5 La Maldición del Collar

7 0 0
                                    

No entendimos nada de lo que dijo el señor, sin embargo Fiorella suponía lo que era.

— ¿Te refieres al Collar de la Araña? ¿A la reliquia del tatarabuelo? —dijo aún en sollozos.

—Sí—respondió mientras se sentaba en el sofá cansadísimo pasándose las manos por la cara, parecía muy viejo, acabado, como si de pronto hubiera cumplido cien años—, realmente no pensé que nos llegaría de esta forma.

—Alberto ¿de qué hablas? —preguntó la señora Samantha.

—Hija, ¿tienes el collar? —preguntó a Fiorella sin hacer caso a su esposa, quien estaba totalmente confusa como Luz, Alfredo y yo.

—Sí, papá—contestó la chica temblando sacando de la reliquia de debajo de su blusa el collar entregándoselo.

—No entiendo nada ¡Explícate!—bramó la señora Edelmira al tiempo que llegaba al rellano viéndonos de una sola pieza frente a la pinta y a los gatos asesinados— ¿Qué es esta mierda? —preguntó al ver la escena.

—Siéntense y se los contaré-respondió tenso el señor Alberto.

Obedecimos. Todos ocupamos los dos sofás en un santiamén para no perdernos ni una palabra. Gaby subió con una gran bolsa negra y unos guantes para coger a los felinos muertos. Bajó sin hacer alguna pregunta contenta de hacer su trabajo.

—Todo comenzó hace muchísimos años cuando el baluarte de nuestra familia, mi bisabuelo Jeremías, llegó a estas tierras trayéndose consigo este collar con un rubí, en el cual, hay una araña grabada en el centro—lo pasó a su tía Edelmira para que lo vea más de cerca al igual que la señora Samantha. Ambas estaban absortas—. Él se lo quitó a un noble de allá en España que tenía un puesto en el ayuntamiento de Oviedo.

—Esa historia ya me la contó mi mamá Teresa—interrumpió Fiorella.

—Es obvio—observó el señor Alberto— ella quería que tuvieras un buen concepto de él, pero lo que no te dijo es lo siguiente: el hombre éste le juró que cada descendiente suyo perseguirá a uno de los nuestros hasta acabar con toda nuestra prole. Fue cuando mi bisabuelo le disparó y, sí, lo mató—dijo al ver las caras de espanto que poníamos, en especial la de Fiorella—y lo enterró en las lomas de un cerro. Luego zarpó en el primer buque hacia América, donde le incitaban ir hacia Perú, una tierra llena de riquezas. Es así como llegó.

La historia seguía siendo enigmática. Recuerdo cuando Fiorella nos la contó la vez en que iba a hipnotizar a Alfredo para saber de la muerte de Gisella. Aunque de la Maldición no teníamos ni idea.

—Una vez en Perú, empezó a trabajar duramente como obrero ganando un sueldo que, en aquellos tiempos, era bueno. Luego le dijeron para ser capataz en una hacienda en el norte y es así como él llegó a Pacasmayo y conoció a mi bisabuela Martina. Poco después se casaron teniendo siete hijos, cuatro de los cuales murieron raramente. Mi bisabuelo no lo entendía hasta que estuvo a punto de fallecer. En sus últimos días una mujer se le acercó diciéndole que él estaba pagando las culpas de la muerte del noble español. También le dijo que la venganza continuaría tal y como se le había dicho. Él le entregó el collar a su hijo mayor diciéndole que lo pasaría de primogénito en primogénito. Si Fiorella tiene el collar es porque mi hermano mayor falleció y no tuvo hijos. En sí, Fiorella es la mayor de las nietas.

—Esa parte ya la conozco, Alberto—refunfuñó la señora Edelmira, mirándolo con sus enormes gafas—. Anteriormente habían muerto dos primas de tu madre. Incluso tú tienes dos hermanos finados: Gustavo y Diana. Teresa me había comentado aquella historia cuando se comprometió con mi primo. A decir verdad éramos mejores amigas.

La Maldición del CollarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora