Capítulo #6: "Yo no los maté"

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—¡Jóven!, ¿puede repirar?— me pregunta un hombre que me carga en brazos.

Ese hombre interrumpe mi sueño con sus preguntas, intentando hacer que respire oprimiendo mi pecho.

—Si...si puedo respirar— carraspeo.

Me ponen en una camilla y me meten en una ambulancia.

Antes de que cerraran las puertas, puedo notar que estoy enfrente de mi salón que tiene la puerta tirada, de la cual sale humo como si no hubiese un mañana. También me doy cuenta de que sacan un montón de cadáveres incinerados por completo, entre ellos, el de mi tan apreciada Kyla, y de mi fiel amigo Connor.

—¡No, ellos no, traiganlos, hagan algo, salvenlos!— grito exageradamente.

—Hijo, ya no hay nada que hacer por ellos, descansa, gritar te lastimará más la garganta— me dice el mismo bombero que estaba conmigo.

No pedía que salvaran a Connor, yo ya sabía que él estaba muerto, pero si por Kyla, quiero que ella se salve.

—¡Dejenme estar con ella por favor, o salvenla, no la dejen ahí!— vuelvo a suplicar.

—¡Entiendelo, hicimos lo que pudimos!— me repite el hombre.

Las lágrimas comienzan a brotar por mis ojos como torrentes.

Al ver que nadie se digna en ayudar a Kyla, tomo la iniciativa yo mismo, torpemente desabrochó los seguros que me mantenían en la camilla y me tiro por el borde de ésta; callendo así en el patio de mi escuela, impactando dolorosamente mi cuerpo contra él.
Y como me es posible, me arrastro para poder llegar con mi tan querida Kyla, con lágrimas resbalándose por mi rostro, y todo mi cuerpo con un ardor por las quemaduras.

—¡Esperen!— grito para que no se la lleven aún.

Pero el intento me dura muy poco al ver que el bombero junto con otro compañero me recogen del suelo.

—¡No por favor, Dejenme estar con ellos!— grito.

Me suben de nuevo a la camilla e ignoran mis plegarias. Pero, no pueod evitar llorar y gritar aunque sé que de nada servirá, lo único que quiero es estar con ellos de nuevo.

Cierran las puertas de la ambulancia y me colocan una mascarilla para respirar en mi rostro.

¿¡Por qué no me dejan estar ahí!? ¿¡Por qué no quieren que me despida de ellos!? ¿¡Es demasiado pedir!?.

Me recargan en la camilla y me piden que me calme, que si no lo hago podría yo mismo causarle un infarto. Y oponiéndome a la idea completamente, me resigno a sólo llorar hasta llegar al hospital.

El camino hasta el hospital fue corto, pero eso no quita que la revisión si fuera todo un infierno. Revisarte por todos lados hasta entender que mis heridas no eran tan graves, sólo quemaduras de primer grado y uno que otro golpe, pero nada más.

Vaya mierda.

Me meten en una habitación muy común, nada lujosa.

—Estarás aquí un par de días más hasta que te recuperes por completo— me dice el doctor.

Al escuchar esto, dejo caer mi torso por completo en la cama y me quedo dormido.

Al día siguiente.

Pibe, estos hombres te buscan para hacerte unas preguntas, ya sabes, para la investigación del accidente— me dice una enfermera.

En estos momentos, ya nada me importa, lo que e vivido no es algo que se pueda olvidar fácil. Solamente asiento con la cabeza.

Los hombres pasan y se sientan en las sillas que hay en la misma habitación.

—Muy bien muchacho, primero que nada, queremos que nos cuentes que es lo que pasó— me dice uno de ellos.

Al escuchar la indicación, me dispongo a contar todo lo ocurrido a detalle, obviamente los dejé boquiabiertos.

—Si no me creen, pueden revisar las cámaras de seguridad del salón— les digo al ver su impresión.

—Muchacho, todo lo que estaba dentro de ese salón quedó completamente incinerado, incluso los bomberos y los doctores creen que es un verdadero milagro que tu hayas sobrevivido— me dicen —Jóven, sólo dinos la verdad, no inventes esas cosas que ni tú te crees, creemos que tu causaste el incendio—.

—¿Qué? ¿Ustedes que se piensan que soy, un loco?¿Yo qué razón tendría para matar a mis compañeros e incendiarlos conmigo dentro?— les digo con la mayor amabilidad posible.

—Dinoslo tú, ¿por qué lo hiciste?— me cuestionan.

—Señor, yo le estoy diciendo toda la verdad, le juro que no exagero en absolutamente nada, yo no los maté— respondo.

—Mira muchacho, se te fue asignado un abogado, y por ahora puedes ser un testigo o un sospechoso, tú decides— sentencia uno de ellos —El juicio será en dos días, la ambulancia te llevará, mucha suerte— dicen y se van.

¿Estos tipos estaban cuerdos o qué? ¿En serio se piensan que yo maté a mis compañeros sólo porque fui el que sobrevivió? ¿Yo qué motivo tan grande debí tener como para quemar a mis compañeros y peor aún, para hacerlo conmigo dentro?

Ahora solo debía esperar hasta mañana para el juicio.

Pero después de un rato entran dos personas más, mis padres.

—Mi niño, ¿Quién te hiso esto?— dice mi Madre quién al mismo tiempo se me acerca y me abraza.

—Hijo, sólo dile la verdad a los detectives y te dejarán en paz— me dice mi Padre.

—¿Tú tampoco me crees? Yo no maté a nadie, yo soy una víctima más aquí— declaro.

—Ambos sabemos que lo que les dijiste ni siquiera tú te lo crees— replica.

—¿Me estás llamando mentiroso? Yo no invente nada, cada palabra que dije es cierta, no puedo creer que tú tampoco confíes en mí palabra— me exalto y le alzo la voz.

—Pues, si lo que dices es cierto, ganarás el juicio y serás un testigo— me dice mi padre.

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