Prólogo.

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Recuerdo ese momento.

Recuerdo ese instante en el que le miré directo a los ojos y sonreí solo para tranquilizar su alterado corazón.

Nunca creí que a mis cortos diecisiete años, mi vida se fuera a acabar.

Nunca me perdonaría por dejar que Brook conduzca con lo ebria que estaba, al igual que yo.

El dolor que sentí al momento que el vidrio atravesó parte de mi pierna hasta llegar al vientre no era nada comparado a lo que sentía por dejar a Kyle.

—Te amo—alcancé a susurrar antes de que el dolor me hiciera imposible emitir una palabra.

Las lágrimas de Kyle rodaron por sus mejillas hasta caer en mi rostro.

—Faith, te amo tanto—sollozó.—No me dejes.

El dolor punzante del vientre fue superado por el dolor que mi corazón sentía al saber que estos son los últimos con la persona que más amo en el mundo.

Lentamente y con gran dolor en todo mi ser, cerré los ojos sabiendo que no los abriría jamás.

—¡No, Faith!—fue lo último que escuché y me odié por ello.

La muerte no era nada como me imaginaba, pensé que lo peor era sentir dolor. Me equivoqué. Lo peor es no sentirlo, porque sabes que no estás viva.

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