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- ¿Está loco?

Es mi hora de salida, tras una cansada jornada finalmente estoy atravesando recepción con Gigi a mi lado, dispuesta a irme a mi apartamento para tirarme en mi cama y ver películas en Netflix o leer un libro, pero cuando me acerco a la puerta de la recepción, justo a un lado de esta, como si fuera un guardia más, veo al nieto de Marlen en la puerta mirándome con una sonrisa de todo.

- ¿Por qué no caminas? -me pregunta Georgina deteniéndose al ver que me quedo parada a un metro de la puerta.

Mi amiga alza las cejas, pero antes de que se de cuenta por si sola, la tomo del brazo con fuerza y la atraigo a mí mientras comienzo a mascullar:

- Gigi, -me ve sorprendida- ese hombre en la puerta es el imbécil del otro día.

Al escucharlo, abre la boca e indiscretamente, se gira hacia el lugar donde está y al verlo, me toma ahora con fuerza ella y pregunta, con las cejas alzadas:

- ¿El que quiere la cita?

- El mismo -asiento.

Espero de todo, que me diga algo bueno, algo malo, una burla u otra cosa, pero cuando me suelta y con una sonrisa maliciosa me dice:

- Adiós, Leah.

Abro lo ojos sorprendida e intento tomarla, pero ella se aleja y corre a la puerta ante mi mirada estupefacta, ve al hombre y sólo me vuelve a ver, abre la puerta y sale a la calle dejándome completamente sola.

- ¡Gigi, no me dejes! -le grito enojada, pero sólo se va y el castaño me mira con una sonrisa y yo resoplo.

¿Ahora qué se supone que haré?

Vuelvo a mirar a aquel y cuando alza su mano para saludarme, ruedo los ojos con molestia y me doy la vuelta para poder ir a la parte trasera. Saldría por la zona de recibir proveedores, camino hasta la parte trasera y entro en la cocina saludando en mi paso a los demás y cuando veo la zona de descarga, voy hacia el hermoso sol y calle con gente y bajo las escaleras para poder salir, pero cuando me giro hacia la izquierda para poder tomar el autobús, choco contra alguien y al alzar mi cara para disculparme, me quedo en shook al ver al maldito nieto de Marlene frente a mí, con sus brazos cruzados y viéndome desde arriba con seriedad.

- ¿Queriendo escapar? -cuestiona con tono divertido.

- ¡¿Qué mierda te sucede?! -exclamo harta de esto- ¡Te dije que no saldría contigo!

La gente nos mira de reojo y yo me arrepiento de mi tono alto, pero es que en verdad no entendía que le sucedía. Yo no quería salir con él, y ya se lo había dicho y aquí estaba, bloqueándome el paso y quitándome el tiempo.

¡¿Por qué no me dejaba en paz?!

- Ayer te mande un mensaje y nunca recibí una negativa -me responde alzando una ceja.

Resoplo.

- No dije que lo haría -alzo una ceja como él.

-Tampoco te negaste -volvió a decirme y esta vez bajó los brazos y se acercó más a mí.

Me aleje nerviosa, al ver que se pegaba a mí, y mire a los lados en busca de una escapatoria, pero entonces caí en cuenta de que este hombre sabía donde trabajaba, sabía mi nombre, y si quería seguirme molestando, lo haría. Además, estaba segura que esto era para él sólo un maldito juego de poder donde se demostraba que nadie se le negaba, y aunque me molestaba contribuir a su maldito complejo de Dios, no sería nada nuevo para mí ceder ante un hombre que se creía un adonis, y de paso, me invitaba la cena.

- Está bien, está bien -comienzo a decir cuando me doy cuenta que no se detendrá-. Iré contigo a esa estúpida cita, pero me dejas ir a cambiarme a mi casa -claudiqué.

Maldita tentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora