2. El castigo eterno que un mortal rompió (inferno)

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Creía que en cualquier momento sus ojos estallarían como bombillas en una sobrecarga eléctrica, pero después de un largo minuto que pareció una eternidad, las luces sicodélicas y el desespero finalmente consiguieron noquearlo.

Cuando abrió los ojos, ni siquiera estaba seguro de cuánto tiempo había pasado. Sólo podía ver tinieblas: ni siquiera alcanzaba a ver su propia nariz (de hecho ni siquiera estaba seguro de que todavía tuviera una).

Hacía mucho frío.

Tenía miedo, mucho miedo, pero a pesar de la densa oscuridad que lo rodeaba e intimidaba, creyó sentir una ligera alegría por el hecho de haber despertado.

¿Realmente estaba solo? Sí aparentemente, pero de haber alguien más tampoco hubiera podido verlo de momento.

Estaba en una posición en la que ninguna parte de su cuerpo tocaba otra además de sus párpados al cerrarse. Con los brazos y piernas (si es que aun existían) estirados, flotando en el espacio vacío.

Aunque el silencio y la soledad del lugar eran aterradores, el descubrir que había alguien esperando su llegada con ansias, no fue el descubrimiento más tranquilizador del mundo.

Las carcajadas de diversas voces con extrañas tonalidades resonaron justo antes de la aparición de un grupo de horribles seres que lo miraban fijamente.

-¿Quiénes son ustedes? -preguntó David y se estremeció, o intentó estremecerse, pues al instante comprendió que no se movería de su lugar aunque lo intentara con todas sus fuerzas.

-¡Somos tu peor pesadilla!

-¿Tus verdugos?

-¡JA!

-¡Aquellos que te atormentaran por siempre!

David creyó comprender lo que sucedía: había muerto y estaba en el infierno, que después de todo era tal y como siempre lo había imaginado.

-¡Te mereces esto y mucho más! -ladró una voz gruesa.

-¡Te vas a podrir en este lugar y nosotros vamos a disfrutarlo! -se burló una voz aguda.

-¿Por qué? ¿Qué me merezco? -la respiración de David estaba agitada a causa del pánico.

-¡Porque fuiste muy malo! ¡Hiciste sufrir a muchas personas! ¡Casi siento pena por una cosa como tú! -explicó la voz grave.

-¡Nosotros nos encargaremos de que recibas tu castigo por el resto de la eternidad!

Eran cuatro en total.

Eran seres humanos delgados sin rostro ni facciones. No estaba seguro de que tuvieran una forma corpórea: eran como fantasmas, sombras fugitivas de un mundo de pesadillas sin una forma definida a excepción de las largas túnicas con capuchas que vestían y las rendijas horizontales que tenían por ojos, despidiendo una tenue luz roja e iluminando ligeramente la escena.

Gracias a esta luz, David pudo ver un poco. Su cuerpo aún estaba rodeado por la burbuja de luz verdiazul, la misma burbuja que había visto que lo cubría cuando las luces y sonidos violentos lo habían vencido y había caído desmayado.

-¡Dijiste a tus padres que los odiabas! ¡Puerco malagradecido, ruin y miserable! ¡A pesar de que ellos te lo daban todo!

-¡Peleaste con ellos muchas veces! ¡Le hacías subir la tensión a tu madre con tu terquedad! ¡Hubieras podido enfermarla de los nervios o del corazón!

-¡Hiciste sentir mal a mucha gente! Siempre pensando en tus propios problemas y nunca parando un momento a fijarte en los de los demás.

-¡Disfrutabas burlándote de los demás! ¡Te creías demasiado inteligente y considerabas estúpidas a las demás personas! ¡Te reías de sus maneras de hablar, de ser, de las idioteces que decían y de las cosas que les gustaban! ¡Eras un maldito bufón y un payaso que ridiculizaba todo a diestra y siniestra! ¡Ahora te mostraré lo listo que eres, pelotilla!

los oniromantes: el navegante de las pesadillas Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora