Primera pregunta

474 63 15
                                    

"Papás, ¿por qué no tengo mamá?"

Esa fue la primera pregunta que les hice, con tan solo tres años, observé que todos mis compañeros tenían una mamá y un papá, lo que me llevó a preguntarles aquello. Ellos me adoptaron cuando apenas tenía cinco meses de vida, por lo que hasta que no fui al colegio, no sabía que no era "normal" para los demás el tener dos papás.

Mis padres sabían perfectamente a lo que se enfrentaban, y lo que podría pasar conmigo con el tiempo. Así que no se sorprendieron mucho cuando les hice aquella pregunta.

Hoy en día sigo recordando cada una de las preguntas sobre aquello que les hice, y también sus respuestas, siempre originales y curiosas, las cuales me hacían comprender a mi corta edad cosas que algunos adultos no. Si al final me sobran páginas por escribir, os contaré una pequeña anécdota fuera de estas pequeñas historias. A veces, el mundo es demasiado cruel para las buenas personas...

Volviendo al tema que nos concierne en este primer capítulo, esta fue su respuesta a mi primera pregunta:

—¿Por qué? Porque... nosotros somos pingüinos, cielo —respondió mi padre Christian con una gran sonrisa. Él siempre sonreía, parecía que la vida siempre lo había tratado bien. Algo que descubrí que no era así muchos años después. Pero esa ya es otra historia.

—¿Pingüinos? —reí, imaginándome a mis papás siendo esos animalitos que había visto en unos dibujos colgados en la pared de mi clase, donde estaban con otros animales. También tenía un peluche de él que me regalaron por mi tercer cumpleaños y que aún conservo.

—Pues claro, ¿no sabes la historia del pequeño pingüino perdido? —habló mi padre David, sentándose a mi lado junto a mi otro padre. Yo, en respuesta, sacudí la cabeza repetidas veces, negando. Él siempre estaba dispuesto a darnos un abrazo. Y me gustaban sus ojos, de un verde brillante. Sé que a mi papá Christian también le gustaban mucho los ojos de papá David, le encantaba mirarle a los ojos durante mucho rato.

—Mira, presta mucha atención. —Christian cogió mi peluche, el cual se encontraba sobre mi cama, y lo puso frente a nosotros —. Érase una vez, un pequeño pingüino que estaba perdido. Salió de su huevo hace poco tiempo, por lo que no sabía muy bien hacia dónde se dirigía. Su mamá y su papá no estaban, ellos no podían cuidarlo como se debe, y él andaba solito en aquel lugar tan frío en el que nació. Un día, dos pingüinos macho encontraron al pequeño dormido sobre la nieve. Ellos se preocuparon por él, así que lo llevaron hasta su casa y le dieron calor con muchos abracitos. —Me abrazó con un solo brazo mientras miraba a mi otro papá para que siguiese. Yo estaba embelesado, mirando fijamente al pingüino, imaginando que este estaba vivo y andaba solo por una gran extensión donde lo único que había era nieve. Y al final, sus papás le abrazaban como los míos lo hacían.

—El pequeño pingüino encontró un hogar donde sus papás pingüino le daban cariñitos y le cuidaban. También, ellos le protegían de los animales que podían hacerle daño a su querido polluelo —siguió David dándome un beso en la mejilla, cogiendo el peluche y dándomelo para que lo abrazase —. Los papás pingüinos no podían tener crías porque los dos eran machos. Pero eso ya daba igual, porque ellos se querían, y querían un montón a su pequeño pingüinito, el cual vivió feliz junto a ellos. Se convirtieron en sus papás, a pesar de que el huevo del que salió no fuese suyo. Porque los papás sirven para cuidar, proteger y querer a sus polluelos, sin importar de qué huevo salió su hijito.

—Entonces... aunque el pequeño pingüino no tuviese mamá, él podía ser feliz así, ¿verdad? —sonreí apretando el peluche contra mi pecho, dándole cariño como en mi imaginación se la daban sus papás.

—Cierto. Porque sus papás le querían mucho, mucho. Como nosotros a ti, cielo —finalizó Christian en un abrazo al que se le unió David, haciéndome reír.

—¡Somos pingüinos! —exclamé sin parar de reír, contagiándole la risa a mis padres, haciendo que me abrazasen más fuertemente.

Pingüinos... qué cosas más curiosas se les ocurrían...

Es cierto aquello que me contaron. Y, aunque hoy en día no soy padre, tengo claro que si algún día llego a serlo, yo le leeré este libro que estoy escribiendo ahora. Para que él o ella aprenda las cosas tan fantásticas que me enseñaron mis dos padres. También quiero que, aquellos que se opusieron al amor que me dieron mis padres solo por ser dos hombres, vean lo bien que me cuidaban, e intentar que comprendan que no hay nada de malo en ellos.

Espero que os haya gustado mi primera pregunta y que hayáis disfrutado del primer cuento de mis queridísimos padres. 

Recuerdos de mi infancia #TuFamiliaCuenta2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora