Napoleón y Wellington habían estado combatiendo sin saber qué estaba ocurriendo con los prusianos en la distancia. El Emperador había enviado parte de sus tropas, 32.000 hombres comandadas por el mariscal Grouchy, para interponerse en el camino de Blücher. Pero Grouchy había fracasado en su intento: el general prusiano se había limitado a rodear a Grouchy, engañándole completamente con la maniobra. A partir de aquel instante, Grouchy sólo había podido perseguir a un enemigo que no sabía muy bien dónde buscar.
Sabedor de que el destino de Europa podía depender de que llegase a tiempo para socorrer a Wellington, Blücher impuso un tremendo ritmo de marcha a sus tropas. Hubo que sortear toda clase de obstáculos naturales: suelo embarrado, malos caminos, numerosas vaguadas y torrentes en los que los pesadísimos cañones tenían que ser subidos a pulso por los soldados. Con aquellos esfuerzos titánicos, Blücher logró una hazaña considerable: recorrer a toda velocidad la distancia que le separaba del campo de batalla y llegar junto a Wellington antes del final de la contienda. Los prusianos aparecieron por sorpresa en el ala derecha del frente francés.
Para Napoleón, que no esperaba la llegada de Blücher, y menos tan pronto, esto fue un golpe desmoledor. Los prusianos tomaron el pueblo de Plancenoit, situado en un flanco de la posición francesa, pueblo que era como una puerta para entrar en su retaguardia. Los soldados prusianos se apostaron en las casas del pueblo y de repente las espaldas del frente francés estaban en serio peligro de sufrir un asalto fatal.
Fue entonces cuando El Emperador, a la desesperada, llamó finalmente a la Vieja Guardia, el escuadrón más veterano de la Guardia Imperial. Los soldados de la Vieja Guardia se levantaron de su descanso, comenzaron la marcha, se encaminaron a Plancenoit y entraron en las calles del pueblo caminando lentamente, sin mostrar el más mínimo indicio de temor, sin retroceder un solo paso, enfrentándose a tiros con cualquier enemigo que se cruzase en su camino.
Su determinación, su presencia de ánimo, su habilidad en combate y la leyenda que les rodeaba terminaron causando el pánico entre los soldados prusianos. Haciendo gala de su fama, les hicieron huir precipitadamente y abandonar la aldea en manos francesas. Una vez más, la Vieja Guardia había demostrado por qué se le consideraba el mejor cuerpo de infantería de su tiempo. Pero sería el último momento de gloria: los prusianos se rehicieron, volvieron a asaltar la aldea y pese a una feroz resistencia, los gloriosos hombres de confianza de Napoleón Bonaparte empezaron a sufrir las consecuencias de su inferioridad numérica.
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Waterloo - La Batalla que Napoleon pudo Ganar.
Historical Fiction¿Que pudo pasar si Napoleon Bonaparte hubiese ganado el 18 de Junio de 1815 en esa lugubre llanura belga de Waterloo?...Este libro apasionante y revelador pone al alcance del lector los pormenores de un hecho que pudo haber cambiado la Historia de E...