El comienzo

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Cuando la luz se filtra por la fina tela de las cortinas y siento un cosquilleo en mis ojos significa que estoy llegando tarde. Llegar tarde en este lugar solo significa una cosa, un castigo.
Me levanto lo más rápido que puedo y corro por el pasillo, para ganar tiempo, duermo con la ropa que voy a usar al otro día. Es exactamente igual a la de todos pero a algunas personas las dejan usar distintivos, algo que los haga únicos. Tienes que ganarte el derecho a usar algo que te haga único, sino eres igual que los del montón. Uno más.
Sigo corriendo. Estoy quebrando otra regla. Se supone que debes obedecer todas las reglas que se te imponen cuando llegas a este lugar. Pero una vez más, no puedo hacer lo que los demás me dicen.
Llegue aquí hace aproximadamente cuatro semanas. No se que hago aquí, aún. Estoy tratando de averiguarlo pero tengo que tener contactos primero, cosa que aún no tengo porque nadie me responde cuando le hablo. Adivinen que, otra regla. No debes hablar con los nuevos, solo debes hablar con los demás cuando hayan estado aquí doce semanas o serás castigado. Ese es el tiempo promedio en el que alguien se cansa de preguntar cosas que no deberían en este lugar.
Todas las mañanas dan una charla de lo que haremos en el día, así que cuando llego todos están lo suficientemente concentrados como para notar mi ausencia. Todos menos Laura. Ella es algo así como mi guía o carcelera, esto es más bien una cárcel para mi. Intenta que no me desvíe del buen camino y es la que me dice que hacer todo el tiempo. Nadie más puede darme ordenes. Esto no es una ventaja, ella realmente esta obsesionada con la religión y cree que yo debo ser salvada. Como si yo fuera alguien especial. Eso es lo que ella dice, nadie mas lo cree. Yo tampoco.
Me da una reprimenda con la mirada, y mueve los labios lentamente. Me hace saber que después hablaremos.
Me siento, en el único banco disponible. La cantidad de asientos es equivalente a la cantidad de personas que hay en este lugar. No sobra ninguno. Al menos que alguien nuevo este por llegar, en ese caso veras un banco nuevo con un manto rojo en el respaldo. No hay distinción, no importa quien seas, de donde vengas, de que sexo seas. Aquí, eres igual que todos.
Presto atención, porque el Señor Franklin adora preguntar al azar entre su público. Él nos adora. Solo por el hecho de que lo escuchamos, o pretendemos hacerlo en algunos casos. Él es demasiado pulcro, como este lugar. Demasiado limpio. Como si quisiera esconder algo. Y tiene esta costumbre de sonreírte en la mitad de una frase. Eso también tiene un significado, todo aquí lo tiene.
Cuando te sonríe, debes esperar a que todos se marchen de la habitación y él te pedirá un favor. Más que un favor es una orden. Y si no puedes cumplirla, serás llevado abajo.
No tengo idea de lo que signifique "abajo", nadie habla de eso. Bueno, cuando me refiero a nadie solo hablo de Laura. A ella no le gusta hablar de nada que tenga que ver con este lugar.
Cuando llegas por primera vez, te dan dos mudas de ropa y un libro. Contiene normas y como debes actuar con los demás. El mio tiene notas al final, no las logro entender. Están borrosas.

Todos me están mirando, oh no. El Señor Franklin me pregunto algo. No recuerdo que era lo que estaba diciendo. Algo de unos campos, un proyecto,un...

- Brooke, ¿Quiere escapar?

¿Qué ha dicho? Es más que obvia la respuesta, ¿Es esto alguna clase de truco?

- ¿A qué se refiere?

- Acaso, Brooke, ¿No le han enseñado que debe hablarme con respeto? Soy la autoridad aquí. Debes seguir las reglas, pequeña. Escucha, atentamente de ahora en adelante. ¿Entendido?

- Si, señor.

Y no volvió a repetir la pregunta. ¿Había dicho eso en realidad? Tal vez mi mente me esta jugando algún truco sucio.
Sentí un piquete en mi hombro, un ardor. Mire por arriba de él y me encontré con los ojos de un chico. Se veía molesto. ¿Conmigo? ¿Con Franklin?
Nunca lo había visto antes, era realmente atractivo. Y al mirarlo con un poco más de concentración me di cuenta que no me miraba a mi. Sino a Laura. Mis cabeza giraba de lado a lado tratando de descifrar lo que su enojo significa y como su enojo no afectaba en absoluto a Laura. Lo volví a mirar, y en ese momento me estaba mirando. Me asusto tanto que mis ojos se abrieron de golpe y él se levantó de su banco. Y comenzó a caminar, lentamente. Me miraba y caminaba. Y justo cuando vi lo que tenía en su mano, el Señor Franklin habló. El chico soltó el cuchillo y este cayó provocando un sonido metálico.

- Veo que el caballero desea dar un paseo un piso más abajo. ¿Ustedes que dicen muchachos? Será mejor que lo acompañen, chicos. - Se refería a los guardias que vigilaban las puertas.

Se aproximaron al chico y lo obligaron a ponerse de rodillas para luego sujetarlo por las muñecas y brazos. Justo cuando se iba dijo en susurro

- ¿Quieres escapar?

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