Capítulo 3

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Matsuda debió exagerar sobre "el lugar perfecto." Trato de entender lo que haría yo en su lugar al tener una niña huérfana, bueno a una niña de ocho años en el cuerpo de alguien de 14 años. Tengo un mal presentimiento de ese lugar.

A pesar de tener poco de haber despertado, ya he sido capaz de hablar con mayor fluidez, para ello me han obligado a hablar aunque sea como mínimo tres pequeñas conversaciones con alguien mayor para vigilar mi dicción... Mis piernas son otro boleto, todo el tiempo necesito estar sentada en la silla de ruedas o en la incómoda camilla del hospital. No puedo salir de la habitación tampoco, siempre mantienen la puerta con llave, tengo ganas de salir; también la ventana esta cerrada. De vez en cuando la puerta se abre y una mujer de uniforme blanco pasa —la enfermera— y me deja una bandeja con comida, se repite cada tres momentos en el día.

Solo puedo hablar con doctores que no dejan de preguntar como me siento. "¡Si!, ¡Me siento de maravilla! ¡Mi madre esta muerta y no me importa, seguiré con mi vida!" No, ni siquiera puedo pensar de forma positiva ahora. Quiero estar con mi mamá y papá.

Estoy sola ahora.

—Akira. Ya es hora de irnos— anunció Matsuda abriendo la puerta.

—¿Tan rápido?

—Si

Lo miré sorprendida, se veía una sonrisa sincera en su rostro, quizás ese lugar no sea tan malo después de todo. Pude visualizar a la enfermera que me estuvo cuidando estos días he hizo un gesto de saludo con su mano derecha. Sonreí, la verdad no se la razón, pero lo hice; aquello pareció calmar los nervios de Matsuda que dejo de estrujarse las manos. Miré al frente —a la nada— pensando.

—Te ayudaré a vestirte, ¿está bien?

—Si.

Como dijo la enfermera, me ayudó a vestirme. Terminé con unos jeans azules y una playera gris con pequeños puntos difuminados de tonalidades más obscuras, también con unos tenis negros de agujetas blancas.

—Listo.

Asentí con la cabeza sin decir nada.

El señor Matsuda se posicionó detrás de mi silla de ruedas.

—Vamos.

Salí de mi habitación por primera vez desde que desperté del coma. Como esperaba el hospital era como uno cualquiera, como en la televisión; sin embargo, era más triste de lo que esperaba, la gente lloraba fuera de unas habitaciones mientras que los doctores simplemente miraban sin expresión en el rostro, como estatuas inertes.

¿Mi mamá tuvo que pasar por ese dolor?... Si no hay duda de ello.

Bajamos por el ascensor hasta el estacionamiento del hospital donde me subieron al carro del señor Matsuda. Éramos él y yo en el carro, creo que estaba hablando sobre algo pero no puse atención en ello.

Preferí ver por la ventana como había cambiado todo, pero no había cambiado en nada, no puedo negar que me dolió un poco en que el mundo fuese igual conmigo o sin mí. De seguro mucha gente buena murió y la que debería morir no está aquí haciendo que este mundo se estanque o aún peor... que se pudra más.

—Akira. Ya llegamos— dijo Matsuda llamando mi atención.

Sin la ayuda del personal fue más difícil bajar la silla de ruedas de la cajuela, segundos después una mujer de mala gana fue a ayudar al señor Matsuda hasta que lograron bajarla.

—¿Es ella?— preguntó tratando de no sonar molesta.

—Si

—Hola— respondí con voz débil.

Ella rodó los ojos molesta. El señor Matsuda se acercó rápidamente y me cargó hasta la silla de ruedas. Entonces pude verla mejor, se veía de unos cuarenta años o más, con el entrecejo un poco arrugado al igual que sus otras facciones faciales, delgada y vestida de traje obscuro.

—Acompáñenme— sentenció.

Tuvimos suerte de que hubiera rampa para la silla de ruedas, sino hubiera sido molesto que me cargarán así. Sentí lástima por el señor Matsuda que tuvo que lidiar conmigo y la maleta con mis cosas. La seguimos hasta lo que parecían ser los dormitorios de niñas. Se detuvo enfrente de una puerta y de uno de sus bolsillos del saco que vestía sustrajo varias llaves y con una de ellas abrió la puerta.

—Aquí vas a dormir.

Miré por el lugar, era feo, pero podría sobrevivir aquí, eso espero.

—La llave de tu ropero— me dio una pequeña llave oxidada —Los dejó para que se despidan— dijo seca y se fue.

—Akira, necesito que te portes bien. No quiero que tengas problemas aquí ¿si?

Se arrodilló en frente de mi.

—No quiero estar aquí— supliqué

Si esa señora era así no me imagino los demás aquí.

—Ni siquiera sé cómo usar bien la silla.

—Lo se, lo se. Pero tú aprendes pronto, no será un gran problema. Será sólo en lo que aprendes a caminar de nuevo.

—No me agrada el lugar tampoco.

—Vamos— río levemente —¿No esta tan malo o si?

—Un... poco, la verdad.

—Tengo algo que te ayudará a pasar el tiempo aquí.

Hurgó en su bolsillo de la camisa. Se levantó y puso sus brazos rodeando mi cuello, escuché un pequeño broche como un "click." Y se separó.

—Listo. Este collar solía ser el de tu madre.

Miré el collar era de una forma extraña, recuerdo haberlo visto antes.

—Gracias— sonreí mientras con una mano lo tallaba entre mis dedos, era tranquilizante

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—Gracias— sonreí mientras con una mano lo tallaba entre mis dedos, era tranquilizante.

—Es hora que me vaya— se levantó.

Me dio un beso en la frente, lágrimas empezaron a caer pero él las limpió con el pulgar de su mano.

—Te sacaré de aquí en cuanto menos te lo esperes— Y se fue dejándome sola.

Intenté avanzar con la silla por mi propia cuenta minutos después de asegurarme que se fue...

*Primer intento: Exitoso
*Segundo intento: Al menos ya se como levantar la silla cuando caigo
*Tercer intento: Dudo que este moretón se quite por un tiempo.
*Cuarto intento: Tendré que recortar un poco mi pelo o aprender a caminar rápido. Duele cuando se atora.
*Quinto intento: Esta oxidada la silla...

Continúe intentando toda la tarde hasta que termine con horribles moretones en los brazos, era difícil con una silla tan oxidada, no me percaté de ello cuando estaba en el hospital. Igual intenté caminar, pero...

Caminar = Dolor en las piernas acompañado de más moretones y un cansancio extremo.

Jamás pensé que caminar de nuevo sería tan cansado. Tengo que hacerlo, no hay de otra aquí, tengo que seguir y salir lo antes posible.

La hija de un DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora