7 La espera no desespera

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Setiembre es un mes muy especial para todos nosotros, pues celebraríamos el aniversario de nuestra Alma Matter. Nuestro colegio, el "José Andrés Rázuri", cumplía un año más de fundado en setiembre y mitad de habitantes de la provincia de Pacasmayo habían estudiado en sus aulas desde 1936. Se puede decir que es como una fiesta patronal. Una fiesta patronal porque celebraban a este personaje, muchas veces anónimo en los libros de historia, que le dio la victoria al Ejército Patriota en la Batalla de Junín. Desafió a Simón Bolívar cambiando la orden de retirada por la de ataque, pues estaban perdiendo la batalla, cuando el "Genial Desobediente", hizo caso omiso a la petición del General. Así, se ganó la primera de las dos batallas por la independencia total de España.

El "José Andrés Rázuri" tenía un sentimiento que iba más allá de la verdadera razón, era más que un colegio, un sentimiento difícil de explicar. Quizás podría ser una pasión. O quizás un gran amor que jamás se olvida, algo que te marcó para toda la vida.

Las fiestas empezaban con el clásico cachimbo de nuevos y alumnos de primer año. El primer domingo de setiembre siempre es el día elegido para tal evento. Desde temprano, el coliseo era abierto para que uno a uno vayan desfilando primero por el bautizo donde los verdugos-o sea los alumnos de quinto- te dan de beber chicha de jora salada que es el vino y una papa o camote crudo que sería el pan razurino. Mientras haces esto te pintan la cara de un solo brochazo en forma de cruz diciéndote: "Yo te bautizo como..." y después te sueltan sin pelos en la lengua el apodo que escogieron para ti días antes cuando ellos pasan de salón en salón, te llaman por tu apellido, hacen que te pongas de pie, te miran un rato, luego hablan entre ellos sonriendo y se van. Inmediatamente, y casi a empujones, te llevan a la guillotina a cortarte el pelo de tal manera que quedas trasquilado y, por ende, raparte para que todo esté parejo. Afuera del coliseo, un peluquero hace su agosto agradecido de que por fin llegara el aniversario. Sin más remedio, a ir a clases de esa manera, teniendo cuidado que los alumnos de cuarto y quinto no te quiten la gorra y te metan un lapazo, por ser tradición. Las únicas que tienen suerte son las chicas porque, obviamente, ellas no son rapadas y solo están al acecho por ser la Reina del Cachimbo Razurino, así como lo fue la hija de una profesora.

El desfile y almuerzo de reencuentro de ex alumnos Razurino estaba programado para el segundo domingo de setiembre, donde cientos de personas se agolparon a la Plaza de Armas para tener una buena visión de las promociones y de la gente que llegaba de todas partes del mundo para darse cita en el aniversario del colegio que los formó. De todos los niveles sociales y de todas las profesiones y/u oficios, lucían orgullosos la banderola que identificaba a su promoción, incluso personas muy ancianas del año de la pera se saludaban efusivamente sonriendo de oreja a oreja. Poco a poco, las diferentes promociones iban llegando, mientras tanto, en la Iglesia Matriz, se oficiaba una misa en honor al aniversario. El sol tímidamente se asomaba, pidiendo permiso para que brille del todo. Aún había nubes y corría un frío helado mientras caminaba por la Plaza en busca de mi promoción. Por fin di con ellos, me saludé con los chicos, a pesar que solo teníamos cuatro años de abandonar las aulas, los apretones de mano y los abrazos eran fuertes. Con algunos de ellos jamás había conversado, pero me hablaban como si me conocieran de años. Ignoraba si alguno de ellos siquiera sabía mi nombre o mi apellido. Estaba pensando si en verdad llegarían Luz Y Fiorella al reencuentro, porque ya era más de las diez y la Misa y el izamiento del Pabellón Nacional ya habían acabado. Seguramente Fiorella no estaría presente por el fallecimiento de su abuelo. Quizás no quiere saber nada de nada y debe estar más preocupada con todo el misterio que debíamos resolver.

El tiempo avanzaba y el director del colegio daba una pequeña reseña acerca de la fundación, sobre los personajes que influyeron en este hecho. Los alumnos ilustres como alcaldes, congresistas y deportistas y los logros tanto en el ámbito estudiantil como deportivo a través de sus años de gloria. También daba la bienvenida a las diferentes promociones en especial a las que cumplían veinticinco y cincuenta años en sus bodas de plata y de oro, respectivamente. Poco a poco las diferentes promociones iban ordenándose para desfilar luego de los demás colegios que acudieron al izamiento de la bandera y acompañaban al "Andrés Rázuri". La banda de músicos entró triunfal a la Plaza siendo ovacionada por el público asistente, se entonaba una marcha militar para que por ella pasaran los colegios asistentes. Cuando hubieron pasado todos, la banda volvió a pasar pero esta vez tocando el himno al colegio empezando por la primera línea de la primera estrofa "Adelante razurino a conseguir...", mientras el maestro de ceremonia anunciaba el paso victorioso de la escolta. La gente vitoreó y aplaudió el saludo marcial de los alumnos. El sol que estaba desparecido durante todo el día, apareció en todo su esplendor para decirle al colegio aquí estoy presente. Llamémoslo coincidencia, pero desde que tengo memoria cada vez que el Rázuri desfilaba brillaba el astro rey, así estuviera todo gris y/o con lluvia. Impresionante, no hay otra palabra.

Las diferentes promociones iban pasando cantando a viva voz el himno institucional. Muchos de los ex alumnos llevaban puestos sus uniformes de colegio, bueno una réplica, porque no creía que todavía les quede dichas vestimentas, saludando a izquierda y derecha, emocionadísimos ellos de reunirse y enfrascarse en ese jolgorio ilimitado llamado fraternidad y cariño por las aulas que los vieron crecer, formarse y convertirse en hombres de bien. Andaba medio desencajado, pues había chicos con los que nunca había conversado y no tenía un compañerismo o amistad. Seguía esperando a que llegaran mis amigas cuando sentí un leve empujoncito detrás de mí. Al darme la vuelta estaban ellas: Luz y Fiorella. Nos abrazamos efusivamente debido a la algarabía que generaba el momento. Emocionados, nos tocó pasar por la Plaza cantando sin parar el himno al colegio. Jamás había experimentado una sensación de nostalgia tan viva como la que pasé aquel día.

Luego de aquel momento de gratitud, muchos de los ex compañeros se juntaron para ir a almorzar, las chicas y yo nos excusamos diciendo que estábamos de luto, cosa que era real. Nos despedimos de los demás y, a la vez, repetimos la acción entre nosotros. Fui con ellas a embarcarlas a la Plaza para que tomaran el colectivo que las llevara a Pacasmayo. Nadie dijo nada acerca de lo que estábamos esperando, solo un cariñoso "nos vemos" y cada uno por su ruta. Al parecer las fiestas razurinas habían disipado toda la preocupación que teníamos.

La Maldición del CollarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora