Capítulo 2: Visitas Inesperadas

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Desperté algo atontada y con dolor en los músculos, lo bueno es que todo había terminado. Mis hermanas estaban junto a mi algo preocupadas, parecía que no dejaron de cuidarme toda la noche. -Como te sientes Adagio?- preguntó sonata mientras me quitaba las algas sanadoras de mis aletas. -Estoy bien... Solo un poco adolorida- Mis hermanas sonrieron de alivio y me abrazaron. -Vaya susto que nos sacaste... te arriesgaste solo para ponernos a salvo- Soltó una pequeña risilla Aria. -Yo jamás dejaría que les hicieran daño a ustedes. Son mis hermanas después de todo- Mamá se acercó a nosotras. -Las niñas me contaron todo...- pensé que nos regañaría. -Puedo explicarlo... en realidad es una historia muy graciosa...- mamá me interrumpió. -tranquila... un golpe en la cabeza mientras juegan es algo muy normal. Tengan más cuidado la próxima vez- mamá me besó la frente y se alejó. Aria me giñó el ojo, era obvio que como buenas hermanas, me encubrirían.

Cuando logré recuperar las fuerzas, salí con Sonata y Aria a intentar jugar con las demás sirenas para no volver a alejarnos de la aldea. Nos sentíamos algo cohibidas, pero estábamos decididas a llevarnos bien con los demás. Intentamos acercarnos pero como era de esperarse, todos nos veían de forma extraña. Después de unos segundos, una sirena color rosa se acercó a nosotras. -Ustedes deben ser las hijas de Pearl, vaya teníamos muchas ganas de poder conocerlas mejor. Conocemos su pequeña diferencia y creímos que esa era la razón por la cual no querían venir a jugar con nosotros.- parecían muy amables. -En.. serio?- respondí algo confundida. -Seguro. Puede que no puedan cantar, pero todas somos sirenas y debemos apoyarnos sin importar las diferencias.- Nos sonrió amablemente. Un poco más seguras, decidimos acercarnos a jugar con ellos. No recuerdo un día más alegre, creíamos ser rechazadas por todos pero fue todo lo contrario, pasamos toda la tarde divirtiéndonos con carreras, jugando a las escondidas y contando nuestros secretos.

El día llegaba a su fin, asique mis hermanas y yo nadamos a casa agotadas de tanto jugar. Entramos a nuestra cueva y sin pensarlo fuimos a dormir con la alegría de tener otro día tan divertido como ese.

La noche estaba tranquila, hasta que de nuevo percibí algo extraño que me despertó. Era la misma melodía que me llamaba, asique esta vez decidí seguirla. Revisé que Sonata y Aria siguieran dormidas y salí sigilosamente de la cueva nadando hacía la melodía. Me guió hasta la superficie asique me limité a salir e investigar, aunque aún tenía curiosidad por saber de dónde venía. Tomé valor y saqué la cabeza del agua, efectivamente algo no estaba bien. El monstruo gigante había vuelto y no venía solo, habían más que rodeaban nuestro territorio acorralando el lugar. Nadé lo más rápido que pude a casa para advertir a todos, pero fue demasiado tarde, las redes se estaban llevando a las sirenas, todos mis amigos estaban siendo capturados. Busqué preocupada a Sonata y Aria pero no las encontré por ningún lado, mamá me encontró y me llevó con ella, yo no quería irme sin mis hermanas. -tenemos que volver por Sonata y Aria!!- intenté hacer que me soltara. -Ellas están bien... ya las escondí en un refugio y solo falta ponerte segura a ti-. Entre las algas había una pequeña cueva escondida donde se encontraban mis hermanas. -Escuchen... no tengan miedo, yo volveré por ustedes.- Y sin dejarnos decir nada, mamá cerró la cueva con una enorme roca.

Estábamos asustadas, después de media hora todo había quedado en silencio, no sabíamos si debíamos salir o esperar a que regresara mamá por nosotras. -Crees que acabó todo?... lleva mucho tiempo sin escucharse nada.- Dijo Sonata con preocupación. -No se preocupen... estoy segura de que todo estará bien, solo debemos esperar a mamá.- Intenté calmar a Sonata. -Pues yo creo que ya tardó mucho.- Aria empujó la roca como pudo y sin otra opción, Sonata y yo le ayudamos. Lo que vimos fue devastador, todo estaba en ruinas como si hubiera pasado toda una guerra y no había ninguna sirena, se los habían llevado a todos, incluyendo a nuestra madre. -Mamá no regresará...-

Habíamos perdido todo lo que amábamos, nuestra madre y nuestro hogar, no nos quedó más remedio que irnos. Vagamos sin rumbo, tristes y sin saber que sería de nosotras ahora que no teníamos nada, solo nos quedaba cuidarnos entre nosotras.

The Dazzlings: Nuestra HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora