CAPÍTULO I

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- ¿Pero qué diablos ha pasado? -murmuró Greslyn mientras recorría con la mirada una de las rotondas de Hanover Way en Sheffield- no era posible que un accidente de autos provocara semejantes destrozos. Autos incinerados, heridos se arrastraban en busca un sitio seguro, y lo peor, en medio de gritos y sollozos, pasaban por encima de cadáveres, escombros y todo aquello que se interpusiera en el camino. Las personas que aún contaban con el privilegio de estar vivas, se arrastraban desesperadamente, era visible el terror en sus ojos, pues lo que sea que hubiera causado tal desastre, aún estaba allí. La causa no era un desastre natural o algún conductor ebrio, tal vez ese era el ambiente de confusión que desbordaba todo el lugar.

Greslyn, quien permanecía calmada, observaba la situación mientras se hacía una idea clara. Como si estuviera acostumbrada al caos. Caminó suavemente entre autos y no bajó ni un momento la guardia, permanecía alerta y sus músculos siempre tensionados a la espera de lo que acechara en las sombras.

-¡Ayuuuda, por favor, mi hij...! -interrumpiendo las palabras, un grito opacado por el gorgoteo de la sangre en su garganta que heló los huesos de quienes lo escucharon. Un sonido, seco como ramas rotas de un árbol que es sacudido por viento, ensordeció el lugar. La mitad de su cuerpo, separado y aplastado. Todo se volvió negro. Paralizados y con el terror de sus rostros, no hubo más que observar. Greslyn supo inmediatamente que de aquella mujer presa del pánico, no quedaba más que carne y huesos en medio de lo que era una mancha roja, que no hacía ningún contraste con el resto del paisaje.

Una sombra de por lo menos dos metros de altura, con sus garras aún goteando aquel fluido rojo y parada sobre lo que antes era una persona. Una bestia sin capacidad de razonamiento y que en pocos minutos, había acabado con decenas de personas, casas y coches que estuvieran en su camino.

Tan rápido como pudo reaccionar, Greslyn desenfundó el puñal. Se echó a correr, evadiendo cuerpos desmembrados, personas heridas por las que no podía detenerse a auxiliar, pues estaba sola y no se caracterizaba por actuar en forma estúpida. Greslyn aguardó en una de las casas que, afortunadamente, aún estaba en pie.

-Maldita sea, no puedo quedarme en este lugar. Debería dirigirme a...

- ¿? -un alarido rompió el silencio, y enmudeció sus pensamientos.

-¿Es un niño?

Greslyn observó, no solo vio un paisaje deformado y destruido, que juraría, hubiera sido causado en medio de un conflicto bélico. Pero claro, ella presenció no solo la brutal carnicería, sino una de las pesadillas. Si, una maldita pesadilla.

Greslyn recordó de forma fugaz como había crecido, tenía consciencia de que el materializar los sueños era algo que solo muy pocos podían hacer y que en definitiva, cambiaría el mundo que se conocía hasta entonces. Se les llamó "pesadillas" a los sueños corruptos con evocadores sin ningún propósito más que el de causar terror, destrozar y asesinar.

Los evocadores que lograron controlar sus emociones fueron inmunes a la oscuridad de sus sueños y por lo tanto, incorruptibles. Superados en mayoría, eran tal vez los únicos que podían salvar lo que restaba de su mundo.

Greslyn sacudió la cabeza con desdén e intentó no pensar más en su situación. Al ver justo en el lugar donde antes una mujer quiso pronunciar algo, después de ser interrumpida brutalmente, estaba el pequeño. No más de 6 años, divagó en un pensamiento rápido.

Estaba escondido tras un auto rojo que combinaba con lo que restaba del cuerpo de su madre. Greslyn corrió, escondiéndose de forma reiterada en los escombros que estaban en medio de la carretera. Dio un último vistazo en busca de algún peligro, pero de forma inconsciente, lo que la experiencia enseña en años, más no por miedo. Por fin llegó, tomó al niño en los brazos y dispuso a correr a su anterior escondite. No duró mucho tiempo hasta que vio una sombra abalanzarse sobre ella.

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