las fantasías más remotas y oscuras de los mortales. Yo, que me encuentro abatido, maltratado, pisoteado. Yo, que escogí al masoquismo como mi refugio favorito. Y él, el silencio que se encargó de gritar todos los secretos que guardé por años y que decidí enterrar en lo más profundo de mí ser... Hasta ahora.

Y en la noche, cuando el silencio se funde en la calígine, los niños duermen, los artistas sueñan, los búhos vigilan; y los escritores logran llegar al éxtasis de inspiración, estando a flor de piel con las letras, enamorados, fundidos, encantados... Juntos.

Aparezco yo. En medio de la noche, donde me doy a conocer; donde, siendo yo la oscuridad misma, salgo de la lúgubre guarida en la que decido encerrar mis flaquezas más profundas.

Y mato. Porque la vida es algo miserable, indigno de amar. Porque os
ayudo a salir de toda la miseria y el vómito y el desastre que pueblan este lugar. Mato. Porque las personas le temen a la muerte, y al conocerla, se enamoran, como si hubiesen llegado a conocer el amor que no lograron conseguir en toda su vida.




"Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas al alma no pueden matar;

Temed antes a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno".

Mateo 10:28

Adalt. [En edición]. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora