Capítulo 7

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Las siguientes dos semanas pasaron tan rápidamente, que Lali sintió que fue en un parpadeo. El día de San Valentín amaneció brillante y despejado y dedicó la mañana a trabajar en su turno del spa del Delaford y luego en ir a ver a un cliente de camino a casa. Y, mientras tanto, pensó en lo único que había ocupado su cabeza en esas últimas dos semanas.

Peter Lanzani. Dormido en el sofá con los cachorros sobre su estómago. Tumbado en su gloria desnuda en la cama mientras le daba un masaje. Alimentándose el uno al otro con trufas de chocolate. Jugando en el parque con los perros. Charlando, riendo, compartiendo recuerdos de la infancia, mientras comían pizza. Peter mirándola, los ojos nublados por el deseo, susurrando su nombre, tocándola. Encima de ella. Debajo de ella. Enterrado en ella. Las manos y la boca... por todas partes.

Y estaba a punto de terminar. Al día siguiente tendría lugar la mudanza.

En las últimas dos semanas había sentido como si su tiempo juntos hubiera iniciado una cuenta atrás, un incesante clic interior que se había obligado a arrinconar en la mente. Pero el espacio se había agotado, porque al día siguiente él se iría. No sólo ocupaba toda su mente, sino que temía que la situación fuera mucho peor, que hubiera logrado tomar residencia permanente en su corazón. Necesitaba ayuda. Una conversación que le diera ánimos. Ya. Sacó el teléfono móvil del bolso y marcó con rapidez.

-¿Hola? -dijo una voz familiar.

-Lali: Hola, mamá.

-¿Qué sucede, cariño?

No pudo evitar reír.

-Lali: Sólo he pronunciado dos palabras. ¿Qué te hace pensar que pasa algo?

-Soy madre. Conozco esas cosas. Y basándome en tu voz, adivino que sea lo que sea lo que pase, involucra a un hombre, y lo más probable es que se trate del vecino que mencionaste brevemente cuando hablamos por última vez la semana pasada, Peter.

¿Brevemente? Había dicho su nombre, nada más. Y sólo porque Peter había estado presente cuando su madre llamó y oyó la voz de fondo mientras él jugaba con los cachorros.

-Lali: De acuerdo, siempre se te ha dado bien adivinar, pero esta vez me asustas. ¿Qué tienes...? ¿una bola de cristal?

-No, sólo el cromosoma «sé cuándo mi pequeña me necesita», que jamás desaparece, sin importar lo crecida que esté la pequeña. Así que cuéntame qué pasa.

Suspiró, sabiendo que era imposible negar que se sentía atribulada.

-Lali: En las últimas dos semanas, Peter y yo hemos, mmm, estado viéndonos bastante -por su mente pasó otra imagen de él desnudo- Y todo ha sido... fantástico. Es muy... agradable -hizo una mueca ante esa palabra tibia- y no me refiero sólo en la cama. Y ése es el problema. Se muda mañana, y, bueno, yo... lamento que se vaya. Yo... yo... voy a echarlo de menos -para su consternación, le tembló el labio inferior y se le humedecieron los ojos- Cuando empezamos, eso me pareció perfecto. Sabía que nuestro tiempo juntos tenía un fin. Y lo último que yo buscaba era un hombre que entrara en mi vida. Sabes que siempre he rechazado las relaciones serias, al menos hasta terminar la universidad.

-Recuerdo que me lo dijiste, sí.

Se pasó la mano por el pelo.

-Lali: Pero Peter resultó ser... tan diferente... Tan inesperado... Me hace reír. Tiene talento y es inteligente. Amable y generoso. Pausado y paciente con los perros. Estupendo con su familia. Y para coronarlo, ha dedicado horas a desarrollarme una página web profesional, que yo jamás me habría podido permitir, para anunciar mis servicios terapéuticos. Se suponía que lo nuestro iba a ser sin ataduras, pero es todo lo contrario.

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