18. El golem de dos cabezas (c) inmortal

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—¡ME OBLIGASTE A HACERLO! —bramó el Golem. Hubo un chirrido, o tal vez no hubo ningún sonido, David no estuvo seguro, pero en ese momento, una bola creciente de luz negra recubrió al monstruo y creció y creció sin parar...

Cuando alcanzó a David, fue como si una mano gigantesca lo hubiera abofeteado, lanzándolo nuevamente a lo lejos.

Otra vez cayó al suelo como un muñeco de trapo. La energía siguió creciendo, avanzando posesivamente y apoderándose de toda la habitación, consumiendo el lugar entero en color negro.

David sufría un dolor constante, se sentía ahogado, pero al abrir los ojos se percató de que Rick estaba más que acostumbrado a esa energía oscura, pues no se retorcía de dolor; apenas temblaba en medio de la habitación como lo hubiera hecho si lo hubiera alcanzado una llamarada de fuego verde o púrpura.

¿Qué lo hacía diferente a Rick? ¿Por qué este no sufría? Se le ocurrió pensar que la única diferencia entre ambos era que él no podía escuchar sonido alguno. Probablemente todo esto también era cosa de sonido.

La respuesta no tardó en llegar. Lo único que no estaba cubierto de esa extraña aura oscura era él mismo (cosa que notó al cerrar los ojos y ver que sus parpados eran del color de siempre). Quizás esa aura invadía todo lo que estaba en el lugar a través del sonido y lo rechazaba a él porque no escuchaba.

—Ahora estás en mis manos —el monstruo se acercó lentamente. Sus cabezas de dragón refulgían con malevolencia.

A pesar de haberlo descubierto, David no sabía qué hacer. No podía quitarse los audífonos porque escucharía los argumentos susurrantes de las llamas, pero si no se los quitaba, no podría moverse y el Golem estaba a unos palmos de él, listo para devorarlo con una de sus cabezas.

No tenía opciones.

Se quitó los audífonos y saltó hacia la izquierda. Una gigantesca mano golpeó el sitio sobre la pared donde él había estado un segundo antes.

Pero pronto sintió que el poder del Somnostigio accedía a él. Inevitablemente, David recibió la jaqueca, el desespero, la ansiedad y el desasosiego asociados con el poder de las llamas. Su cuerpo temblaba tanto o más que el de Rick.

Luchaba por concentrarse en algo diferente, por pensar en videojuegos, películas o lo que fuera que pudiera distraerlo. Sin embargo, nada funcionó: lentamente se sumergió en la extraña y contradictoria ilusión del deber y la locura; sentía mareo y nauseas.

El Golem intentaba golpearlo con sus pesadas manos; todo lo que David podía hacer era correr y aguantar tambaleante. Concentrarse en la pelea lo ayudaba a mantener su mente despierta y alejada de la influencia del fuego pero no era suficiente; lentamente caía en una extraña hipnosis que parecía apoderarse cada vez más de su mente.

Sabía que su cuerpo estaba perdiendo velocidad gradualmente. Supo que tenía que atacar, no importaba si su poder no era suficiente, si no lo hacía ahora, no iba a salir vivo de allí: Rick y él morirían.

Corrió hacia el monstruo y disparó un débil chorro de energía y saltó para blandir su espada con toda fiereza.

Para su sorpresa, la espada chocó contra el mentón de la cabeza púrpura, cuya boca se cerró. Entonces, sin pensarlo, David saltó varios pisos y cayó sobre la nariz del monstruo e hizo que sus brazos y piernas se estiraran como chicle y fueran lo suficientemente largos para cerrar las fauces de esa cabeza y mantenerlas cerradas al amarrar sus propias extremidades en el enorme mentón del reptil.

El Golem sacudía su cabeza con violencia pero David se negó a soltarla. Las manos del monstruo eran demasiado largas para alcanzar sus propias cabezas y la cabeza verde apenas podía mirar la escena de perfil.

los oniromantes: el navegante de las pesadillas Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora