Corazón de Hielo

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Se alzaba enorme frente al campo de batalla y sentía la sangre caliente su espalda recorrer. El corazón, aún acelerado, no sentía dolor por nadie, ni por nada. Ninguno de sus actos oscurecieron su semblante, siquiera le pudo el miedo reflejado en cada rostro que le plantó cara. Ninguno hubo que pudiese ganar la batalla y ya ninguno había que pudiese mantenerse en pie. Él sabía lo que ahora ocurriría, pero decidió guardarlo en secreto. Ya no combatiría a ningún enemigo, ni ningún enemigo podría batirse con él, ya que era su espada la única que no abrazaba el suelo, su armadura la única que no había sido masacrada y su mirada, su solitaria y fría mirada, era la única que podría dejarle ver lo que en frente de sí se extendía. Nunca lo hizo. Nunca decidió observar aquel sanguinario lugar y nunca supo lo que cada uno de sus combatientes tuvo que soportar. Era él y nadie más, porque jamás vio lo que hubo de mirar.

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