Capitulo 9

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¡CUATRO cates, tronco! Por más que miraba y remiraba una y otra vez las notas esperando que desapareciera alguno de ellos, ahí seguían los cuatro: Historia, Física y Química, Matemáticas y Cultura Clásica. Parecían en relieve. Era fijar la vista en el papel y, plas, te saltaban a los ojos. Las demás asignaturas, con suficiente excepto en Literatura que tenía un notable, pasaban totalmente desapercibidas. A ver cómo les enseñaba el maldito papel a mis viejos para que no les produjera un shock. Empecé a pensar en todos esos imposibles que te vienen a la cabeza en momentos de alto riesgo como borrar los cates con típex, tirar las notas a la Fuente de los Delfines, huir de casa, tirarme a la vía del tren...

—¿Cuántos roscos te han regalado? —me preguntó Dani.

—Cuatro. ¿Y a ti?

—Cinco.

—¡Joder! ¿Y qué vas a hacer?

—Lo de siempre, falsificar la firma de mi padre.

Este Dani es la leche. Soluciona los problemas con una facilidad pasmosa, sin dedicar ni cinco minutos a las consecuencias.

—¿Y si lo notan los profes? —le apunté sagazmente.

—Pero, tío, ¿por quién me tomas?, que soy un profesional —dijo con chulería—. Te calco las dos firmas, la de mi padre y la de mi madre, y ni te enteras.

—¿Y tus padres no te preguntan por las notas? —insistí.

—Les cuento el rollo del cambio de sistema educativo, que si es evaluación continua, que si bla, bla, bla, y tragan. Además, eso les da pie para quejarse: que ahora no hay quien entienda nada, que no hacen más que darles vueltas a las cosas para que todo continúe siendo lo mismo, que el caso es dar el menor golpe posible, que tanta informatización para nada..., y acabamos con que la política es un desastre, que lo mismo da unos que otros, total para lo que hacen, que menos elecciones y propaganda y más hechos... Al final ni se acuerdan de las notas.

Los planteamientos de Dani me dejan hecho polvo. Por un lado, me sumen en el mayor de los desconciertos y, por otro, me plantean unas dudas existenciales tremendas. ¿Me complico la vida inútilmente? ¿Pertenecemos Dani y yo a dos especies diferentes? ¿Soy un ser permanentemente angustiado por las circunstancias? ¿Es la vida tan simple como la ve Dani y soy yo quien le busco las vueltas? ¿Importa mucho en la vida de una persona tener cuatro cates en una evaluación de cuarto de la ESO? ¿Es mi estado de ni chicha ni limoná el que me convierte en insuficiente o es la materia gris de mi cerebro que no da más de sí?...

En esas profundas reflexiones estaba, cuando se me acercó Belén.

—Andrés, estoy desesperada —dijo—, me han cateado Física y Química.

—¿Nada más? Si te consuela, a mí me han quedado cuatro.

—¡Puf! A mí me quedan cuatro y me tiro directamente a la vía del tren.

—Eso estaba pensando yo hace un momento, pero, después de hablar con Dani, he cambiado de opinión. Al fin y al cabo, en los periódicos nunca ha venido la noticia de un linchamiento de un hijo por sus padres a causa de cuatro cates. Lo más que me puede pasar es que me metan interno. ¿Y qué? Ya no volveré a ver la luz del sol, perderé a mis amigos, me darán correazos, me quedaré en los huesos, cogeré el cólera...

—No seas tonto, te estoy hablando en serio, ya sabes cómo es mi padre.

—¿Él nunca ha tenido un suspenso en su vida?

—No, en su historial solo entran las medallas.

—Bueno, pues tendrá que acostumbrarse. Hay que probar experiencias nuevas; si no, la vida pierde emoción.

Nunca seré tu héroe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora