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Respiré profundamente dando tranquilidad a todo mi cuerpo, pude sentir como me iba despertando y también como lo hacía lentamente apropósito, relamí mis labios y me cambié de posición. No fue una buena elección por que siempre entro en un circulo vicioso: despertar, cambiar posición, reconciliación del sueño y finalmente dormir. El único pretexto que me inventé fue de que sobraba tiempo para llegar a clase, estaba confiada en eso, además era el primer día, supuse que nadie iría. 

Aparté las cobijas para no volver a dormir y con ayuda de un empujón me senté, todo estaba oscuro y no veía con claridad, me encontraba sola y lo único que hice fue fregar mis ojos, me estiré para retrasar mi salida y estaba claro que no me estaba ayudando para nada. Juraba que todo iba a ser magnifico, que hoy no me estresaría ni mucho menos me apuraría, pero no pasó lo que planteé.

Vi la hora, no comprendí por que la alarma no sonó, tal vez olvidé activarla o se averió, de todos modos me vestí y arreglé lo más rápido posible.

Mientras me lavaba la cara me motivé a hacer optimista, pero el recuerdo del pasado y las ganas de arrepentirme dominaron mi mente, quisiera llamarlo y contarle varias cosas pero detesto que el orgullo me venza. Mi celular está encima del escritorio, lo tomé y marqué su número pero no di llamar, la cobardía se comprobó al presionar el botón para apagar.

Decidí terminar de alistarme y cuando terminé, salí de mi casa corriendo hacia la parada de buses y por suerte el bus seguía allí. Si llegaba un minuto tarde, un segundo tarde, se iba y estaba obligada a esperar, ni diez, ni quince, sería bueno veinte, pero media hora, y cada minuto que pasaba en esa parada era semejante a una eternidad. En el trayecto, mi barriga se hizo presente y me recordó que no la había llenado, acepté que la culpa era completamente mía.

Pasé por la entrada del colegio y no noté a ningún profesor, agradecí de haberme librado de ese gran lío, subí las gradas de dos en dos y antes de que alguien me viera entré en el aula.

       — Llegas tarde —era Natalia, mi amiga.

Con Natalia vivimos tantos momentos hermosos, y cada uno nos unió más, hasta ahora que somos casi inseparables.

       — Mi despertador se dañó —sonreí.

       — Ambas sabemos que sí sonó.

Tal vez si haya sonado, y sí, tal vez mi sueño fue más pesado de lo usual.

       — Estuve a punto de llamarle —siempre soy sincera con ella, y también voy al punto.

       — ¿Y por qué no lo hiciste? —cobardía, eso y la duda de haberme convertido en una extraña para él.

       — No tengo idea, más tarde lo llamaré.

Esa era mi excusa, conocía la diferencia horaria entre Ecuador y España perfectamente.

       — Más tarde cuando sepas que allá ya será de noche ¿no?, y luego si no te contesta, que es lo más probable, cambiarás de excusa a... una vez lo llamé y no contestó.

       — Me asustas. Me asustas mucho.

Mi reacción era de una chica muy sorprendida y a la vez molesta por que ella me conocía más de lo que yo a mí.

Dos destinos. Una IlusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora