Capítulo 1: Tragedia

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Meri tenía ya siete años de vida.

En su clase de segundo, todos sus compañeros hablaban mucho, pero ella sólo hablaba si es necesario.

Sus padres estaban preocupados.

Pasaba demasiado tiempo con su padrino Sherlock, y con su corta edad, había deducido que su profesora se liaba con el profesor de ciencias de 5º.

Tenía pocos amigos, de los 43 niños que había, sí, tenía pocos. Sólo tenía dos amigas.

Su primera amiga fue Adele, que sus padres, al ser amigos, siempre estaban juntas. Es la hija del inspector Greg Lestrade. No sabe quien es su madre, pero por lo visto ha heredado sus ojos grises y el pelo castaño.

Luego se hicieron amigas de la rebelde Sam, que ya tenía dos faltas graves. Su padre trabajaba en la morgue con Molly y sus padres le conocían por eso. Su madre estaba muy enferma y no quería que sus amigas se preocuparan, pero ellas la llevaban regalos todas las semanas.

Quedaban en el parque para jugar y cuando veían que otro niño se les acercaba, se callaban y se quedaban quietas.

Su padre dejaba a Meri en el colegio por las mañanas antes de irse al trabajo y su madre la recogía y la llevaba para merendar un batido de chocolate, jugaba un ratito más y luego cogía la mano de su madre y se iban a casa de Sherlock para que él la cuidara hasta la hora en la John la recogía de nuevo.

Esa era su rutina, había veces que la llevaba su madre o incluso hasta la llevaba Sherlock.

Todo cambio un día.

Ese día.

Meri se despertó alegremente y fue a desayunar con su padre. Tuvieron una animada charla y luego se vistió.

Ese día era especial porque iban a una excursión, su primera excursión, así que se puso una chaqueta amarilla y unas mallas azules con una falda rosa y sus zapatillas negras.

Cogió su mochila azul y su gabardina beige y salió de casa con su padre.

Llegó al colegio y se juntó con Adele y Sam.

-¿Qué os habéis traído de almuerzo?- dijo Meri mientras se acercaba.

-Yo una manzana y un batido de frutas. No quiero hacer daño a los animales- la respondió Adele.

-Pues yo me he traído un bocata de chorizo y panceta y zumo de uva.

-Yo... Un poco de chocolate, unas fresas y batido de vainilla.

Las tres chicas hablaron hasta que la profesora les dijo que entraran en el autobús.

Cuando ya llegaban a su destino, el Big Ben, el conductor dijo:

-Niños, hoy no podemos ir.

Todos los niños miraron por la ventana, y lo que vieron los dejo atónitos.

El hospital que estaba cerca del Big Ben estaba en llamas.

El hospital en el que los padres de Meri trabajaban.

Las puertas se abrieron y la profesora les puso en fila en el parque que estaba cerca.

Meri hacía todo lo que podía por no llorar. Su instinto no pudo más y echó a correr a las llamas.

Su profesora la llamó, pero ella sólo pensaba en que sus padres no estuvieran muertos.

Había un gran corro de gente junto las ambulancias y los policías.

Greg pudo ver que entraba e intentó detenerla, pero Sherlock, que también estaba allí, la coló, haciéndola prometer que se quedaría en la parte de abajo.

Subió con la agilidad de un felino, subió a la última planta, en la que trabajaban sus padres sin que nadie la oyera pasar.

Se tapó con las dos manos la boca para no respirar humo, técnica que aprendió en una película, y se adentró en la consulta.

Vio que quedaban algunas llamas, y con el extintor las apagó. Empezó a buscar cadáveres por toda la habitación hasta encontrar uno.

O más bien, una.

Aunque su cara estaba desfigurada y llena de quemaduras, Meri sabía perfectamente quien era.

Era su madre.

Se aguantó las lágrimas y empezó a buscar a su padre, y allí le encontró.

Estaba tendido en el suelo, con los ojos cerrados sin moverse y se asustó. Él la enseñó algunas tácticas de enfermería, así que pudo averiguar sin ningún tipo de objeto que seguía vivo.

Se lo enganchó en una bolsa para cadáveres en la espalda, y al salir de la habitación, dio un beso sonoro en la mejilla al ya sin vida cuerpo de su madre.

Con mucho esfuerzo consiguió llegar al final del pasillo y, aunque algunas llamas no estaban extintas y se quemó bastantes veces, consiguió salir del hospital con su padre a cuestas.

Cuando salió, tenía todo el cuerpo lleno de quemaduras y no podía sostenerse.

La ambulancia se llevó a todos los médicos, enfermeras y a Meri al hospital para que les revisaran.

Meri estuvo dos semanas en la camilla con escozor y Sherlock la acompañaba todos los días, cuando esta se dormía, iba a visitar a John, que aunque tuviera vendada la cabeza y otras partes del cuerpo, se encontraba bien.

Cuando por fin salieron del hospital, Meri le contó a su padre lo que había sucedido y este decidió volver a la casa de Baker Street, ya que la antigua le causaba demasiados recuerdos.

La habitación de John seguía intacta, sólo podían entrar en ella para limpiarla.

La habitación de invitados se convirtió en la habitación de Meri, así que tuvieron que cambiar los muebles y pintar las paredes.

Ahora era una habitación de color azul cielo con una cama pegada a la pared, un escritorio enfrente y el armario al otro lado.

Poco después, la madre de Sam les contó que tenía cáncer y no podría sobrevivir mucho tiempo.

Aunque había veces que Meri evocaba sueños de su madre, se sentía feliz viviendo con Sherlock y su padre.

Soy Meri WatsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora