Por un tiempo estuve tentado a hacer lo que el padre de Tom me había dicho: regresar a York. Pero pensar en lo que mi padre me diría, y la manera en que mis amigos, sin duda alguna, se birlarían de mi, rápidamente me hicieron arrepentirme (al menos por el momento) así que fui a Londres.
Unos cuantos días después llegue a la ciudad, y encontré a unos alegras hombres con quienes rápidamente hice amistad.
Uno de ellos, el capitán de un barco, me dijo que estaba a punto de zarpar hacia Guinea, en la costa de África, para comerciar con las personas de por allá
-Ven con nosotros- Dijo.
Y los recuerdos de la tormenta de Yarmouth llenaron mi mente.
- Puedes viajar gratis- prosiguió
Recordé la advertencia de Tom.
- Podemos hacerte ganar mucho dinero.
Y zarpamos unos cuantos días después.
Con un mar calmado y viento fresco a favor, llegamos a Africa en el tiempo previsto.
En nuestro primer puerto de escala, por consejo de mi nuevo amigo, El Capitan, gasté algo de mi dinero en chicherías y baratijas. Y cuando anclamos en los muelles, algo más allá de la costa, pude intercambiar mis cosas por otras mejores, y después las cambie por polvo de oro.
Para cuando zarpamos hacia nuestro hogar, tenía cinco libras, nueve onzas del precioso elemento (oro) en mis bolsas y cuando regrese a Londres ¡las vendí por trescientas libras! Mi padre habría estado orgullosos de mi.
Tristemente, no mucho tiempo después de que llegamos al puerto, el capitán se enfermo de fiebre y murió.
-¿ahora que Robinson?- me preguntó su viuda cuando fui a darle mi pésame- ¿regresaras a York?
Agite mi cabeza en señal de negación
-no- respondí- voy a regresar a Guinea.
-¿Que?- preguntó ella sorprendida- ¿vas a arriesgar tus ganancias por una nueva aventura?
-no todo- respondí- solo cien libras, y guardare doscientas para mí.
-Por supuesto- respondió ella.
Una semana o dos después, me encontraba de nuevo en el mar. Una vez más el clima era tranquilo y avanzamos rápido hasta las Islas Canarias.
-¡Un barco a la vista!- gritó el vigía un día mientras salíamos de un puerto llamado Sallee, en los dominios del emperador de Marruecos.
-Ese no es un barco mercante cualquiera- gritó uno de los hombres- es un barco pirata.
Tan rápido como pudimos, levantamos todas las velas, esperando que pudiéramos superar al veloz barco que se nos acercaba, pero tenía la ventaja del viento y nos logró alcanzar.
Pronto tuvimos aquel barco tan cerca que podíamos ver las caras de su tripulación claramente.
-¡Son turcos!- dijo El Capitan con una voz temerosa.
Apenas había hablado, un cañon disparó un tiro a través de los naranjales de nuestro barco.
Colocamos algo de artillería en posición, tratando de sorprenderlos pero ellos eran demasiados rápidos para nosotros.
Muy pronto resulto muy obvio que los piratas estaban mejor equipados que nosotros. Cuando colocaron su barco unto al nuestro, fuimos incapaces de detener su numeroso abordaje.
Peleamos brevemente, pero éramos superados en número y nos vencieron fácilmente. Con los piratas al timón, nuestra valiente y pequeña nave fue llevada a Sallee.
-Tú- dijo el capitán en un extraordinariamente buen inglés, mientras jalaba mi cabello tan fuerte que pensé que me lo iba a arrancar- ¿Cómo te llamas?
-Robison Crusoe- respondí con los dientes apretados.
-Tú no eres un marinero común y corriente- continuó.
-Soy un comerciante- respondí.
-¡Ya no!- amenazó mi captor- ahora eres mi esclavo.
Y así, el miserable esclavo en que me había convertido, fui llevado a su casa con vista al mar.
Mi nueva amo me puso a realizar labores domésticos como:
Limpiar, barrer y otras cosas que siempre había hecho para mí mismo.
Mi nueva vida no era tan mala como podría haber sido.
Aunque ya no era libre, mi nuevo amo no era tan cruel y me trataba bien, pero aún así, no pasaba un solo minuto en el que no soñara con mi libertad.
Una mañana, después de haber estado en Sallee por unas cuantas semanas, mi amo me llamó.
-Vamos a ir a pescar- dijo.
-¿Solo nosotros dos?- pregunté.
-¡No! Llevaremos al joven Maresco con nosotros.
Yo había pescado antes, cuando era niño, ¿Que pequeño no ha soñado con sentarse a la orilla de un río esperando que una trucha que pasara por ahí tomara su carnada colocada en un anzuelo atado a un trozo de cordón? Pero, esto era diferente.
Navegamos rápidamente en un pequeño bote que mi amo utilizaba para pescar, hasta que después e media hora en el mar, nos dijo a mi y al joven Maresco, cuyo nombre era Xury, que soltáramos nuestras líneas en el agua. Cuando las sacamos había un pescado en cada anzuelo y pronto el piso de nuestro bote estaba lleno de pescados retorciéndose; eran tantos que parecía como si una corriente de plata brotara desde la mitad de nuestro bote.
Después de ese día, fuimos a pescar muy seguido mi amo, el joven y yo, y muy pronto me volví mejor que mi amo para saber donde debíamos soltar más líneas para obtener la mejor pesca.
Un día, cuando llevaba al servicio de mi amo varios meses, fuimos a pescar y de repente una densa niebla que apareció de ningún lado nos envolvió. Era una niebla tan espesa que apenas podía ver a mi amo que se encontraba del otro lado del bote.
Por horas vagamos en aquella espesa niebla, y para cuando desapareció nos encontrábamos lejos de la costa de lo que nunca habíamos estado, por lo que nos tomó dos horas llegar a la costa.
-La próxima ver que vayamos a pescar- dijo mi amo- llevaremos comida y agua por si acaso nos vuelve a cubrir la niebla, además, llevaremos armas, no sabremos qué clase de monstruo marino nos podría salir. Y si pasa un ave y se encuentra en tiro le podríamos disparar y nos la llevamos para guisarla.

ESTÁS LEYENDO
Robinson Crusoe.
AdventureEste relato ficticio sobre un naufrago se basaba en las aventuras de un marino, Alexander Selkirk, que había sido abandonado en una isla del archipiélago Juan Fernández, frente a las costas de Chile. Esta novela, llena de detalles sobre las ingenio...