One

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Recosté mi cabeza en la suave y acogedora almohada que yacía sobre mi cama, al igual que yo ahora.

Respiré hondo y contuve las ganas de llorar.

- Después de todo nadie va a extrañarme. - Susurré apenas. Ya estaba la decisión tomada y la nota, escrita.

Sujeté las tijeras con fuerza. ¿De verdad algo como esto iba a provocar mi viaje? La verdad, siempre esperé que fuera con algo más digno. Bueno, siempre esperé que sería alguna enfermedad o persona quien me robara el "privilegio" que me dio mi madre, el de existir.

Aunque ahora... Todo era tan distinto. Tan horrible en comparación a lo que vi por primera vez...

No importaba. Eso ya no importaba ahora.

- Los voy a extrañar. - Dije con un tono sombrío. Era extraño que los quisiera a pesar de que ustedes a mí no. A pesar de que era justamente por eso que escogí rendirme.

De cualquier modo, la tijera ya estaba dejando trazos cada vez más largos en mi muñeca a medida que iba halándola hacia atrás lentamente.

Mi sangre empezó a caer por hilos finos, formándome un tipo de brazalete carmesí, y luego el líquido rojo caía en gotas sobre mi cama. De seguro mi madre se enojaría y me mandaría a lavar las sábanas al verlas en ese estado, pero ya no estaré vivo para darle más molestias.

Me pregunté miles de cosas en ese instante. Cosas como si te preocuparías al no verme seguido... O por lo menos notarías que ya no estoy.

A mis quince años de edad no era normal tener pensamientos suicidas. Al menos eso es lo que yo creo. Pero daba igual, ya había iniciado mi despedida cuando la tijera abrió la piel de mi muñeca izquierda, dejando ver carne viva.

- Es muy poco... - Musité, sintiendo como la herida empezaba a arder. Y yo hasta ahora seguía con vida.

Dudé un poco si hacer lo siguiente, nunca había sido de los que gozaban del dolor propio. Por eso era que jamás, a pesar de mi sufrimiento, me corté o lastimé para "desahogar mis penas". Para mí eso era estúpido y una manera de llamar la atención o dar lástima.

Yo a esas alturas no quería ayuda.

No dudé un segundo más y enterré la tijera en la abertura de mi muñeca. Y la abrí para tener una mejor vista del interior de mi antebrazo.

Oh, joder. Eso dolió mucho.

A pesar de que las lágrimas no dejaban de caer, esta vez por el dolor, no grité ni detuve mis acciones.

Me dediqué a buscar mi objetivo, hasta que lo encontré. O mejor dicho, la encontré...
Mi arteria radial.

Resoplé para no soltar un alarido desgarrador, llamaría la atención de otras personas y me salvarían por moral, sé que nadie lo haría por cariño hacia mí.

Convencido de esto, puse la arteria entre las cuchillas de la tijera y la corté de un solo movimiento.

La sangre salió a borbotones, como si fuera una fuente.
Satisfecho con este resultado, cerré los ojos y me dispuse a dormir eternamente.

"Sonem ed sárahce em on."

Tardé treinta segundos en empezar a sentir que perdía fuerzas.
Y treinta y uno en comprobar que todo había acabado.

Sonem Ed Sárahce Em OnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora