La agonía de las rosas

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"Las rosas no eran rojas, solo fueron teñidas por la sangre de ese hermoso chico que pasó sus días de agonía llamando entre susurros a la muerte."


Llevaba tanto tiempo observando al chico, si no mal recordaba desde que este tenía unos siete u ocho años, a pesar de que sabía que esa alma iba a ser liberada por él le siguió observando. En cada tiempo libre que tenía se daba una vuelta por la casa de ese chico. Muchas veces le habían reprendido por estar siguiendo al rubio, pero poco le importó, más era la curiosidad de saber más sobre aquel chico.

Muchas veces había visto al rubio acompañado de una chica un poco más grande, que por lo que supo poco después era su hermana, parecían llevarse bien. Algún tiempo después cuando el rubio tenía aproximadamente diez años... La chica murió junto a su padre en un accidente automovilístico. Él no podía entender por completo los sentimientos humanos, a pesar de que una vez fue uno, la mayoría de estos fueron desapareciendo mientras cumplía su trabajo liberando almas, pero podía decir con seguridad de que el rubio estaba realmente destrozado.

Lo vio encerrarse en su habitación por meses, siendo testigo del dolor, la incertidumbre, la soledad, la frustración, la rabia y otros muchos sentimientos que formaron parte del rubio en los siguientes meses. Cuando pasó casi un año, la vida del pequeño parecía mejorar, su madre estaba más atenta con él y también comenzó a ir a la escuela otra vez, donde había conseguido algunos amigos. Todo siguió así hasta los trece, donde su madre enfermó, al principio parecía solo una pequeña gripe, pero de la noche a la mañana ella estaba muerta en su habitación...

Otra vez había sido testigo de cómo aquel rubio se rompía por completo, dejando el colegio, a sus amigos y encerrándose en su cuarto, de donde nunca más salió, hasta ahora no había salido, por lo menos dentro de lo que sabía el peliverde. Por lo que supo una mujer estaba a cargo de él, también había sirvientas en la casa, quienes se preocupaban de que el chico comiera, cosa que en verdad casi no hacía, y de que su habitación estuviera limpia, tarea no tan difícil, ya que la habitación en verdad no tenía muchas cosas, la gran mayoría habían sido desechadas por el rubio en momentos de rabia.

Ya con catorce años, casi quince al rubio le había llegado la hora. La casi nula alimentación que tenía lo había llevado a quedar débil, y al igual que su madre enferma, aun así, nadie en aquel lugar parecía darle importancia y tratar la enfermedad. Podría apostar que era por el obvio desinterés que todos tenían por aquel chico. Después de haberlo visto en casi sus peores momentos él había conseguido recordar algunos sentimientos, tales como eran la rabia, la frustración, la tristeza y también el amor... aunque este último solo era una suposición, ya que cuando fue humano, por lo que recordaba nunca se había enamorado.

Claro que el concejo de almas se había enterado de eso y habían castigado al peliverde, de una manera que este prefería no recordar. Aun así, el concejo no le quitó aquél "trabajo" de liberar el alma del rubio. Y ahora mismo, ese trabajo tenía que ser cumplido...

Su cuerpo se encontraba en una gran cama, cubierto por sábanas blancas y pétalos blancos esparcidos alrededor, dándole un aspecto angelical. La noche era oscura y fría, aun así, una hermosa y cálida luz parecía rodear su cuerpo. El viento entraba con total libertad, acariciando su piel y agitando sus cabellos levemente. Él sabía que el tiempo se agotaba, el momento que tanto ansiaba estaba por llegar, el momento en el que por fin podría descansar en paz sin tener que cargar más el dolor de su alma y la soledad en la que vivió.

Las manecillas del reloj emitían un hermoso sonido que rebota en las paredes de la habitación, logrando que la ansiedad del chico fuera en aumento. Sus manos, que estaban apoyadas a en su pecho, se movían jugando a entrelazar sus dedos, parecía nervioso. La mirada del peliverde se dirigió al rostro del rubio, notando que sus ojos parecían estar perdidos en el techo... Cómo cada vez que lo veía. Muy pocas veces lo había visto mirando a otro lugar, eso hizo que la curiosidad por saber que tenía el techo de interesante creciera, pero, por más que el peliverde mirara no encontraba nada, solo un techo blanco, como todo el resto de la habitación.

La agonía de las rosas [ZoSan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora