—Entrégenos al príncipe. —dijeron los gusrdias después de acorralarnos.
Len me abrazó fuerte.
—¿O si no, qué? —dije con voz de chulito.
Sacaron todos sus espadas que ¡eran más grandes que ellos!
Tragué saliva.
Debería de haberme callado.—¡¿Y qué gano yo si os lo entrego?!
—La muerte.
—¿Muerte? Sabéis que soy inmortal, ¿verdad?
—¿He dicho muerte? —rió. —Como no puedes morir sufrirás por toda tu vida.
—¿Tortura, dices?
—Sí.
—¿Sabes? Puedo hacer algo que vosotros no.
Me teletransporté a un caballo y puse a Len delante de mí para que les sea imporsible cogerle.
¿Y por qué no me teletransporté al infierno? Fácil. Todo ésto solo era un sueño y había que encontrar el portal por donde entraron ellos.
Fuimos por todo el bosque en línea recta y parecía infinito pero no vimos a los guardias por detrás si no por delante.
¡Menudos tramposos roba-príncipes!
Bajamos del caballo y me teletransporté a un árbol cercano. Esperamos a que se alejaran.
—Kaito, no te irás… ¿verdad? —dijo Len con lágrimas en sus ojos.
—No —sonreí. —. O eso creo. Pero no te preocupes, si me voy, volveré.
Los guardias empezaron a alejarse buscándonos y se llevaron nuestro caballo.
Malditos ladrones.
Como no encontrábamos la salida fuimos a escondernos en una cueva que había allí ya excabada para descansar y…
¡Qué hijos de **** allí estaba el portal!
Entramos y todo estaba blanco con niebla hasta que empezó a aclararse.
Justo tenía que estar en el castillo real. Me voy a cagar en sus …
No quise teletransportarme por si entraba sin querer al baño y la princesa se estubiera duchando. Por ejemplo. A si que fuí sigilosamente buscando la salida. O un balcón. O una ventana siquiera.
Entré a una habitación. A saber de quién. Salté por la ventana con Len en brazos.
Fuí estúpidamente estúpido.
Había guardias en la entrada. Y nos separaron. No pensaba irme de allí sin Len.
Total, Len no tenía su antigüa memoria a si que no conocería ni a sus padres.
Quiero ver la cara de susto que se llevarán sus padres.