UNA VISITA

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Desperté con la tenue luz del sol entre las cortinas. Me estiré toda bostezando y enseguida me levanté de la cama. 7 de la mañana, otro día más. Tomé uno de los centenares de vestidos del ropero y me vestí aun adormilada. Cepillé mi cabello y me miré al espejo, me sentía fea.

Verme siempre así... como una muñeca de porcelana, frágil y pequeña. No me gustaba. Terminé de arreglarme y bajé a desayunar, Anne desapareció en la cocina dejando mi plato de comida, enfrente de una de las siete sillas solitarias. Mamá ya se había ido a trabajar. Me senté y empecé a comer el huevo revuelto y los panes tostados con calma; bebí el licuado de fresa y cuando acabe mi plato desapareció segundos después de levantarme. A los pocos minutos llegó mi primer maestro, el Sr. Golden. Que enseñaba Literatura.

Pasé todas las clases igual: saludar, escuchar, hacer unos ejercicios y asentir a todo lo que decían. Física (daba igual), mate y álgebra (divertidos), psicología (interesante), cívica y ética (aburrido), historia (fechas), química (complicado), biología (al fin algo bueno), idiomas (Ingles, francés e italiano) y por último: artes (mi favorita).

Era la mejor de todas, no necesitaba memorizar mucho y era una materia donde podía (si lo puedo decir) hacer lo que quisiera. Esta vez utilicé pasteles para dibujar un paisaje donde el cielo resaltaba. Cuando ya todos se fueron subí por mi violín y la flauta, y me senté a la mesa para comer. Y esperar a la maestra Leslie y su bailarina Mina, de ballet.

Pasaron minutos y no llegaba, 30 minutos tarde. Supuse entonces que no vendrían, así que adelante las tareas y ejercicios que faltaban. Terminé y fui al cuarto donde hacia yoga en mis tiempos libres y recorrí 10 kilómetros en mi bici fija.

Cansada miré la hora, ya mero llegaba mamá. Bajé después y cuando la vi, le saludé con un abrazo. Nos dirigimos a cenar.

– ¿No vino Leslie, eh? –preguntó sin mirarme. Negué y tomó las hojas donde venían las preguntas de mis maestros-. Bien. Hoy son de Literatura, Física, Historia, Química e idiomas. Empecemos: ¿Qué tipo de novela se concentra más en la caracterización de los personajes, en especial del protagonista?

Pensé, esta era una fácil. Conteste con mis manos y sin expresión alguna:

"Picaresca", y prosiguió.

–Física: Una piedra es tirada horizontalmente a una velocidad de inicial de 10 metros sobre segundo, del borde del precipicio y gasta 4.3 segundos para caer. ¿A qué distancia cae? Pensé un poco.

Necesitaba una hoja para hacer cálculos pero mamá nunca me dejaba tomarlas, contesté lo que recordaba.

"Caerá a una distancia igual a la base, 43 metros", indiqué y sonrió satisfecha.

–Historia: Dime las fechas de inicio y finalización de la segunda guerra mundial –pidió saber ella. Esa también era muy simple. Creí en ese mismo momento que tenia memoria fotográfica, o simplemente que el trabajo excesivo me ayudaba a recordar bien.

"Inició el 1 de Septiembre de 1939 y terminó el 2 de Septiembre de 1945", contesté confiada. Asintió y acabé de cenar.

–Ahora química: Para obtener una solución saturada, es necesario disolver: ¿A, B, C o D? –me tendió la hoja con las opciones. Odiaba esa materia, o bueno, no me gustaba. Pero era mejor saber qué quejarse.

"La C: 25 gr de 2 en 100 gr de acetona, a 80 c", expliqué. Volvió a sonreír y llamó a Anne para que fuera preparando la tina del baño.

–Muy bien, Briane. Para terminar, tradúceme tus tres respuestas a ingles, francés e italiano.

Me era un poco difícil practicar y aprender los idiomas con las manos, pero logre que me entendiera, algo bien.

"Began the fist of September in 1939, and ended the two of the same month in 1945", expliqué lo de historia; "Se situer dans une fourchette métres", (física) y terminé con literature: "La risposta é Picaresque". Dio unos leves aplausos y me despedí cuando Anne estaba lista "Grazie mamma, buonanotte", subí con ella.

Entré al baño y me duché con ayuda de nuestra ama de llaves, me cambié y cuando le di las gracias, cerré la puerta. Y me recosté sin sentir mucho sueño. Era viernes por la noche. Muy tarde

Estaba a punto de dormirme horas después, pero escuché algo y no lo pude dejar a un lado.

Ladridos.

Me asomé por la ventana de mi cuarto y a lo lejos, por el lado donde iniciaba el bosque y de ahí a la calle de nuestra colonia, había un perro. No lo dudé ni un segundo.

Tomé un abrigo y me puse los zapatos. Abrí cuidadosamente la puerta de mi habitación y salí con cuidado. Podía sentir una chispa de excitación por todo mi cuerpo. No estaba bien lo que iba a hacer. Bajé las escaleras que daban a la enorme sala de mi casa, a veces creía que de verdad me iba a perder en esta mansión. Nos mudamos ahí hace unos 3 meses.

Los ladridos se hacían mucho más fuertes, como si me estuviera llamando. Busqué las llaves de la puerta principal, pero no las encontré. Me asusté mucho cuando el perro dejo de ladrar y recordé la noticia de días atrás.

"Espera, espera. Ya voy, perrito, ya voy".

Fui con paso apresurado a la cocina y abrí la ventana que por suerte, no tenia seguro. Salté y el viento frío golpeó mi cara. Busqué al perro con la mirada angustiada. Aplaudí lo más suave que pude y de los arbustos vi una sombra que corrió hacia mí. Retrocedí un poco atemorizada, nunca antes había tocado un perro y no sabía si podría morderme. Saltó a mis brazos. Lo tomé y con dificultad logré meterlo por la ventana. Sin soltarlo subimos a mi cuarto.

Durante el trayecto puse mi mano libre alrededor de su hocico rogando que no ladrara, pero solo se limitó a lamer mis dedos y olisquearlos. Cuando llegamos, lo bajé y cerré la puerta con seguro. Me giré y el canino estaba sentado y me contemplaba moviendo su cola. Me crucé de brazos y sonreí analizándolo.

Tenía una estatura media, un metro aproximadamente. Orejas puntiagudas, ojos dulces, pelo de color arena, casi dorado y asemejaba a un zorrito. Supe que era macho. Me agaché y el perro vino hacia mí. Acaricié su cabeza y el largo de su hocico. Parecía disfrutarlo. Decidí apagar la luz por precaución y me senté de nuevo con él.

"Tienes suerte, se están robando a muchos perritos. Pero no te preocupes, ya veré que hago", le dije sonriendo. Se acostó y seguí hablándole.

"¿Cómo te llamas, amiguito?", pensé rascando su panza. Ladró. Apreté sus mandíbulas con mis manos y abrí los ojos como plato, junté mis dientes fuertemente y miré la puerta con el corazón en la garganta.

"Perdón por eso. Soy Sam, ¿y tú?", escuché de repente en mi cabeza. Miré a todos lados. Y al final volví la vista al animal. De pronto un pánico interior me inundo profundamente.

"¿Quién dijo eso?", me pregunté. "Jajaja, ¿quién más? Yo". Me espanté e inmediatamente miré al perro aterrada.

"¿¿Tú?? ¿¡Estoy hablando con un perro!? ¿Te llamas Sam?". Sí, estaba loca. Definitivamente.

"Sí, ¿y tú?", preguntó la voz. Miré sus ojos cafés y arqueé una ceja. Trague saliva, ¿que importaba?

"Briane, pero puedes decirme Bri" tome su pata y simulé un saludo humano.

"Muy bien Bri, es muy tarde. Espero que me entiendas, pero necesito tu ayuda. Mañana te explico, "pero... no estás para nada loca. Soy un perro y estoy hablando contigo, telepáticamente", se alejó y fue debajo de mi cama. Parpadeé varias veces intentado creérmelo. Pero no me fue muy posible, "Mañana te explico", y esa fue, la primera vez en 8 años, que sentí una emoción diferente a la tristeza.

22: Extinción de perrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora