Capítulo II El Destino del Impío

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Del encierro él se libró

Frente a frente, él y el Salvador se miraron

La traidora perderá sus alas y será repudiada.

Los serafines lloraran la traición tiñendo el cielo de rojo
La sangre correrá y las trompetas del fin resonarán.
Preparaos futuras generaciones,
La profecía se ha cumplido, el caído volverá

Desde las cenizas él surgirá y la guerra comenzará

Luchad futuras generaciones, no sucumbáis ante la Disputa
Con el corazón envuelto en llamas negras iniciará

En busca de la Guerra él irá.

Cuando abrí los ojos estaba en mi habitación otra vez, la cama aún conservaba el olor de Mara. Su capa harapienta aún estaba bajo mi escritorio, su desorden, los restos de comida. Me sentí nostálgico, por algún motivo la extrañaba de sobremanera, un fuerte dolor en mi pecho apareció, era el mismo dolor que sentí cuando me separé de Mara. Estaba sumido en mis recuerdos cuando tocaron la puerta.

- Pase- Laura entró lentamente, observó a su alrededor. Estaba buscando algo.

- Veo que ya no está la muchacha- No me sorprendía que Laura supiera de Mara. Mamá solía contarle todo lo que ocurría con mucho detalle.

- No, ella...se ha ido- Añadí desganado.

- Tienes mala cara, Caín- Se acercó a mí y me abrazó- Todo estará bien, estoy aquí, contigo- Al sentarse en la cama, Laura se percató de las hoces. -¿Qué cosas son esas?-

- Déjalas, sólo son...- sentí un enorme calor proveniente de mi pecho, Laura me había apuñalado con un cuchillo brillante. La sangré comenzó a brotar y yo caí al piso. En un pestañeo Laura desapareció, en su lugar ahora había un ángel.

- Por fin te encontramos, Segador- La herida había sido profunda, me arrastré hasta tomar una de las hoces, por arte de magia la segunda hoz se dirigió volando hacía mí, intenté sostenerla pero fue inútil. El ángel no parecía inmutarse, se sentó pacíficamente en mi cama, y comenzó a revisar las plumas de sus alas blancas, llevaba consigo un casco que cubría su rostro.- Ríndete, la herida que te hice no debería tardar en desangrarte-

"Las hoces, júntalas, rápido" Muerte me habló otra vez dentro de mí cabeza. Sin pensarlo dos veces hice lo que pidió, ambas hoces se convirtieron en una sola, una enorme guadaña. Me levanté a duras penas, escupí un poco de sangre, todo se estaba volviendo borroso

- No voy morir, no puedo morir sin ver a Mara otra vez- El ángel se levantó, lentamente se acercó a mí.

- No eres capaz de enfrentarme, humano- Alzó su espada para darme el golpe de gracia, sin embargo, mi cuerpo reaccionó y esquivé el golpe de manera milagrosa. El ángel volvió a repetir la acción, sin embargo, esta vez no solo eludí el golpe además lo ataqué, fue tal la velocidad de mi contraataque que fui capaz de quitarle el yelmo que traía. Una cabellera plateada y unos ojos azules como el cielo, de tez clara y rasgos finos, el ángel resultó ser una muchacha.

- ¿Una chica?-

- Silencio, desgraciado- Estaba vez la muchacha me atacó con todo, sin embargo mi cuerpo respondía fácilmente, esquivando todos sus golpes. Sin haberme dado cuenta mi herida cerró, y dejé de sangrar. "Veo que también tienes tus propias cualidades, amigo. Levántate e imagina que tienes una lengua de fuego en tu mano derecha" Muerte me aconsejaba desde el interior de mi cabeza "No sueltes la hoz, sostenla con tu mano izquierda" Cuando logré tomar distancias con mi atacante hice lo que la voz del jinete me pedía.

En los muros de SionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora