La madre de Frank les llevó el almuerzo a la habitación y en cuanto cerró la puerta volvieron a encender el computador de escritorio. Bob había estado revisando varias páginas de internet antes de ser interrumpidos, pero pronto se habían dado cuenta que efectivamente no había noticias con respecto a él. Frank esperaba encontrar titulares e historias con respecto a la desaparición de un chico de 17 años de nombre Gerard Way, pero absolutamente nada venía. Sólo algunos alcances de nombre y un privado perfil en Facebook que tenía una foto de perfil de un chico de cabellos negros, nariz respingada y hermosa sonrisa. En otro tiempo pudo haber sido el Gerard que él conocía, pero ahora lucía irreconocible. Estaba demasiado destruido.
— Tenemos que ir a la policía —decidió Bob con el tenedor en la boca—, es lo único que nos queda. Ellos se van a encargar.
— ¿Y si no? —Frank replicó desde su cama— Tú dijiste que mataron a alguien, ¿no? ¿Por qué no están en la cárcel por eso?
— No lo sé... quizás no habían pruebas —respondió Bob—, pero ahora la prueba está viva en ese sótano, Frank.
— Tengo miedo —confesó.
— Pero si no lo hacemos van a matarlo y ya me metiste en esto y no puedo vivir con el cargo de conciencia. Hay que hacer algo por él.
— Lamento haberte metido en esto, Bob —suspiró Frank, Bob rodó los ojos.
— Discúlpate cuando haya terminado y estemos tranquilamente comiendo una hamburguesa junto a ese chico. Ahora vamos, tenemos que ir a la policía.
Ninguno de los dos tenía muchas ganas de seguir comiendo, y bajo la excusa de que irían a buscar algo a casa de Bob, se marcharon. A Frank le costó seguir disimulando el dolor que lo hacía estremecer, pero lo logró milagrosamente y de prisa salió tras su amigo. Todo el camino a casa de los Bryar se lo pasó mirando en todas las direcciones buscando a los tres verdugos, pero no se los encontró por ninguna parte. Y en cuanto encontraron un desvío del camino que casi directamente conectaba las dos calles, desaparecieron de la vista y tomaron un taxi rumbo a la estación de policía más cercana.
Frank nunca antes había visitado ese lugar, pero el escudo y las banderas le hacían saber que estaban en el lugar adecuado. Intercambió una mirada significativa con su amigo y juntos entraron al lugar.
— ¿Qué buscan, chicos? —fue un alto y delgado hombre quien los saludó. En su chaqueta se leía el apellido Walker.
— Queremos hacer una denuncia —dijo Bob, Frank se había quedado congelado—. Es algo bastante grave, necesitamos hablar en privado.
El policía les dedicó una leve sonrisa y luego les indicó el camino hasta la oficina del alguacil. La puerta tenía un gran vidrio esmerilado que hacía imposible mirar al interior, pero estaban bastante seguros de que él su podía verlos porque en cuanto se plantaron ahí alguien gritó "Adelante" desde el interior. Se miraron una vez más y esta vez fue Frank quien tomó la delantera. El alguacil era un hombre de unos cincuenta años, tenía el cabello entrecano y una placa en su escritorio decía que su nombre era Vincent Sloan. Frank inspiró pesadamente y tomó asiento ante el escritorio y segundos después su amigo lo siguió.
— ¿En qué puedo ayudarles? —dijo el hombre, posando ambas mano sobre el escritorio.
— Quiero hacer una denuncia —comenzó Frank—. Hay tres personas que secuestraron a alguien y lo encerraron en un sótano en una cabaña abandonada cerca del lago y han estado abusando de él desde hace meses y creo que si no hacemos algo pronto él podría morir.
YOU ARE READING
poetic tragedy ・ frerard
FanfictionA los 17 años todas las personas han tenido muchas experiencias alucinantes, excepto él. O eso piensa Frank. Harto de sus aburridos días decide hablarle al grupo de tipos raros que se juntan por las noches en el parque cercano a su casa. Ellos le en...