De pie delante de Peter, sin otra cosa que su mejor sonrisa seductora, vio cómo sus ojos se iluminaban por el deseo, llenándola de poder y satisfacción femeninas. No cabía duda de que a él le gustaba lo que veía. Estaba impaciente por ver qué haría al respecto. Pero en vez de apagar ese infierno que había encendido dentro de ella, no hizo movimiento alguno para tocarla y la miró de arriba abajo. Sintió esa pausada inspección como una caricia. Cuando sus miradas volvieron a encontrarse, él comentó con voz ronca:
-Peter: Eres como un regalo sin desenvolver —le acarició la clavícula— Y ni siquiera es mi cumpleaños.
Antes de que ella pudiera decir algo, sus labios se posaron en los suyos. Con los dedos pulgares le frotó los pezones, un contacto ligero que provocó un gemido y le lanzó una descarga directa de placer hasta el mismo núcleo.
-Peter: Eres hermosa —susurró con voz ronca.
Una vez más, él le robó las palabras cuando bajó la cabeza y se llevó un pezón al calor satinado de su boca. Con un jadeo, ella echó la cabeza para atrás y se apoyó en sus hombros.
Mientras sus labios y lengua lamían la piel sensible, sus manos bajaron, y una le acarició el abdomen mientras la otra la sujetaba por el trasero. Deslizó los dedos entre los muslos y Lali abrió más las piernas. Su prolongado «ooooohhhh» de placer llenó el aire, mientras él la provocaba con un movimiento suave y circular que le debilitó las rodillas. Ella metió los dedos en el pelo sedoso y tupido de Peter, y luego por debajo del polo para acariciarle la espalda. Tenía la piel caliente y suave y desesperadamente quiso y necesitó sentir más de él. Todo él.
Pero en vez de acelerar las cosas, Peter continuó atormentándola con su ritmo pausado. Subió los labios para explorarle el cuello y la delicada piel detrás de las orejas. Bajando las manos por su muslo, le alzó la pierna y, con un gemido, Lali enganchó la pantorrilla en la cadera de él. Los dedos expertos continuaron con su enloquecedora misión de excitarla, introduciéndose en ella y acariciándola despacio. Ella intentó mantener el placer, no caer al abismo, pero el ataque a sus sentidos fue implacable. El orgasmo palpitó por todo su cuerpo, arrancándole un grito que concluyó en un hondo suspiro de saciada satisfacción.
En cuanto los temblores menguaron, él la alzó en sus brazos fuertes. Avanzó rápidamente por el pasillo y ella enterró la cara en su cuello y le mordisqueó la piel. El gemido ronco vibró a través de sus dientes.
-Peter: Como mantengas eso, no llegaremos al dormitorio.
-Lali: Yo no he llegado, por si no lo has notado.
-Peter: Créeme, lo he notado. Si se me hubiera ocurrido meter un preservativo en mi bolsillo, no habrías salido de la sala de estar.
-Lali: Si no me llevaras en brazos, tampoco habría salido. Siento las rodillas flojas, como globos desinflados… condición por la que te doy las gracias, a propósito.
-Peter: El placer ha sido todo mío.
-Lali: De hecho, no lo ha sido, pero estoy ansiosa por devolverte el favor.
-Peter: Eso me convierte en un hombre afortunado.
Segundos más tarde, la depositaba en la cama con suavidad. De pie junto al borde, mirándola con una expresión llena de fuego, estaba a punto de quitarse el polo cuando ella se puso de rodillas y le detuvo las manos.
-Lali: No tan deprisa —le acarició el suave material— Tú me desvestiste; ahora es mi turno.
Peter soltó el bajo del polo y puso las manos en las caderas de ella para acercarla. La suave curva del vientre chocó contra su erección, lo que le hizo contener el aliento. Subió y bajó las palmas de las manos, acariciándole esas curvas exquisitas. Ella alzó las manos y le tocó las gafas.
ESTÁS LEYENDO
Salvaje Y Deliciosa
RomanceEllos estaban a punto de descubrir el excitante poder del chocolate. Los propietarios de una prestigiosa tienda de dulces querían demostrar la teoría de que el chocolate era el mejor afrodisíaco del mundo. Para ello llevaron a cabo un estudio muy po...