Confusión

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Un pitido intenso comenzó a sonar y vi como el humo se avecinaba hacia nosotros. Comencé a sentirme un poco mareada, como si no pudiera abrir los ojos por completo.
Todos comenzaron a caer, uno por uno, pero por algún extraño motivo yo me mantenía despierta. Laura comenzó a caminar con una mascarilla que le cubría la nariz y la boca. Mientras que los guardias se movían rápidamente juntando los cuerpos de los jóvenes, colocandolos en camillas.
Trate de agudizar mi vista para ver que sucedía más adelante ya que en mis costados no sucedía nada que me fuera a brindar información.
Y de repente, de golpe, aparece la cara del Señor Franklin, sonriendome. Se encontraba en el frente de la gran habitación, sumergido en las sombras. Creo que nadie notaba su presencia o por lo menos nadie le prestaba atención. Él seguía mirándome, y sus dientes teñidos de amarillo formaban una gran sonrisa siniestra. Parecía como si estuviese flotando en la habitación. Su gran abrigo negro lo hacía lucir tenebroso, sacado de un cuento de terror para niños.
Comencé a caminar hacia él, al mismo tiempo que agitaba mis brazos hacia delante y hacia atrás para esparcir el humo.

Y luego, todo se volvió negro.

Mis ojos pesan. Demasiado. Como si tuviera algo arriba de ellos que me impidiera abrirlos. No siento calor en ellos, ni siquiera la luz que entra por la ventana cada mañana. Eso significa que no me encuentro en mi habitación.

Intento no moverme, para que los demás no sepan que estoy consciente. Los oigo. En el fondo, como un susurro que quiere entrar en mi cabeza, pero no puedo entender lo que dicen.
Mi corazón comienza a latir muy rápido, como un automóvil a gran velocidad. Trato de calmarme, pero no puedo. Mis manos comienzan a temblar y escucho una respiración aproximándose. Y unos pasos. Más cerca y más cerca.
Hay algo en mi oído izquierdo, más específicamente una persona. No entiendo lo que me quiere decir porque en realidad no me esta diciendo nada. Solo son sonidos, sueltos e incomprensibles.
Quiero abrir los ojos pero ¿Qué pasa si es algo que no quiero ver?
He estado teniendo estas pesadillas, todas las noches, sobre cómo un chico me amarra a una camilla. Estoy segura que es una camilla porque siento el plástico crujir debajo de mi y como la tela se empapa con mi sudor. Y no me puedo mover y es lo único que quiero hacer. Estoy paralizada, pero lo siento todo. Cada pinchazo, cada corte, cada golpe. Y siento su respiración entrecortada en mi oído y su risa en toda la habitación.
Mis oídos perciben todos los sonidos de la habitación y más allá. En el pasillo, o afuera, no estoy completamente segura, escucho los lamentos de un chico, pidiendo ayuda y una sierra. Y gritos, muchos de ellos. Luego, todo cesa y la calma vuelve al lugar. Pero no a mi mente.

Siento este pinchazo en mi brazo y una voz amable susurra en mi oído.

-– Tranquila, linda. Solo es una muestra de sangre. Un control, nada más.

Intento abrir mis ojos y con éxito parpadeo un par de veces en dirección de la voz desconocida.
Es una mujer mayor. De unos sesenta años tal vez, con demasiadas ojeras y pelo caído. Como si se lo hubieran arrancado a la fuerza. Y una sonrisa, irreal. Parece pintada, como cuando los payasos están tristes pero se pintan una sonrisa roja en los labios para pretender. Estoy segura que alguien más quiere que pretenda. Alguien superior.
¿Hay algo así como un líder en este lugar? ¿Alguien superior a Franklin?

-– Niña, ya te puedes largar. Estoy cansada de tener que verte cada día, como si fueras el premio mayor. ¿Qué tienes tú que no tenga yo? ¿Qué te hace ser tan codiciada, tan especial?

Por un segundo no entiendo nada. Aún no entiendo nada.
Su sonrisa se había borrado y parecía tan amargada que la comisura de sus labios no podía estar más abajo.
Justo cuando iba a preguntar que ocurría me miro fijo y me despacho con la mano.
Me levante de la camilla, pero tuve que volver a sentarme ya que la luz fluorescente me mareo. Intenté pedirle algo para el dolor de cabeza a la extraña mujer pero ya no estaba allí.
Parecía una habitación de hospital. ¿Es ahí donde me encuentro?
Cientos de cajones se alzaban desde el suelo y hasta el techo. Intenté abrir varios. No dio resultado. Todos y cada uno de ellos estaban cerrados. O eso es lo que yo creía.

Comencé a caminar, traspase las puertas dobles y me encontré con un pasillo casi infinito. Y blanco.
Porque todo en este lugar es tan limpio. Pero... ¿Por qué yo me veo tan diferente al resto? Ellos tan correctos y yo no podía seguir ninguna regla.
La curiosidad mató al gato, dicen por ahí y tal vez yo termine muerta después de todo.

Una puerta, cinco pasos, otra puerta. Todas verdes y de todas salen sonidos extraños.
Me acerco a la puerta más próxima a mi, me pego a ella para escuchar mejor. Silencio, silencio, silencio.
Y de repente cuando estoy a punto de irme. Tres golpes.
Me alejo lo más que puedo.Bueno, eso dio miedo.
Trato de no tenerlo, en serio. Pero para eso tengo que dejar de pensar. Pero mi cabeza es una mina, un paso en falso y estoy muerta.
Miro para todos lados, hacia el final del pasillo, no hay nada. Del otro lado, nada. Arriba, en el techo, nada. Y es que ahí siempre hay algo.
Todo es blanco, con puertas verdes. El techo esta repleto de tubos de luz. No hay sombras. No hay oscuridad.

Se que algo está mal.
Decido romper la misma regla de hoy. Y comienzo a correr. Rápido.
Mi cabello negro se agita y me ciega por unos instantes. Para cuando por fin logro quitarlo de mi rostro me choco con Laura.
Esta vestida de forma diferente. Luce completamente diferente. Al verme se asusta y su frente se arruga por unos segundos. Cambia el semblante enseguida y me dedica una sonrisa. Y luego una mirada de reproche.
Son muchas emociones para tan poco tiempo y me pregunto como hace para cambiar como se siente tantas veces.

-–Teníamos que hablar, Brooke. ¿Dónde has estado? ¿Y por qué, en el nombre de nuestro señor, estas rompiendo las reglas? Te he dicho centenares de veces que no debes correr. Si alguien más viera lo que haces ya no existirias. Por favor, hazme caso.
Y ahora, vamos al comedor. Hay cosas que hacer y con el estómago vacío no hay mucho que puedas hacer.

––¿Quién era el chico al que llevaron un piso más abajo?

No debí preguntar eso. Pero, ¿Qué podía perder? ¿La vida?
Ese chico me recuerda a alguien. Alguien del pasado. Y si nos ponemos a ver mi pasado se remonta a cuatro semanas atrás.

-— ¿Alguien tiene un enamoramiento con este chico?

-– No, claro que no. Solo es curiosidad. Deberías comunicarme lo que sucede por aquí, así evito ese tipo de cosas.- Mentira. Quería conocer a ese chico. Preguntarle cosas. Tengo que encontrarlo. Tiene que saber algo que yo no.

— Su nombres es Zak. Y es un chico muy malo. -— Laura siguió caminando y mientras pasaba una tarjeta y se abría una puerta que nunca había visto, dijo- No pienses en él, Brooke. O él te encontrará.

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