Capitulo 10

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Solía venir poco a ver a mi papá, por mucho que me gustara que mi papá ayudara a las personas, los hospitales no son lugares para niños, pero la última vez que vine, fue la última vez que volví a sentirme plenamente feliz.

Al cruzar por la puerta pude sentir un viento helado hacer erizar a mi piel, pero trate que mis pasos no se detuvieran, Bastian prometió estar conmigo en todo momento, entonces sabía que no estaba enfrentando todo esto sola. Bastian me había dicho el número de habitación, pero sabía que el horario de visitas había terminado hace dos horas y que no me dejarían entrar a menos que sea un familiar directo, lo cual obviamente no soy.

Sigilosamente, pase por la recepción de forma casual, estaban ocupados por lo que no se fijaron en mí, eso era la parte fácil, la difícil era poder llegar al cuarto, siempre estaban las enfermeras haciendo rodas.

Recuerdo que muchas veces mi papá contaba las formas ingeniosas que algunos familiares hacían para poder ver a sus seres queridos o amigos muy cercanos. Recuerdo la de un chico que iba a ver a su novia, ella había tenido una caída muy fuerte y después del susto que provoco con la abundante sangre que le salía de la cabeza a causa de la caída y posteriormente su desmayo, ella quedo internada esa noche para prevenir posibles traumatismos craneoencefálico, el chico que por ser solo su novio no tuvo permitido quedarse toda la noche. se las ingenió para meterse en el armario del conserje que quedaba en una esquina relegada del piso, para cuando las enfermeras terminaran de hacer una de sus rondas, él se escabullido al cuarto de su novia, mi papá que iba a revisarla antes de irse, lo encontró, después de oponerse fervientemente a irse y ella pedirle que lo dejara quedarse, le conto como había entrado y evadido a las enfermeras, mi padre que era un romántico a morir le dijo que se quedara, pero que no lo viran las enfermeras.

Sabía que la recepción era fácil pasar, pero en la sala donde estaba la mamá de Bastian era más difícil, era más custodiada, necesitaba tener mucho ingenio.

Corrí rápidamente por el pasillo pegándome cada tanto a la pared, necesitaba llegar a ese armario, pero estaba en la esquina opuesta y tenía que pasar por la zona donde se reúnen todas las enfermeras y doctores que tienen un tiempo libre, si pasaba por su puerta ellos me verían y me sacarían de inmediato, la situación era bastante complicada

El hospital de pronto me pareció un castillo repleto de zombis, tenía la necesidad de correr a mi cama y esconderme bajo de ellas, comencé a trazar un plan, no podía quedarme pegada a esa pared, me descubrirían en unos cuantos minutos más, tenía que arriesgar el todo por el todo.

Al igual que había relatado mi padre hace tiempo atrás, intente escabullir al cuarto de limpieza. Respire hondo y comencé a acércame a la puerta que estaba abierta, era una especie de habitación, las personas hay estaban distraídas, pase lo más rápido y silenciosamente que pude, me aproximaba a mi objetivo, tenía que llegar pronto.

-¿Dónde cree que va?- esa voz me hizo detenerme en seco y apretar lo puños, me había descubierto ¡Maldición!

Me di la vuelta lentamente, tal vez si salgo corriendo y me meto en alguna habitación al azar no me descubran...tal vez.

Mis estrategias dieron un traspié al ver a quien pertenecía esa voz. Era esa mujer, la madre de la niña.

Ella tampoco demoro en reconocerme, por lo que su cara de enfermera desapareció para darle paso a otra emoción... ¿culpabilidad? ¿Remordimiento? No lo sé, lo que si se es que no estaba preparada para esto.

No todavía y tal vez no estuviera nunca lista para enfrentar a la persona que me dejo sin mi todo.

Retrocedí lentamente y eche a correr con lágrimas resbalando en por mis ojos, no quería ni podía soportar hablar con ella.

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