PARTE I

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Susie y Greta siempre solían decir pestes sobre cualquier cosa que se les cruzara en frente por más sencillo que fuera. Esta vez era por un cuento que había sido olvidado hace mucho tiempo.
     Susie sacaba carcajadas chillonas y llenas de exageración mientras Greta le contaba cosas que carecían de humor. Lucille, estando a un lado de ellas, las escuchó, las voces de ambas llenaban todo el pasillo de casilleros y atraían todas las miradas.
     —¡Nadie recuerda un cuento tan absurdo como ese! —exclamó Greta mientras Susie seguía riéndose—.¡Por favor! ¿En qué año se escribió? ¿En el Pangea?
     —Súper antiguo, ni siquiera mi abuela lo recuerda.
     Lucille compartía clase de literatura con esas dos chicas chillonas y exageradas, no le importaban lo más mínimo, pero a veces deseaba golpearlas con una libreta para que cerraran la boca. Las tres acababan de salir de clase, la profesora les había dado una extensa clase sobre la literatura clásica infantil. Hablaron sobre diversos cuentos, desde el hada de los dientes hasta la cenicienta, entre tantos había un cuento al que Lucille estaba muy apegada.
     —Ese cuento fue creado para gente inmadura —dijo Greta adoptando una postura firme como quien da un discurso de política, solo que el discurso que estaba a punto de dar era meramente para molestar y además, hueco—. Personas que se niegan a madurar y aceptar que ya no son niños. El síndrome de Peter Pan no se llama así por nada. Está basado en un cuento para inmaduros.
     Un cuento.
     Lucille estaba harta de escucharlas, cerró su casillero con fuerza deseando irse muy lejos de aquellas dos, de todos sus compañeros y si era posible, también del continente americano; cansada de su sistema educativo. Extrañaba Europa donde tenía miles de recuerdos que conservar y miles de historias que contar porque Lucille era una chica normal por fuera, pero en realidad ella y él tiempo parecían ser uno. Ella podía moverse por el tiempo a su gusto sin ningún problema, sin trucos, sin consecuencias. Pláticas como la de Greta y Susie, las clases de literatura, la escuela, el continente americano, todo parecía ser tan minúsculo a lado de todas las cosas que ella podía hacer con tan sólo pensar en una fecha exacta e ir a ella sin importar que tan distante esté.
     —Te aseguro que ya nadie recuerda ese cuento —sentenció Susie.
     Lucille sí lo recordaba y muy bien. Los recuerdos siempre estaban ahí a pesar de que muchas veces la quisieron abandonar, pero es que a su edad ya nada podía olvidar, había vivido tantas cosas que hasta era extraño recordar que había nacido a principios del siglo XX y que a lado de sus compañeros debía ser una pasa arrugada, o polvo, en pleno 2016, pero ella no envejecería ni moriría porque el tiempo estaba con ella.
     Abandonó el pasillo y se alejó de las personas hasta caminar por el solitario corredor que daba a la biblioteca, permanecía ahí horas hasta que Avis (una especie de tutor) la llamaba por el celular para preguntarle porqué rayos no había llegado a casa. Ni siquiera Avis era normal, él era tan anciano como ella o incluso más y era hijo de Apolo, no de un mortal sino del verdadero dios Apolo. Avis y Lucille eran familia, algo así como primos. Lucille era hija de Ares, dios griego de la guerra, y Freya, diosa nórdica de la magia y naturaleza, aunque tenía parte de sus padres el tiempo la bendijo con un gran don: jugar con él a su antojo. Por otro lado, Avis era hijo de Apolo, de la madre no se sabe, pero era hijo de él y había heredado tremenda belleza y ojos exactos para ver más allá del mañana.
     Era por eso que Lucille odiaba las cosas tan planas como la escuela, ¿qué hacía sentada en un pupitre escuchando información que sabía de memoria? Había ido tantas veces a la escuela que ya había perdido la cuenta de cuántas veces había ingresado a la preparatoria. Lucille veía su vida más allá de los mortales, quería desplazarse en el tiempo como en una resbaladilla, recorrer miles de etapas y vivirlas al máximo... Pero debía asistir a la escuela por su propio bien. Era mejor dejar todo atrás.
     Los comentarios de Susie y Greta hicieron que Lucille trajera de vuelta un sin fin de recuerdos de hace años y se recordó su principal motivo de dejar a un lado los asuntos de dioses para adoptar la insípida vida humana. Había estado en peligro y había puesto a otros en él, no podía volver a pasar. Eso era real, no una mentira. La magia era real en los cuentos y ella era un perfecto ejemplo y si algo tenía muy en claro era que Peter Pan no es un cuento.
       

No Es Un Cuento (Peter Pan OUAT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora