Two

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Abrí los ojos repentinamente y con tranquilidad.

¿Me había quedado dormido?

Traté de recordar lo último que hice antes de caer en sueños... Entonces fue cuando tomé consciencia de lo que pasó.

Yo había muerto. Yo mismo me quité la vida con una tijera.

Pero estaba vivo, ¿no?
No entendía. Yo fui testigo de mi propia muerte. Yo me corté una arteria importante. Yo me cansé de ser rechazado por todos.

Sin embargo estaba en mi cama, y no sentía una pizca de dolor. Bueno, al parecer todo había sido un sueño.

Puse los pies en el suelo para sentarme en el lecho, y miré mi muñeca... Intacta. Pulcra como la conocí.

Me levanté, aunque mi corazón se aceleró al ver que una niña estaba mirándome con un cara de... ¿Diversión?

- Así que tú eres Nagisa Shiota, ¿eh? De verdad eres un suicida.

- ¿Suicida? No estoy muerto. - Respondí, confundido. - ¿Quién eres tú?

- Mi nombre es Chara. - Respondió ella con una sonrisa de oreja a oreja. - Y veo que tuviste una muerte algo dolorosa. - Comentó ella, mirando con atención mi cama y llevando una mano a su barbilla.

- ¿Muerte? No estoy muerto. - Aclaré antes de voltear mi mirada para averiguar qué era lo que le parecía tan interesante.

Lo que vi me heló tanto la sangre que me fue imposible no soltar un chillido del miedo.

Yo estaba en mi lecho. Muerto. Desangrado. Con la piel de la muñeca abierta como si tuviera una cremallera. Mi rostro estaba pálido y lleno de lágrimas. Mi cama de un color rojo opaco por los coágulos formados. La tijera estaba a un lado cubierta de sangre. Y mi arteria cortada no dejaba salir un chorro más de líquido rojo.

Traté de regular mi "respiración" y no perder más la compostura. ¿En serio? Se supone que los muertos no respiran. Sea lo que sea que esté haciendo, parece una toma de aire.

- ¿Qué soy? ¿Un fantasma?, ¿un espectro?

- Un alma. Eres una pobre alma que no haya la paz. Tenemos cosas que hacer, ¿sabes? - Contestó con serenidad, mostrando su sonrisa traviesa, que de algún modo daba mucho miedo. - No podemos perder tiempo.

- ¿Qué tenemos que hacer? - Pregunté, aún atónito al verme en ese estado lamentable.

- Sólo mira atentamente. - Respondió, señalando la puerta de mi habitación.

A los segundos, estas se abrieron de par en par. Abriendo paso a mi madre, quien tenía cara de ningún amigo.

- ¡Nagisa, ¿por qué no fuiste a abrirme la puerta?! - Cuestionó molesta, y acercándose a mi cuerpo inerte. - ¡¿CUÁNTAS VECES TE HE DICHO QUE DEBES SER UNA BUENA NIÑA?! - Empezó a abofetear mis mejillas pálidas. Al parecer ni siquiera ha reparado en que estoy muerto. Es hasta gracioso. - ¡NAGISA, TE ODIO! ¡OJALÁ NUNCA HUBIERAS NACIDO!

Miré a Chara, quien no quitaba esa sonrisa socarrona de sus labios. Ella me devolvió la mirada, arqueando la ceja.

- Se dará cuenta. No te apresures. Por mientras, ¿por qué no te alegras de que ya no sientes dolor? Tu madre me da mucha gracia. Tan poco le importas que ni siquiera ha notado que estás muerto.

- No le importo, lo sé. No le importo a nadie. Por eso es que llevé a mi vida al final.

- ¿Te arrepientes de haber muerto?

- No. Estoy mejor así. Me siento... Relajado.

- Pues te sentirás así el resto del tiempo que pases conmigo.

- Espero que nos llevemos bien, Chara.

- Espero que sepas decidir si matenerte vivo o muerto.

Esa respuesta sí me había sorprendido. Chara cada vez me daba menos confianza.

- Nagisa, ¿estás muerto? - Oí decir a mi madre. Al parecer se había asustado mucho al reparar finalmente en mi cuerpo sin vida. - Si estás muerto... NO TENDRÉ QUE PREOCUPARME MÁS. AL FIN. PODRÉ VIVIR TRANQUILA.

Se veía totalmente eufórica con el hecho de que ya no volveré a moverme o hablar. Por un momento, también pude sentir paz en mi corazón que ya no latía.

- ¿Es la única que está feliz?

- ¿Quieres oír lo que dirán los demás cuando se enteren?

- Sí. Por favor. - Contesté seguro.

Y tras un chasquido, desparecimos de mi habitación.

Sonem Ed Sárahce Em OnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora