CAPÍTULO 1.

45 3 0
                                    

-Este vestido es una mierda -dije, observándome en el espejo de cuerpo entero unido a la puerta del armario.

Estaba envuelta en un vestido pegado de forma cuadrada hasta las rodillas que compré en el T.J. Maxx. Era dos tallas demasiado grandes y estaba colgado en la sección de "Ropa de Mujer Activa". Lo sabía mejor. También sabía que no iba a encontrar nada apropiado en la sección "Junior". No para donde iba.

Caminé junto a los modernos tops escotados y los pantalones vaqueros de diseño y me dirigí a un grupo de mujeres de cuarenta y algo años congregadas alrededor de un estante circular de vestidos con descuento. Perfecto, pensé, y empecé a rebuscar rápidamente, con miedo de que las mujeres me arrebataran el vestido antes de que pudiera poner mis manos
en él. Recibí un par de miradas extrañas que se volvieron hostiles cuando me concentré en mi objetivo y chillé triunfante:

-¡Infiernos, sí! -No podía ser más perfecto. Un vestido horrible para una Ocasión horrible.

Mis ojos se posaron en los zapatos negros que tomé prestados de mi madre.

Estaban de moda para una abogada de alto cargo de treinta y cinco años, pero yo era una estudiante de dieciocho años de último curso. Daban la impresión equivocada, la cual temía. Gritaban: "¡Soy una persona increíble!" y pensé que no debería usarlos dentro de la iglesia. ¿No era apropiado ser humilde, o al menos dar la ilusión de ser humilde, en la casa de Dios? Pero no poseía zapatos de punta cerrada. No sé cómo había conseguido llegar a la edad de dieciocho años sin poseer un par de zapatos de punta cerrada, sobre todo porque me consideraba una fashionista. Pero allí estaba. A la merced de los zapatos de mi madre.

-Estos zapatos son una mierda -Decidí, arrugando mi rostro con frustración.

Me volví a un lado y miré mi largo y liso cabello rubio fijado en un moño desordenado en mi nuca. Unos mechones colgaban sueltos, pero no intencionalmente. No como si los hubiera sacado de mi moño para enmarcar mi rostro. No, habían sido sacados de un tirón tras un paseo de treinta segundos para recoger el correo. El viento era terrible hoy, y consideré trenzar mi cabello en una trenza francesa, aunque sabía que me haría parecer una niña de diez años.

-Mi cabello es una mierda.

Me miré a mí misma, imaginando a Beth riéndose de mí.

-¿Brooke, dónde has conseguido ese horrible vestido? -diría.

-Lo sé, ¿verdad? En el último minuto, y no tuve opción -contestaría.

-¿Y de quién son esos zapatos? -preguntaría-. Todas las veces que he intentado que compraras zapatos, y te negaste. Ahora mira lo que tienes que ponerte.

-Lo sé, Beth. Como he dicho, no tuve opción.

-No, no. Siempre tienes opción. Encuentra otra cosa. No puedo ser vista en público contigo viéndote así -contestaría.

-Beth, no tengo tiempo. Se me ha acabado.

-Todavía hay tiempo, Brooke. Siempre hay tiempo para hacer lo correcto.

-No, Beth. No hay tiempo -dije en voz alta, atragantándome con las palabras.

Mis ojos se pusieron vidriosos. Y entonces me hundí en el suelo y lloré quitando todo el estúpido maquillaje que acababa de ponerme, el estúpido rímel en mis estúpidas pestañas y el estúpido colorete en mis estúpidas mejillas. Lloré por las estúpidas horquillas clavadas en mi cabello que tiraban dolorosamente de mi cuero cabelludo. Lloré por las cosas que debería estar haciendo hoy. Los sitios a los que debería estar yendo. Lloré por mi triste vestimenta y mi triste corazón que lo complementaba. Pero

GOING UNDER.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora