Silencio

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Subimos a un ascensor. Me han inyectado una dosis de algo frío, algo de un color transparente. Estoy en una camilla. Con una sábana cubriendo mi cuerpo y la luz fluorescente cegando mis ojos. La atmósfera se ve verdosa debido a la luz o a la droga.
Dos guardias robustos se encuentran a cada lado de la camilla. El ascensor baja. Baja un piso. Otro piso. Otro más.
¿No se supone que un piso más abajo, es uno solo? ¿A que se refieren ellos con uno más abajo? Poco a poco el ascensor se detiene y un pequeño click se oye cuando las puertas se abren, dejando ver un gran pasillo, con una única luz. Una bombilla de muy mala calidad se encuentra en una esquina. Todo lo demás son sombras. Es como el opuesto del hospital. Es como tener un hermano gemelo y que uno sea el bueno y otro el malvado.

No se escucha nada. Solo nuestras respiraciones. Las ruedas de la camilla comienzan a girar en torno al suelo y estoy en movimiento. Me mantengo recostada para no generar sospechas de que estoy despierta. Aunque no estoy muy segura si ellos saben.
Este lugar esta lleno de pasillos. De eso se trata. Debería llamarse "El Laberinto infinito" o algo parecido,no soy muy buena con títulos o para asignar nombres.

Mis últimos segundos consciente son un borrón. No recuerdo mucho, solo ciertos olores y sonidos. Chirridos que vienen de las paredes como si alguien intentará cavar con las uñas.

Abro un ojo. Y un segundo más tarde alguien me toma del cuello y me levanta en el aire. Su cara se encuentra transpirada, tiene ojeras notables con círculos amarillos alrededor de las tonalidades más oscuras. Parece enfermo. Y solo ha pasado un día. Veinticuatro horas desde la última vez que lo vi y siento como si hubieran pasado meses.
Zak me mira directo a los ojos y su respiración es pesada, tan pesada que podría ser tangible.
Tiene una remera blanca manchada con sudor, la cual se pega a su torso dejando a la vista las costillas.

-- Sueltame. No... Puedo... Respirar.

Movió su boca, haciendo una mueca de dolor. Me dejó ir. Me bajó despacio y míos pies tocaron el suelo. Él se veía más alto de lejos, éramos casi de la misma altura ahora.

-- Oye, ¿Dónde estamos?

No dijo ni una sola palabra. Ni siquiera se movió. Solo me miro por un tiempo y luego se sentó en el suelo.
Me acerque a él y trate de mirarlo de manera que supiera que podía confiar en mi.

-- Él no dirá una palabra, preciosa.

Mire hacia una esquina donde se encontraba este chico musculoso de piel morena. Se levantó y camino hacia mí.

-- Le han cortado la lengua.

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