Como el agujero negro que traga todo a su alrededor sin dejar pizca de salvación se convertía.
La obscuridad reinaba siniestra la silenciosa noche, nadie llamaba a la luz, nadie quería luz, lo ojos estaban acostumbrados a la serenidad y soledad, la brillantes de la luz vendría arrogante y se estrellaría frente a sus ojos, desgarrándolos y metiéndose en ellos.
Desconociendo las maravillas y viviendo entre las maleficencias de lo que la noche le permitía ver, se negaba consumido por el miedo a todo aquello que fuera desconocido en se imperturbable mundo.
La melodiosa risa cantarina de un ser jamás antes descubierto retumbó por todos los sentidos que habitaban ahí, todas las terminaciones nerviosas fueran despertadas de su largo ensueño del que habían sido sometidas. Hasta las más diminutas sensaciones de ese lugar cobraron vida, hoy... Había despertado.